21 de julio de 2018     Número 130

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

La forma Asamblea, la forma nuestra


La asamblea es el máximo órgano de decisión, es el gobierno comunitario. Incorporar a las mujeres ha sido difícil, pero es ya un proceso en marcha FOTO: Archivo

Mauricio González González cedicar / corason

Dicen los abuelos de la Huasteca maseual o nahua, que los Dueños se reunieron en Asamblea para crear el mundo y a sus pobladores después de un gran diluvio. Ahí se decidió hacer comisiones, Chikomexochitl, el niño maíz, les enseñaría a cultivar, pero también el baile y la música. A Tlakatekolotl, Señor de la Noche, se le asignó enseñar a curar, pero también la brujería, por lo que pidió ayuda a Mestli, la Luna. Cada uno con lo que sabía, aportó herramientas a los recién llegados a la Tierra, quien les cobijó como Padre y Madre desde entonces. Es por eso que su ombligo, después de nacidos, se siembra, para echar raíz. Así, los hombres y mujeres de maíz celebran xochitlallia o “costumbre”, ritual vernáculo en el que todos nos encontramos y celebramos, pero también garantizamos los trabajos venideros, ya sea de los Señores o Duelos, ya de los mortales que dependen en mucho de ellos.

Esta forma de tomar acuerdo y hacerse cargo de las decisiones hoy se replica en las comunidades de la región, donde al menos dos tipos de Asambleas se celebran, las que competen exclusivamente a los ejidos o comunidades agrarias, y aquellas en las que participan todos los vecinos. Son el máximo órgano de decisión, gobierno comunitario que toma toda clase de disposiciones que competen a la colectividad, a sus tierras y recursos, se informa de trabajos y programas, se dirimen conflictos, se acuerdan tareas, comisiones y, dentro de lo más relevante, se elige a las autoridades. En la Asamblea la forma es contenido, donde la palabra toma fuerza si y sólo si es palabra de los muchos.

Sujetas a la diversidad como la vida misma, las Asambleas son difíciles de caracterizar, pues sus cualidades toman gamas que las hacen cálidas. Pero también frías, e incluso templadas, por el fuego de la experiencia. Puede haberlas muy sobrias, cuando son “duras” a causa del contenido de las mismas. No hablamos desde lo bucólico, por lo que debemos considerar que las hay también ríspidas, inventario de rupturas y desencuentros. No obstante, es sabido que en el juego asambleario impera la decisión de quien logra más apoyo, quien convence más o parece tener claridad. No son órganos homogéneos en los que el consenso es armonioso, sino articuladores de multiplicidades que deben sopesarse y conceder que alguna de ellas, sea en un determinado tiempo y para una tarea específica, la que se asuma como la Asamblea en general. Los zapatistas lo decían con el “mandar obedeciendo”, a veces hay que esperar para que nuestra voz tenga fuerza, por lo que ceder es la opción que en otra ocasión da oportunidad a ser escuchados.

Suelen constatar el quorum y presentar una orden del día que trata punto a punto los asuntos de la sesión, donde si bien puede propiciarse un diálogo mediante intervenciones ordenadas, también aparecen cuchicheos, risas e incluso objeciones e irrupciones atropelladas, romería que si bien puede servir de moción e impedir precipitaciones, también obstaculiza concluir. No obstante, la mesa que lleva las Asambleas tiene en la votación a mano alzada un as bajo la manga y, en caso de que la decisión se mantenga en disputa y no quede un margen claro para asumirla, se puede aplazar para otra ocasión, en otras palabras, se decide no decidir en ese instante.

Dentro de las dificultades que hoy enfrentan, están las promovidas por los programas de titulación de parcelas iniciados a partir de la reforma al artículo 27 constitucional de 1992, que si bien en muchos casos amplió los censos agrarios y consolidó terrenos para uso colectivo y reservas ecológicas, también relajó la participación de ejidatarios y comuneros en los órganos de decisión colectiva, quienes en no pocas ocasiones se manejan a la manera de pequeños propietarios. Otro reto ha sido la incorporación de mujeres no solamente a las Asambleas, sino dentro de las autoridades comunitarias que las presiden, ya que, si bien en muchos casos participan por la vía de los hechos al tomar el lugar de maridos emigrados o heredar derechos, aún no es generalizado que funjan como agentes o parte de los Comisariados.

Un asunto que en últimas fechas resulta preocupante es el hecho de que se obvie a las Asambleas por parte de empresas transnacionales o consultores que realizan investigación para las mismas, sea para licitaciones o para la implementación de consultas públicas en torno a proyectos extractivos. Es sabido que el modo en que operan suele dirigir su atención a las autoridades, intentando cooptarlas por medio de dinero, prebendas y hasta amenazas, mas ello es inútil cuando la Asamblea está bien cohesionada y las protege. Las empresas suelen tratar a las autoridades como representantes y no como voceros de decisiones colectivas. Es la Asamblea la que concede o no una intervención de este tipo, son ellas las que llaman acuerdo a lo que hoy quieren hacer pasar por consulta. Son el órgano vital de defensa al que debemos imprimir fuerza, chikaualistli, pues de no hacerlo, cedemos la construcción de futuro, la potencia del autogobierno.

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