21 de julio de 2018     Número 130

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

La asamblea totonaca:
la casa de la buena palabra


“Aprender juntos y construir juntos el respeto por la vida”. FOTO: Centro Prodh

Oscar Espino Vázquez RUDH / CORASON

--Abuelo Pedro, ¿será que en el pensamiento totonaco hay algo que se parece a lo que los hermanos del sur llaman el “buen vivir” o “la vida buena”?

“Sí hay, pero son muchas palabras las que nombran la vida buena, en totonaco se dice “Xa tlan latamat”—contestó el abuelo— “Nomás que casi no lo usamos así, porque de por sí sabemos que toda la vida es buena, así que mejor te explico cómo decían los abuelos que es estar bien con la vida, es algo así como el cariño que se le tiene a la vida”.

--¿Cómo es eso de estar bien con la vida?

--Es aprender juntos y construir juntos el respeto por la vida. Se hace tomando acuerdos para cuidar la vida de la comunidad y de la tierra que es nuestra madre porque los abuelitos primeros decían que somos como una familia juntos, la tierra y los que vivimos con ella, como si fuéramos una asamblea juntos, acordamos que ella nos cuida y nosotros a ella.

Una gran revelación llegó a mi pensamiento en diálogo con el abuelo Pedro: “la asamblea es el cuidado de la vida y la casa del acuerdo”, repliqué tratando de reelaborar la idea y las palabras del abuelo.

--“Sí, y también la asamblea es como la casa de la buena palabra”, afirmó.

La asamblea totonaca se entiende, en el pensamiento de los abuelos, como el espacio para compartir “la palabra de la verdad”, “tachiwin ixli kana”, la palabra buena, la que construye acuerdos para vivir bien como familia.

Los totonacos saben que la asamblea antes de ser una institución operadora de los sistemas normativos y los sistemas de cargos indígenas para ejercer la libre determinación y el autogobierno, es esencialmente el encuentro grande para el acuerdo: “nosotros somos la asamblea, “Akinan xa lanka namakxtumiyaw”.

En la asamblea se construye la vida buena porque “es la casa de la verdad y del pensamiento bueno”, “tama lankanatamakxtumiyaw wa ixchik xalikana, xa talakapastakgni xa tlan”, es la enseñanza de ese pensamiento. Las abuelas y los abuelos dicen que “somos encuentro (asamblea) con la montaña y con el río”, “Akinan Lanka natamakxtumiyaw sipi chu kgaltuchokgo”. Y por ello hacemos acuerdo no sólo entre las personas, también hacemos acuerdo con la tierra.

En la asamblea debemos respetar la palabra construida por el pensamiento de todos, “el acuerdo”, por ello “el corazón del acuerdo es el respeto por la palabra”, “wa naku xa takalchiwin litakaxwilit likkagnit”.

La asamblea es la semilla de la organización comunitaria, a partir de los acuerdos tomados en ella se desarrollan los trabajos, las fiestas, se resuelven conflictos y se decide el camino colectivo. Es el centro del gobierno comunitario. Dicen los abuelos que la asamblea es como la milpa, no se debe llegar enojado a la parcela porque la tierra siente cuando no la tratas con cariño y la cuidas. De igual manera, la asamblea es el cuidado de la comunidad, y si llegas enojado o haces mucho alboroto gritando o borracho, estás faltando a la comunidad, por eso los abuelos dicen que los acuerdos tienen que tomarse con un pensamiento bueno.

De la asamblea, del pensamiento colectivo, se nombra la autoridad comunitaria, que es un servicio gratuito y honorario que se ejerce para el bienestar de la vida de los hombres, mujeres, plantas, animales, montañas, arroyos, cuevas, montes y parcelas de nuestros territorios; la autoridad tiene como encargo el hacer que los acuerdos se cumplan. En nuestros nombramientos el pueblo totonaco no habla de soberanía o de democracia, sino del servicio colectivo, del mandar obedeciendo.


Los abuelos totonacos insisten en que es bueno enseñar a los jóvenes el cariño por la tierra.

En la asamblea no sólo se ponen en dialogo las ideas, los pensamientos, también están presentes las enseñanzas antiguas recibidas de la experiencia de ser pueblos, nuestra identidad, la relación espiritual que tenemos con el territorio, nuestra visión de lo sagrado.

En la asamblea se acuerda el trabajo colectivo, se decide dónde es necesario echar montón, para cuidar, para construir, para sembrar, para reforestar, para limpiar, para sanar, para hacer brecha o camino, para defender los espacios y bienes colectivos. Nos encamina a ser guardianes de la casa. Pero también la asamblea totonaca es el espacio para acordar las  maneras de celebrar, de estar contentos, de convivir con alegría, de hacer la fiesta comunitaria.

Sin embargo, en los últimos años la asamblea de las comunidades del pueblo totonaco tienen un futuro incierto, la casa de la palabra verdadera se convierte ahora en el espacio de operación de políticas contrarias al bien colectivo, por eso ahora en lugar de servidores hay promotores, vocales, comités de programas o de iniciativas ajenas a la comunidad. Los gobiernos se dieron cuenta que una forma de debilitar a nuestros pueblos es agrediendo la forma organizativa y de gobierno de nuestras comunidades, minusvalorando los acuerdos internos, denigrando a las autoridades que representan a la colectividad o infiltrando asambleas con ideas contrarias al bienestar de la comunidad.

Los gobiernos han convertido a la asamblea comunitaria en un espacio para dar trámite a sus políticas y programas asistenciales que hacen mucho daño a la comunidad, recogiendo firmas o engañando y manipulando, porque nos dividen y nos ponen a pelear, en lugar de ayudarnos a construir. La violencia contra la casa del acuerdo es la herramienta que usan los gobiernos y partidos para debilitarnos.

Al mismo tiempo, nos damos cuenta que en la defensa de la vida y de la comunidad, del territorio que somos, debemos procurar no debilitar la asamblea y defenderla también. Solo con asambleas fuertes hemos podido tomar acuerdos que nos declaran “libres de megaproyectos”, eso permite que la comunidad y sobre todo los nuevos, los jóvenes, tengan al menos por un tiempo posibilidad de seguir viviendo en nuestros territorios.

Finalmente, los abuelos totonacos insisten que es bueno enseñar en la práctica a los jóvenes el cariño por la tierra, ayudarles a recuperar el vínculo con la madre, mostrarles que se puede vivir bien, contentos con la familia y la tierra, que tenemos el deber de cuidar. Es decir, la asamblea es una herramienta para construir la esperanza.

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