Busca crear conciencia en los visitantes
Lunes 9 de abril de 2018, p. 13
En el Museo del Enervante cada objeto es un trofeo
que perteneció a los narcotraficantes que alguna vez fueron considerados los delincuentes más importantes de México. Este espacio resguarda cinturones, ropa, armas y objetos que muestran los lujos o excentricidades que han atraído a miles a ese negocio ilícito, que anualmente provoca la desaparición y muerte de miles de personas.
La Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) cuenta en este espacio la historia del consumo de drogas desde tiempos prehispánicos, así como los inicios y el crecimiento de lo que se ha convertido en una industria trasnacional.
Camisetas blindadas
En estas paredes, por sólo mencionar un ejemplo, cuelgan las camisetas blindadas que Osiel Cárdenas Guillén, ex líder del cártel de Golfo y creador de Los Zetas, vestía en marzo de 2003, cuando fue aprehendido.
Se exhibe asimismo el desarrollo tecnológico y el ingenio que los militares tienen que emplear –como medir la presión de las llantas o poner atención en los rastros de óxido de los tornillos de las cajas de carga, de los tanques de combustible o las tapas de la puerta de un vehículo– para descubrir cargamentos o capturar a quienes han controlado el cultivo, trasiego y comercio de droga desde y a lo largo de México.
El recinto posee muestras de cada droga que existe y ejemplos de los más burdos o acabados trucos para ocultarlas: cuadros de madera, yeso o metal; figuras religiosas, muñecos de plástico o de peluche; leños o troncos de madera que a simple vista son sólidos, pero que fueron ahuecados y rellenados de droga bañada con alguna sustancia –como grasa de puerco– para minimizar el aroma original del enervante.
Se muestran latas de refresco, botellas con alguna bebida embriagante y ropa que a simple vista no tiene alteración alguna, pero son sumergidas en agua con cocaína, por ejemplo, y quedan almidonadas
. Si el traslado es exitoso, la droga se recupera hidratando las prendas.
Antes de llegar a la sala que más llama la atención –la de narcocultura, donde están los relojes con diamantes, brillantes y otras piedras preciosas o las armas bañadas en oro con las iniciales o las figuras representativas de sus propietarios, capos como Amado Carrillo Fuentes, El Chapo Guzmán, Osiel Cárdenas y Heriberto Lazcano–, destaca la tecnología que emplea la Sedena para localizar plantíos ilícitos, como los mapas obtenidos de satélites franceses, que han servido para destruir 92 por ciento de los cultivos de mariguana y amapola en el territorio nacional.
En el museo, que consta de poco más de 300 metros cuadrados de exposición, puede observarse el uso de la cartografía, la geografía y hasta el diseño de mapas a escala, que muestran de forma detallada los pueblos, caminos de terracería, tramos pavimentados y hasta brechas del Triángulo Dorado, que abarca los estados de Sinaloa, Chihuahua y Durango, utilizados en su momento para perseguir a El Chapo Guzmán en esa zona.
El Museo del Enervante se localiza en el séptimo piso del edificio sede de la Sedena, y en sus 10 salas se busca crear conciencia en los visitantes –militares, marinos, estudiantes de derecho y disciplinas relacionadas con la seguridad nacional–, porque el tráfico de drogas y de armas y el lavado de dinero son las amenazas actuales a la seguridad nacional, así como las más cruentas fuentes de violencia
.
El muro del honor
En el área de ingreso existe un muro del honor donde se han escrito los nombres de mil 21 militares que han perdido la vida en operaciones contra el narcotráfico desde 1976 hasta el pasado 31 de enero.
En el recinto se muestra el contraste entre la vida que llevan los militares que se encargan de destruir de forma manual los cultivos, la forma en que vigilan el espacio aéreo y los uniformes y armas que utilizan, y los trofeos
de los capos, entre ellos unos anteojos creados exclusivamente por Christian Dior para Benjamín Arellano Félix, uno de los mayores narcotraficantes mexicanos de los años 80 y 90, a quien se relacionó con el homicidio del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo en 1993.
Aquí se muestra la manera en que los narcotraficantes utilizaron semillas genéticamente modificadas a fin de incrementar sus ganancias: de cada planta tradicional
de amapola (de la cual se extrae la goma de opio y se transforma en heroína) se obtenían de tres a cinco bulbos o flores y a los 130 días estaban listos para ser explotados; en una hectárea se producían ocho kilos de la goma. Actualmente cada planta produce de ocho a 40 bulbos que maduran en 105 días; una hectárea produce de 14 a 16 kilos de goma.
Asimismo, los cultivos tradicionales de mariguana daban plantas que contenían de 0.2 a 3.5 por ciento de tetrahidrocannabinol y sus infloraciones iban de cinco a 10; cada hectárea producía una tonelada de droga. Los cultivos actuales contienen de 5 a 10 miligramos de canabinoides, las infloraciones pasaron de 10 a 35 por planta, el tiempo de madurez disminuyó de cuatro a tres meses y por cada hectárea se obtienen mil 800 kilos de droga o más.
Además de las AK-45, pistolas, metralletas, lanzamisiles y cohetes que fueron asegurados y se muestran en este museo, hay sillas de montar finamente elaboradas, con adornos en plata que muestran la fascinación de los capos por los objetos lujosos. También hay mapas con las rutas marítimas, terrestres y aéreas que utilizan las bandas.
Los integrantes de la Sedena resaltan la importancia que tiene para estos grupos el control de puertos en Chiapas, Guerrero, Michoacán, Nayarit, Colima, Sinaloa, Sonora, Baja California Sur y Baja California para el trasiego de cocaína, pero sobre todo para la recepción y traslado de drogas sintéticas ya que allí llegan los cargamentos de químicos esenciales para la producción de drogas sintéticas.
La parte final del recorrido es impresionante, pues se va de las armas, la vestimenta y los objetos de oro y piedras preciosas a la parte religiosa de los capos, y el ejemplo es una imagen a la que rendían culto Los caballeros templarios: un hombre de 1.50 metros de altura, cuyas ropas tienen incrustaciones de oro, plata y piedras preciosas, y a sus pies está un ejemplar del código de conducta de los integrantes de ese grupo criminal. Los objetos fueron asegurados en Apatzingán, Michoacán.
Al final, una silla semejante a un trono, una mesa y un gran vitral pertenecientes a Lidia Verónica Lara, La Wicha, una lideresa de Los Zetas. En ellos destacan los grabados a la Santa Muerte. La mujer era una de las principales operadoras de esa organización criminal en la Comarca Lagunera, una de las zonas más afectadas por la violencia de los narcotraficantes.