21 de julio de 2018     Número 130

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

La asamblea como práctica pedagógica:

una apuesta política

Edith Escalón Colaboradora de la Preparatoria Comunitaria José Martí


La asamblea como práctica pedagógica cotidiana para estudiantes y profesores. FOTO: Archivo

“Muy bien muchacho, necesitamos aquí a los jóvenes porque los viejos ya vamos de salida”, le dijo sonriendo don Simón, mientras le palmeaba la espalda con su mano pesada y oscura, curtida por años de trabajo en el campo. Alejandro, todavía sudando, sonrió también sin saber qué decir al anciano que minutos antes lo había mirado tomar el micrófono, vestido con uniforme y titubeante, frente a más de 500 comuneros de siete municipios del istmo de Tehuantepec.

Alejandro tenía 15 años. Era la primera vez que hablaba en una asamblea grande, una asamblea de adultos. Ahí pidió voz y voto para los jóvenes en la resistencia regional contra la minería a cielo abierto que organizaban los pueblos ikoots y binnizá. Entonces era tímido, pero tomar la palabra en un espacio así le dio la seguridad para no soltarla nunca. Ahora participa en colectivos y en la radio comunitaria de su escuela, la Preparatoria José Martí, que llega al menos a las 10 mil personas del municipio de San Francisco Ixhuatán, donde se ubica.

Las asambleas no son ajenas a los jóvenes en Oaxaca, donde la oralidad y el carácter horizontal y comunal de las relaciones sociales han sido tradición. Pero incluso los espacios de deliberación colectiva de los pueblos originarios han sido reservados para los mayores, o para los adultos muy jóvenes pero ya con familia. Ahí los muchachos no hablan, escuchan. Con la penetración de la supuesta democracia del sistema de partidos políticos, la desarticulación del poder comunal que ha traído consigo, y la llegada de la escuela y sus lógicas de jerarquía y control, los espacios donde la voz de los jóvenes se escuche e importe son cada vez menos.

Formar para la vida en colectivo

Los maestros de la Preparatoria José Martí optaron por hacer de la asamblea una práctica pedagógica cotidiana. Ellos saben que la comunidad de ahora ya no es como la que construyó hace más de 35 años -con sus propias manos y recursos- el único bachillerato en 90 kilómetros a la redonda. Eufemio Felipe Jiménez, “Kiro”, es uno de los profesores. Bajo el sombrero y los lentes de aumento esconde bien sus 27 años, un muchacho que ahora es uno de los responsables de formar a 120 chicos de entre 15 y 18 años.

Su palabra habla también del proyecto de esta escuela comunitaria y autogestiva: “hoy ellos tienen que lidiar con un presente más complicado. Asumir que tienen que tomar decisiones colectivas no solo es necesario sino urgente, porque los territorios ya están concesionados de aquí a 50 años”. Y es que en el istmo se encuentra la mayor concentración de parques eólicos de América Latina (más de 2 mil eólicas), hay concesiones para minería a cielo abierto, líneas de transmisión eléctrica, oleoductos, hidroeléctricas, negocios multimillonarios de empresas extranjeras ahora arropadas en las Zonas Económicas Especiales.

Manuel Antonio Ruiz, fundador y promotor del proyecto educativo en su etapa actual, inició las asambleas de estudiantes desde que tomó a su cargo la dirección, en 2006. Desde entonces los estudiantes se reúnen saliendo de clases cada mes, o en asambleas extraordinarias si el contexto lo amerita. Hay una asamblea donde participan los maestros y otra solo de estudiantes.

Como la escuela no recibe recursos del gobierno, ni siquiera la nómina de sus maestros, los muchachos realizan actividades para sus gastos –fiestas, torneos, rifas- para contribuir al mantenimiento de los espacios. Un día la asamblea de estudiantes decidió que no habría clases al siguiente. Habían organizado un torneo pagado de futbol con equipos de otros pueblos para cubrir los gastos de su graduación.

“Los maestros llegamos a clases –cuenta Manuel- porque no nos avisaron a tiempo, pero ese día hubo futbol y tuvimos que respetarlo, era por voluntad y por necesidad. Ese es el riesgo de formar en libertad, por eso muchas escuelas no pueden o no saben o no quieren darles a los muchachos espacios propios para decidir. Para nosotros es una apuesta política, una forma de formar para la vida en colectivo”.

Después del temblor la asamblea respondió

El 7 de septiembre de 2017, tras el sismo de 8.5 grados que devastó el istmo de Tehuantepec, la Prepa José Martí sufrió daños irreparables que llevaron a la demolición de los cuatro salones con los que contaba, y la mayoría de los estudiantes y maestros tenían sus casas caídas. Dos días después del sismo los maestros llamaron a asamblea general. Entre todos decidieron que era momento de responder a la necesidad. Por consenso, la Prepa se ofreció como un puente entre la solidaridad que llegaba de fuera y las comunidades afectadas.

Durante cuatro meses la escuela se convirtió en un centro comunitario de acopio y distribución. Los jóvenes decidieron hacer una brigada (“Topos prepa” le llamaron) que recibió y compartió con las personas más necesitadas de 12 comunidades en tres municipios (Zanatepec, San Francisco del Mar e Ixhuatán) más de 80 toneladas de alimentos, 23 toneladas de láminas, 83 hornos para totopo y 40 toneladas de ropa, medicamentos, lonas, juguetes, casas de campaña, colchonetas y catres, entre otros.

En su página de internet, estudiantes y maestros en asamblea recuperan los aprendizajes de tres semanas de trabajo. De fondo, los salones rodeados por cintas amarillas exhibían los letreros de “Alto riesgo”. Para los maestros, la pedagogía de los pueblos es la que educa en la práctica, entre todos y para el bien común: “y para eso necesitamos la asamblea como una herramienta pedagógica, como una forma de educar para la vida en comunidad”.

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