Tras arduo proceso de restauración y a más de un siglo de ser filmada, ayer fue restrenada la película Tepeyac (México, 1917) en la sala Julio Bracho del Centro Cultural Universitario de la UNAM, por primera vez con banda sonora integrada.

Descrita en 1917 como una obra de corte nacional y vena nacionalista por la prensa, Tepeyac es hoy un valioso registro histórico, que da cuenta de los inicios del cine mexicano, así como de la fe en la Virgen de Guadalupe a principios del siglo XX, cuando la Constitución de 1917 separaba más claramente a la Iglesia del Estado.

A 100 años, este cine no envejece, celebró el maestro José María Serralde, durante la presentación de la versión definitiva de la película, ya totalmente restaurada. El pianista destacó que el pasado lustro marcó un hito en México, ya que surgió una nueva generación de restauradores, lo que significa un futuro halagüeño para el cine nacional.

El artista fue el encargado de crear –junto con el Ensamble de Cine Mudo–, la música para la cinta, compuesta 60 por ciento por improvisación y en 40 por ciento con partitura escrita (incluidas cinco piezas recopiladas, como el Xochipitzahuatl, toques rituales nahuas y temas de herencia española).

Después de musicalizar en vivo el filme durante 22 años, puede decirse que en el fondo ya hasta soy guadalupano... de clóset. Y ni yo lo sé, bro- meó el artista en entrevista con La Jornada.

De más de cien películas de ficción silentes filmadas en el país, además de Tepeyac, sobreviven sólo tres: El tren fantasma (1926), El puño de hierro (1927) y La banda del automóvil gris (1919), recordó durante su intervención la subdirectora de Difusión de la Filmoteca de la UNAM, Carmen Carrara.

Por su parte, el cineasta Albino Álvarez, subdirector de Rescate y Restauración de la Filmoteca de la UNAM, ahondó sobre el proceso de rescate de las 170 escenas del celuloide, realizado en colaboración con la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas en 2016, con el fin de conservar el patrimonio fílmico de México.

Resaltó que 49 mil 110 fotogramas fueron limpiados de manera manual por más de 20 personas, cuadro por cuadro, para honrar y recordar una época y a los creadores de la película: el escritor José Manuel Ramos y el pintor Carlos E. González, quienes con poco presupuesto y escasos conocimientos cinematográficos, emprendieron la aventura de filmar una historia sobre los milagros de la Virgen de Guadalupe, que se consolidó como la primera en su tipo.

Los fotogramas restaurados reviven en la pantalla una procesión real a la Basílica de Guadalupe en 1917, las tradiciones populares, los atavíos y las costumbres religiosas de la época, lo que convierte a la cinta en un documento valioso para la historia del país y del cine mexicano.