omo en tantos otros renglones, el México más justo y equitativo prometido por el gobierno saliente quedó en mera frase de campaña, y tan no trascendió el discurso que 70 por ciento de mexicanos obtiene un ingreso inferior al promedio nacional. La diferencia entre el 10 por ciento de la población más rica y el 10 por ciento de la más pobre es de 21 tantos.

De hecho, el ingreso conjunto de ese 70 por ciento prácticamente es igual al que obtiene el 10 por ciento más rico (171 mil contra 169 mil pesos, como promedio trimestral), es decir, siete de cada 10 se reparten las migajas y uno de cada 10 goza las mieles de la riqueza en su máxima expresión.

De acuerdo con el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas (CEFP) de la Cámara de Diputados, el ingreso nacional promedio trimestral es de 46 mil 521 pesos (15 mil 507 por mes), pero 70 por ciento de la población está debajo de esa cota. Así, 23.4 millones de hogares (de los 33.5 millones existentes en el país) no alcanzan dicho nivel de ingreso.

Dado lo anterior, detalla el CEFP, México se encuentra entre los países más desiguales del mundo (calificación del Banco Mundial en 2016), con todo y que es un país con enormes riquezas naturales. El problema creciente es la espeluznante concentración del ingreso y la riqueza.

La cereza del pastel concentrador es que, de acuerdo con la revista especializada Forbes, en México 17 empresarios reportan fortunas conjuntas por 117 mil millones de dólares (alrededor de la mitad en manos de un solo magnate: Carlos Slim), monto equivalente a 12 por ciento del producto interno bruto. Y la mayoría de ellos, por no decir todos, ha amasado esas fortunas de ensueño mediante la adquisición y/o concesión de los bienes de la nación.

Guardada toda proporción (en cuanto a monto de las fortunas de los empresarios de ese país), el panorama descrito es uno de los factores que provocaron la caravana migrante de hondureños, la salida masiva de personas víctimas de la violencia y en busca de mejores condiciones de vida.

De lo anterior da cuenta un análisis –bajo la firma de Ismael Moreno– del Centro de Documentación de Honduras (Cedoh, institución no gubernamental creada en 1980 sin fines de lucro), que en su parte medular advierte: La violencia en Honduras tiene viejas raíces. Las más nuevas y gruesas de ellas se pueden identificar viendo lo ocurrido en los pasados 30 años. La acumulación de riquezas y de recursos en pocas manos, la acumulación de tierras en esas mismas manos y la acumulación de poder en las instituciones del Estado en manos de esas mismas personas ha generado una violencia que hoy nos parece incontrolable.

La concentración de la riqueza en no más de 12 familias, las colocan a gran distancia del resto de la sociedad. Son familias de ricos a gran escala, de oligarcas en el pleno sentido del término. Y en su entorno, un amplio sector de servidores: testaferros, administradores, empleados, políticos y funcionarios, intermediarios, proveedores y toda una gama de profesionales. Nada que valga dinero en Honduras, nada que se comercialice, queda fuera de este círculo de poder.

El CeDOH subraya: en las pasadas tres décadas la acelerada acumulación y concentración de recursos y riquezas en manos de pocas familias se ha dado en una medida nunca vista en la historia de Honduras, quizá solamente comparada con la concentración de tierras y recursos en manos de las trasnacionales bananeras que dominaron la vida nacional durante casi todo el siglo XX.

La concentración de poder es escandalosa, y este escándalo se acrecienta porque se ha desarrollado en tan sólo 30 años con un Estado que ha aprobado leyes para facilitarles todo y darles carta legal, en nombre del desarrollo nacional y del bien común. Con frecuencia se ha desarrollado con la bendición de las cúpulas de las iglesias.

Las rebanadas del pastel

¿Similitudes con el caso mexicano? Todas.

Twitter: @cafevega

cfvmexico_sa@hotmail.com