n su acostumbrada línea de chantajear para defender primero la aprobación y hoy la continuidad de la llamada reforma educativa –que en los hechos es una reforma laboral punitiva en contra de los trabajadores de la educación pública– la organización paraempresarial Mexicanos Primero lanzó ayer en televisión, salas de cine y redes sociales un anuncio de un minuto en el cual cinco niños personifican a los candidatos presidenciales y defienden las medidas más agresivas de la reforma mencionada.
La transmisión del anuncio, acompañado del mensaje: Que en esta elección se cumplan los sueños de todos los niños, no de los políticos
, supone el grito de guerra en el actual proceso electoral del organismo fundado en 2005 por grandes empresarios nacionales con el propósito explícito de fijar la agenda educativa y designar a las autoridades del sector al menos hasta 2036.
Si tal designio de erigirse como factor de poder al margen de los canales institucionales resulta inaceptable en cualquier contexto democrático, el video que se difunde este fin de semana no puede calificarse sino de cuestionable por el uso de niños en un ejercicio de presión política.
La bajeza del organismo que preside Alejandro Ramírez Magaña va más allá de la exposición de los menores de edad con fines de manipulación, pues silencia y deforma la voz de la infancia respecto de una problemática que le atañe de primera mano para sustituirla con un guion elaborado de espaldas a todos los actores involucrados en el tema educativo: los propios educandos, los padres y madres de familia, los docentes y los especialistas en educación no adscritos a los organismos cupulares.
Para colmo, la producción del video recurre a estereotipos lingüísticos que, a más de condenables por su promoción de formas históricas de racismo, resultan paradójicos en un mensaje que presuntamente busca abonar a optimizar la preparación integral de las futuras generaciones.
En particular, la decisión de caracterizar como costeño
y norteño
a dos niños que de manera evidente no poseen un habla propia de esas áreas geográficas, debe señalarse como una ofensiva caricaturización de los habitantes de esas regiones que debería quedar fuera de toda forma de comunicación política.
En suma, este video constituye un nuevo instrumento de presión para avanzar en una agenda privada que no se atreve a decir su nombre, y resulta objetable tanto en forma como en fondo. Este último debe observarse con particular suspicacia por cuanto presenta el peligro de sustituir el mandato de las autoridades y la representación popular depositada en el Congreso con medidas sin más legitimidad que la otorgada por cúpulas empresariales disfrazadas de organizaciones de la sociedad civil.