ace días, el miércoles 11, un grupo de organizaciones empresariales y sociedades cercanas a ellas publicaron un desplegado a página entera en diversos diarios nacionales, yo lo leí en La Jornada y lo vi en otros; afirman en él, que mucho de lo que ha cambiado en México fue exigencia y propuesta de la sociedad civil y parece que ellos se arrogan la representación no sólo de los agremiados en cada una de las agrupaciones cuyos membretes aparecen al calce de la publicación, sino también de la totalidad de ese ente difícil de definir llamado sociedad civil.
Las más conocidas de las entidades que suscriben la publicación son, por supuesto, el Consejo Coordinador Empresarial y la Coparmex; también destacan la Barra Mexicana Colegio de Abogados y la Asociación Nacional de Abogados de Empresa; por cierto, amigos de la Barra me comentaron que, al igual que yo, se enteraron de la opinión de su organización al leer las destacadas páginas publicadas y les admiró lo caro que debe haber costado tal despliegue. Comentamos que amerita una explicación, en especial para los integrantes de las agrupaciones, pues a ellos debe costarles.
Se trata de una expresión política altisonante, en medio de una campaña presidencial y en respuesta a un comentario hecho por uno de los candidatos; no se aprecia si los firmantes son partidarios de algún contendiente en particular, pero sí que son críticos y jueces de uno solo de ellos; esa es su forma de participar en la contienda. Aprovechan la publicación como una sola pedrada para darle a dos blancos; reclaman una expresión que no les gustó de un candidato y de paso, se atribuyen la autoría de importantes cambios institucionales de los años finales del siglo pasado y otros muchos, más recientes.
Les molestó que un candidato haya manifestado desconfianza cuando escucha el término sociedad civil y, para responderle, enojados, afirman que esas palabras casi casuales y ahora recordadas fuera de contexto, equivalen a despreciar la voluntad e iniciativa de mujeres y hombres que no se quedan pasivos ante la injusticia, la opacidad, el mal gobierno o la desigualdad
. La respuesta es obligada, si alguien no se ha quedado pasivo ante esas calamidades de nuestro tiempo, enumeradas casi exhaustivamente por los empresarios, en este país con tanta corrupción y complicidades, es precisamente el candidato al que ellos se refieren sin mencionarlo, es decir, Andrés Manuel López Obrador; la verdad es que él se ha pasado la vida no sólo hablando de estos temas, sino organizando grupos y movimientos y recientemente un partido político, siempre con la finalidad precisamente de combatir estas plagas que ahora a los abajo firmantes preocupan. Cuando gobernó la capital del país llevó a la práctica sus prédicas de varias maneras y, por supuesto, ni se quedó pasivo ni ha sido tolerante con injusticia, desigualdad o corrupción.
Lo cierto es que la sospecha a que se refirió se justifica precisamente al leer el desplegado; pongo un ejemplo: el Instituto Federal Electoral fue promovido inicialmente por el Partido Acción Nacional, mucho antes de su alianza con el salinismo y su incorporación al Prian ; muchas agrupaciones entonces, se unieron desde diversos rumbos políticos a este reclamo; recuerdo algunas que poco o nada tienen que ver con los grandes empresarios firmantes: el Grupo San Ángel, su predecesor el Grupo de los Once, el Movimiento Ciudadano por la Democracia, el Frente Cívico Potosino, encabezado por el doctor Salvador Nava, Equipo Pueblo, Consejo para la Democracia y otros que se destacaron en esa lucha para democratizar al país cuando los empresarios se ocupaban de sus cosas y actuaban sin dar la cara abiertamente y negociando directamente con el gobierno. Una excepción fue el Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana, impulsado por uno de ellos, Lorenzo Servitje.
Según los firmantes del desplegado, hasta las reformas en derechos humanos y la reforma del Distrito Federal en Ciudad de México, se deben a su participación; ignoran a otros actores sociales como el Centro de Derechos Humanos Agustín Pro Juárez o el Bartolomé de las Casas, al Consejo de la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos, al Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan y a tantas agrupaciones defensoras de derechos humanos en todo el país; a las que defienden a las comunidades indígenas de la voracidad de las empresas mineras, a las que luchan por evitar que el maíz transgénico acabe con los maíces nativos y a cientos y cientos más que nada o poco tienen que ver con los empresarios.
Respetables sus agrupaciones, pero no las únicas y con la diferencia de que la mayoría de las integrantes de la franja más numerosa y popular de sociedad civil, claves en muchos aspectos, tiene como finalidad defender el bien común y a las otras, las empresariales y sus adláeteres, les preocupa más bien defender sus intereses particulares.