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Interdisciplina: comunión
María Haydeé García Bravo CEIICH-UNAM Dedico este texto a la lucha que las mujeres feministas argentinas La interdisciplina es un término muy manido, se ha puesto de moda y se confunde, muy a menudo, con el proceso de desarrollo del conocimiento que se lleva a cabo en el siglo XXI, es decir, que una persona eche mano de varias corrientes o perspectivas dentro de diversos campos disciplinarios para su investigación. Aquí vamos a proponer una visión distinta. En el enfoque que abrazamos, una sola persona no puede llevar a cabo una labor interdisciplinaria, por más disciplinas que conozca y utilice, la expansión del conocimiento en cada una de ellas lo imposibilita. La interdisciplina a la que adherimos implica un diálogo, no un monólogo, y ese diálogo requiere una interacción intensa y significante entre personas con diferentes formaciones, experiencias y trayectorias, que constituyan un equipo para plantear posibles soluciones a una problemática concreta y compartida, formulada en colectivo, con miras a una transformación. Este enfoque se basa en la caracterización de la investigación interdisciplinaria de Rolando García Boutigue (1920-2012), físico y epistemólogo argentino-mexicano, propuesta que surgió -justamente- de estudios socio-ambientales, de sistemas agro-ecológicos y alimentarios, de estudios en territorios amplios, pero concretos: el Sahel en África, el Bajío y la Comarca Lagunera en México, la Pampa Argentina. Experiencias investigativas a partir de las cuales formuló su teoría de los sistemas complejos en vínculo con la interdisciplina. Así, Rolando puso en marcha una metodología, ligada a un compromiso ontológico y político el de concebir al mundo en devenir, donde sujeto y objeto se co-construyen, van cambiando en la interacción. Esta apuesta interdisciplinaria es pues una toma de posición: ¿ciencia para qué?, ¿para quiénes? Es una crítica a las formas de hacer ciencia y a la supuesta objetividad de la misma. El enfoque parte de un reconocimiento de la complejidad de las problemáticas a las que nos enfrentamos. Complejidad debida a la interdefinibilidad de los elementos que constituyen el problema y a la necesidad de estudiar esas interacciones a varias escalas temporales y de fenómenos.
En este tipo de aproximación interdisciplinaria hay 4 elementos: 1. el más importante es la crítica al orden existente, una inconformidad con las condiciones económicas, sociales, ambientales, políticas; 2. de ahí que se configura el marco epistémico común (un posicionamiento ético, un reconocimiento de los valores involucrados en la investigación y el aprendizaje, una mirada política y prospectiva que apunta a lo que debería hacerse, lo que conlleva entonces un análisis del proceso intersubjetivo); 3. necesariamente se requieren sujetos formados en diferentes disciplinas, y es importante la incorporación integral al equipo de trabajo de personas que no pertenezcan a la academia sino que estén involucrados directamente en los problemas que el proyecto de investigación interdisciplinaria pretende comprender, y explicar, 4. la problemática es construida y pensada como sistema complejo. Siendo una propuesta que trabaja a ras de tierra, en las problemáticas más acuciantes, nos impele a configurar un territorio conceptual que esté profundamente imbricado con el territorio que estudiamos y en el que seguramente se enfrentan problemas derivados de la voracidad del sistema capitalista: despojo de tierras, sobreexplotación de los recursos, disputas por el agua, expulsión, migraciones, menosprecio por la vida. Una radicalidad de esta interdisciplina nos llevaría incluso a cambiarle el nombre y apuntar a lo que González Casanova señala como un nosotros transcognitivo, una transepistemología, o en términos de Boaventura de Sousa, un verdadero diálogo de saberes. Bruno Latour e Isabelle Stengers han hablado, entre otros, del parlamento de las ciencias, sin embargo, aquí radicalizamos la cuestión al incorporar la mirada latinoamericana y hablamos de asamblea de ciencias y saberes.
Tenemos, en esta asamblea, que convocar no sólo a las teorías, metodologías, saberes y prácticas del conocimiento calificado como científico, sino también los conocimientos, saberes y prácticas de aquél que no lo es, abrir el campo científico todo, democratizarlo. En ese proceso, es fundamental generar las condiciones para el diálogo: simetría, horizontalidad, valorización de todos los conocimientos y de todos los interlocutores, respeto y confianza. El 21 y 22 de junio participé en un seminario taller latinoamericano que llevó por título “Saberes diversos hacia un abordaje complejo de las transformaciones territoriales”, organizado por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria de Argentina (INTA) ahí, al escuchar las intervenciones de equipos que vinculan investigadores, técnicos y comunidades, que intenta poner en práctica este enfoque, pensé que, a pesar de que lo que vivimos -ese embate sistemático, permanente, a lo largo y ancho de América Latina- no deja ya mucho lugar para la esperanza, se logran vislumbrar, porque destellan, cientos, miles de pequeños ejemplos, experiencias de comunidades, pueblos, que día a día resisten, articulan pensamiento y acción para vivir y re-existir.
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