Ámsterdam, agobiada por el turismo
n grupo de ciclistas se ve obligado a frenar cuando un hombre que lleva una gran maleta de ruedas se detiene abruptamente en medio de un carril para bicicletas en Ámsterdam con el fin de recoger algo que se le cayó. Si esperamos más, probablemente empezará a cepillarse los dientes
, dice uno de los holandeses, evidentemente exasperado.
Es una escena emblemática del problema de exceso de turismo que atesta ciudades como Ámsterdam, Roma, Barcelona y Venecia.
En esta ciudad de los Países Bajos todos los fines de semana el centro de la ciudad es abrumado por visitantes extranjeros en bares de mala muerte
y clubes de desnudistas. Los turistas se paran a mirar a las prostitutas en la zona roja y llenan los cafés donde se vende mariguana.
El número de visitantes a la Casa de Anna Frank fijó récords siete años consecutivos, y llegó a casi 1.3 millones en 2017.
El concejal Udo Kock manifestó que si la única razón por la que vienen a Ámsterdam es para emborracharse o drogarse, no podemos hacer nada para impedirlo, pero no los queremos aquí
.
No son solamente los jóvenes visitantes que llegan en vuelos baratos, también se suman los viajeros de los cruceros y los huéspedes de Airbnb, que arrastran ruidosamente sus maletas por las calles adoquinadas de la ciudad.
Con atracciones como el Museo Van Gogh, el Rijksmuseum y la Casa de Anna Frank, Ámsterdam tiene numerosos lugares de interés más allá de la zona roja. El turismo inyecta a la economía y crea empleos, pero el impacto de millones de visitantes en una ciudad de 850 mil habitantes es alto.
Daña el carácter de la ciudad
, afirma Kock. Ámsterdam trata de regular el problema: suspendió la construcción de hoteles, moverá la terminal de cruceros lejos del centro y prohibió las bicicletas cerveceras
, largos bares movidos a pedal.
Ap