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“El color que nos une es el de nuestra piel” Marcela Salas Cassani Representantes de los pueblos del valle del Anáhuac caminan en colectivo para resistir los embates del sistema neoliberal en contra de su cultura y su territorio ancestral.
Tras haberse agrupado inicialmente como Pueblos Originarios del Sur de la Cuenca de México, representaciones agrarias y pueblos originarios de la Ciudad de México se constituyeron desde diciembre pasado en la Asamblea Autónoma de los Pueblos de la Cuenca de México (AAPCM), la cual se declaró “en sesión permanente”, y ha dejado claro que su relación con el Estado debe basarse en el reconocimiento y respeto a sus derechos como pueblos indígenas, tal como lo establecen la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y diversos convenios internacionales. “En la declaración que hacemos, decimos que no creemos en las instituciones y que nos organizamos por la participación democrática de los propios pueblos en los asuntos públicos”, apunta Rufino Fuentes, de San Miguel Xicalco, Tlalpan. “Creemos que los problemas que padecemos los pueblos originarios tienen un origen común: que vivimos en un Estado fallido, en el que los tres poderes viven en concubinato solamente para protegerse a ellos mismos (…), para los grandes negocios, tratando de despojarnos de las tierras a los pueblos originarios, y apoderándose de los recursos naturales que en ellos existen”, señala Regulo García, comunero de Santa Cruz Xochitepec. En su primera declaratoria, los Pueblos Originarios del Sur de la Cuenca de México manifestaron que “las políticas públicas en materia de medio ambiente y desarrollo sustentable que pretendan establecerse en tierras comunales y ejidales deben ser elaboradas entre quienes somos pueblos dueños de la tierra y el gobierno”, y que dichas políticas deberán encaminarse a detener y revertir la crisis ambiental y urbana. También, instaron al gobierno de la Ciudad de México a “retribuir de manera justa y digna a nuestros pueblos por los beneficios ambientales que nuestras tierras generan, como son: la producción de agua, la retención de partículas suspendidas en el aire, la captación de carbono, la liberación de oxígeno, y la enorme biodiversidad de flora, fauna y hongos que albergan”. Los pueblos apuestan por la conservación de sus tierras comunales, pues comprenden que la depredación de los bosques que rodean la ciudad implicaría una crisis ambiental aún más grave de la que ya se padece en la urbe. Sin embargo, “aunque la mitad del territorio de la Ciudad de México es propiedad de nuestros pueblos y comunidades –los cuales albergan ecosistemas que generan beneficios ambientales en todo el Valle de México– y (el territorio) ha sido catalogado por el gobierno de la ciudad como suelo de conservación ecológica, no nos pagan ni un quinto con respecto a lo que debemos obtener como pago por servicios ambientales”, denuncia Florencio Guzmán, comunero de San Mateo Tlaltenango.
La constitución de la AAPCM es un claro posicionamiento político ante la coyuntura actual. Los pueblos afirman que los partidos políticos e instancias oficiales no los representan, y durante su décima reunión –llevada a cabo el pasado 9 de junio en la explanada del Museo del Fuego Nuevo, en Iztapalapa– señalaron que durante el actual proceso ni los candidatos locales ni los federales han “contemplado en su agenda de manera profunda, clara y responsable las exigencias y demandas de los pueblos originarios” y que “gane quien gane tendrá que cumplir las exigencias de los pueblos, entre ellas el reconocimiento (…) de la propiedad colectiva que detentan los pueblos sobre más de la mitad del territorio de la Ciudad de México y el reconocimiento y respeto a su derecho a determinar sobre el uso y destino de sus territorios y recursos naturales”, señaló recientemente en un comunicado la comisión de medios de AAPCM. “La problemática tan grave que nos aqueja, ha hecho que nos unamos”, explica Pedro Rodríguez Sandoval, comisariado ejidal del pueblo de San Andrés Totoltepec, Tlalpan, y agrega que “solamente a través de la AAPCM, será la interlocución que podamos tener con cualquier gobierno local, federal o delegacional. Nosotros no tenemos colores, el color que nos une, es el color de nuestra piel. Como mexicanos, debemos de pelear y unirnos. Las leyes neoliberales están acabando con todos nuestros bosques. Si no logramos parar a esa maquinaria, a esa mancha urbana, les garantizo que en poco tiempo nuestros hijos, nuestros nietos y nosotros mismos estaremos padeciendo las consecuencia, porque cada día la calidad el aire que respiramos es peor”. }
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