Concluyó temporada de Aproximaciones al interior de una ballena, obra de Ángel Hernández
El proceso de adaptación nos fue llevando a esta locura, que tiene que ver más con una necesidad de expresar y hacer contacto con el público, explica Agustín Meza, director del montaje, e integrante de la Compañía de Teatro El GhettoFoto Jesús Villaseca
Sábado 24 de marzo de 2018, p. 5
La cubierta de un barco en la noche, sugerida por velámenes y cordajes en la penumbra, favorece el hermanamiento de los tripulantes escénicos
con el público: hace mucho no nos veíamos, pero esta bifurcación de los acontecimientos nos ha permitido encontrarnos para descubrir alguna verdad
. Así comienza el montaje de teatro no tradicional Aproximaciones al interior de una ballena, dirigido por Agustín Meza.
Con frases de profundo significado humano, cuatro actores reciben a cada uno de la docena de asistentes. Los miran a los ojos, les hablan como se haría con un amigo cercano que vive un momento importante en la vida, una búsqueda esencial, en la puesta en escena que concluyó temporada en el teatro Julio Castillo.
Más adelante, el público es reunido en un nuevo lugar, donde se observa un timón pendiente y varios salvavidas en las telas que delimitan el espacio. Steven Brown, líder de la banda Tuxedomoon, toca un teclado y canta en ocasiones. Algunos focos iluminan tenuemente.
Se escucha: Give me the words/ That tell me nothing/ Oh give me the words/ Give me the words/ That tell me everything
(Dame las palabras/ Que me dicen nada/ Oh, dame las palabras/ Dame las palabras/ Que me dicen todo”)
La obra es una búsqueda y una navegación que experimenta el contacto con el público, originada en el texto Aproximación al interior de una ballena, de Ángel Hernández (La Jornada, 11/4/12); sin embargo, este montaje subvierte el sentido original propuesto por el creador tamaulipeco para permitir una innovadora visión.
Empezamos con el texto y elegí a un grupo de actores pensando en los personajes, pero el proceso nos fue desaproximando y llegó un momento en que nos quedamos con la entrada de Steven Brown y la música; eso nos fue llevando a esta locura, que tiene que ver más con una necesidad de expresar, de hacer contacto con el público
, explica Agustín Meza a La Jornada.
Articulada a partir de escenas casi independientes, donde no se expresa el lugar, el tiempo o los nombres de los personajes, la obra recurre a una amplia imaginación. Hay poesía, presente y acciones de incoherencia aparente pero que promueven las sensaciones y los recuerdos. La potencia de las palabras magnificadas por la oscuridad y la carencia de distractores.
Los tripulantes escénicos
son Katia Elnecave, Rosario Sampablo, Bernardo Gérman, Xavier Lara y el almirante musical Steven Brown. Los espectadores, como viajeros que acompañan a los marineros en sus juegos a bordo, en un una interconexión cuyo pretexto es la embarcación, como recuerdo atávico de la humanidad, mientras se persigue a una ballena guía.
Meza menciona que desde 2011 quería escenificar la obra, pero ha pasado tanto el tiempo y hemos cambiado tanto Ángel y yo. Él la concibió para teatro tradicional donde hay historia, personajes y ficción. Nos volteamos a ver y somos ya otros
.
La temporada estuvo a cargo de la Compañía de Teatro El Ghetto, integrante de Teatro para el Fin del Mundo, como parte del proyecto La rosa de los vientos, pues más que montar el texto, montamos la búsqueda que Ángel y yo tenemos en este momento: la intervención de espacios, la creación colectiva, los procesos con los actores, reinventar o deconstruir la materia prima que es el texto y generar lo que en el grupo tenemos como necesidad
, detalla Meza.
Es más cercano a un concierto itinerante en un espacio que sugiere un barco, algo marítimo; pero realmente es una aproximación al interior de nuestras ballenas, nuestras preguntas, nuestros secretos, nuestro universo personal
. Sin embargo, destaca la frase dicha por un tripulante al inicio: Solos no nos salvamos
.