TLCAN: una condición más
Trump: 15 dólares por hora
Guajardo: no es alcanzable
iguen las sonrisas fingidas, el entusiasmo ficticio, los avances artificiales, la fiesta de mentiritas y, en fin, nadie sabe bien a bien –aunque es previsible– en qué acabará la novela rosa de la modernización teleciana, porque cada quien dice lo que le viene en gana y todos tienen frases de ocasión, y esa ha sido la historia desde el comienzo de la negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Apenas la semana pasada el primer ministro canadiense, Justin Trudeau (existe una gran posibilidad de alcanzar un acuerdo de ganancia-ganancia-ganancia
), y el secretario mexicano de Economía, Ildefonso Guajardo (continuará el diálogo para renegociar el TLCAN
), bailaban flamenco porque, decían, el nuevo acuerdo estaba a punto de turrón, pero tales declaraciones se dieron en medio de otro –cada día más recurrente– ataque de histeria del esquizoide de la Casa Blanca, quien amenazó con borrar a México del mapa.
Pero un día es uno, y otro la pareja restante. Ayer, Trump declaró que está muy cerca
el acuerdo sobre TLCAN, aunque todavía hay mucho qué hacer, pero hemos hecho progresos increíbles, estamos más bien cerca
. En cambio, el secretario Guajardo dijo que Estados Unidos estaría dispuesto
a modificar su altísima pretensión sobre las reglas de origen, ahora habla
de imponer una zona de alto salario
(promedio de 15 dólares por hora en las armadoras automotrices), que en México claramente no los tenemos
(ni queremos, le faltó decir) ni es alcanzable en el corto plazo
.
De todas formas, Guajardo aseguró que el acuerdo trilateral podría darse en la primera semana de mayo, tiempo por demás estrecho si alguien pretende cumplir la reciente exigencia gringa de imponer la citada zona de alto salario
. ¿En serio? La citada pretensión salarial no es atendible, dice, pero ¿el acuerdo quedaría amarrado en los primeros días del próximo mes?
Pero, a final de cuentas, ¿qué más da? Porque en esa tesitura las tres representaciones acumulan ya más de siete meses, a lo largo de los cuales si algo ha sobrado son los estamos muy cerca
, ya casi
, falta muy poco
, vamos de maravilla
, estamos a la vuelta de la esquina
y etcétera, etcétera. En los hechos, mucho ridículo y nada de nueces.
Ha sido norma que cada vez que Estados Unidos anuncia que cedió
en uno u otro aspecto de la negociación, lo cierto es que intenta imponer una condición más severa que la anterior para que la primera parezca una maravilla. Así, aflojar en las reglas de origen para imponer la zona de alto salario
es quitar a México su pretexto de competitividad más preciada: salarios ínfimos como uno de los ganchos para atraer inversión foránea, caso concreto la del sector automotriz.
Alrededor de 20 trasnacionales de ese ramo se han instalado a sus anchas en México, en donde del gobierno (federal y estatal) han obtenido todo tipo de facilidades fiscales, infraestructura gratuita, cesión de terrenos y muchísimo más, sin olvidar salarios 10 veces menores a los que esos mismos consorcios pagan en sus respectivos países de origen.
En términos de utilidades, ¿qué representan los salarios bajos para las trasnacionales automotrices? La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) aporta los siguientes elementos: actualmente el sueldo medio que reciben los trabajadores de la industria automotriz en México es de 2.38 dólares por hora, mientras sus homólogos estadunidenses ganan cerca de 24.
El armado en México, no en Estados Unidos, les genera ahorros en costos laborales de entre 600 y 700 dólares por vehículo terminado. Esto representa cerca de la mitad de los gastos que se ahorran al producir en nuestro país vehículos que se venden en Estados Unidos.
En números cerrados, las trasnacionales automotrices instaladas en México exportan anualmente a Estados Unidos alrededor de 2 millones de vehículos, de tal suerte que sólo por la diferencia salarial (19 dólares en México por jornada laboral de ocho horas y 192 en el vecino del norte por el mismo tiempo) el ahorro para ellas –ganancia adicional, en realidad– es de entre mil 200 y mil 400 millones de dólares por año. Y ese es el plus –sólo en un sector– en el que se basa la tan cacareada competitividad mexicana y uno de los ganchos para atraer inversión y el establecimiento de las armadoras.
Actualmente la diferencia salarial por el mismo trabajo y con idéntica calidad de mano de obra es de 10 tantos. Si la exigencia gringa de crear una zona de alto salario
para las trasnacionales automotrices que maquilan en México, tal diferencia se reduciría drásticamente (de 10 a 0.6), aunque no empatarían los ingresos de aquí con los del vecino del norte.
Las que sí se reducirían rápida y sustancialmente serían las utilidades extra de las trasnacionales automotrices, es decir, aquellos entre mil 200 y mil 400 millones de dólares adicionales que ha documentado la Cepal, y ese es un motivo más que contundente para que los consorcios foráneos se nieguen a aceptarlo, así venga del mismísimo esquizoide de la Casa Blanca.
Por otro lado, si el gobierno peñanietista acepta la creación de la citada zona de alto salario
sería igual a oficializar la existencia de salarios de primera, segunda y octava, de tal suerte que tendría que desechar la exigencia gringa para preservar los democráticos salarios más reducidos de América Latina.
Pero más tardó en conocerse la nueva exigencia gringa (cada uno la lee como le conviene), que la respuesta del sector que opera en nuestro país: La propuesta de Estados Unidos no implica que la industria automotriz en México deba homologar los pagos de los trabajadores mexicanos a los estadunidenses
, consideró este lunes Fausto Cuevas, director general de la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz. Se revisa, pero de ninguna manera se entiende como un incremento salarial. La propuesta es que 40 por ciento del componente de un vehículo fabricado en México haya sido elaborado por trabajadores con salarios de 15 dólares la hora
(La Jornada, Julio Reyna Quiroz).
Pero tranquilos, mexicanos impacientes, que ya casi
.
Las rebanadas del pastel
Dice el candidato de los triangulitos, José Antonio Meade, que no hay partidos políticos corruptos; hay políticos corruptos
. Es bueno saberlo, pero ¿de qué están atiborrados los partidos? De políticos. ¿Y quiénes fundan los partidos? Los políticos. ¿Tons? Y como siempre, el problema es: todos a la cárcel, sí, pero ¿quién cierra por fuera?
Twitter: @cafevega