s el nombre de una hermosa ciudad y comuna francesa en los Altos Pirineos. En una gruta en los alrededores de Lourdes, el 11 de febrero de 1858 se cuenta que se apareció la virgen María a una pastorcita adolescente llamada Bernadette Soubirous.
Tras varias apariciones y el surgimiento de un manantial con aguas que se dicen milagrosas, el sitio se volvió un importante santuario. La imagen que colocaron en la gruta se conoció como Nuestra Señora de Lourdes y de ahí se bautizó a niñas en todo el mundo con ese nombre, cuyo santo se festeja hoy.
En la Ciudad de México se fundó en 1548 el Colegio de Niñas de Santa María de la Caridad, con el propósito de dar morada a huérfanas mestizas y españolas y enseñarles doctrina cristiana, leer, escribir, cantar y tocar instrumentos musicales. Contaba con el apoyo de la acaudalada Archicofradía del Santísimo Sacramento, que dirigía la institución y administraba los bienes que recibía por donaciones y herencias. Esto le permitió construir un soberbio edificio con su templo adjunto en lo que ahora son las calles de Bolívar, 16 de Septiembre y Venustiano Carranza.
Ya hemos comentado que como resultado de la aplicación de las Leyes de Reforma, a mediados del siglo XIX, el colegio fue vendido a particulares que lo convirtieron en hotel. Tiempo después fue sede del casino Alemán y finalmente se remodeló para convertirse en el famoso teatro Colón. Tras años en el abandono, a principios de la década de los años 90 del siglo pasado fue adquirido por los banqueros para establecer ahí su nueva sede.
La institución del siglo XVI comenzó en una casa alquilada que dirigía una viuda española. La instrucción la impartían mujeres casadas o solteras en edad madura; nunca fue dirigido por monjas. Al paso de los años fueron comprando varias casas aledañas con la finalidad de ampliar el colegio, hasta llegar a tener prácticamente la manzana completa.
En un principio construyeron una capilla sencilla para el uso privado de la iglesia. En la medida que la institución creció y se hizo rica, la sustituyeron por un templo más grande que eventualmente fue abierto a todo el público.
Durante los siglos XVI y XVII, como resultado de las inundaciones que padeció la ciudad y uno que otro temblor, fue necesario reparar el colegio en varias ocasiones y finalmente en el siglo XVIII reconstruirlo totalmente igual que el templo. Este último fue obra del excelente arquitecto José Eduardo de Herrera, quien realizó un notable trabajo de cimentación. Es de llamar la atención que siendo una de las construcciones más antiguas del Centro Histórico no se ha desnivelado ni hundido.
Tras la exclaustración pasó a poder de la Mitra y a finales del siglo XIX lo hizo suyo la comunidad francesa. Esta había tomado gran importancia ya que, entre otras actividades, desarrollaron el comercio moderno
con grandes almacenes como el Palacio de Hierro, Liverpool y el Centro Mercantil. Eran conocidos como los barcelonnettes porque la mayoría venía de esa región de Francia, donde se dedicaban al comercio de textiles.
Al posesionarse del templo, los franceses le dieron como nueva advocación la de Nuestra Señora de Lourdes. La devoción a esa virgen fue introducida a México en 1874 por el jesuita Manuel de Icaza. En 1939 se erigió en parroquia siendo su primer párroco el presbítero Miguel de Dinechin; a partir de esa fecha se le conoció como la parroquia francesa
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En la fachada principal se aprecian contrafuertes de piedra que enmarcan dos primorosas portadas de cantera labrada, con dos pares de columnas estípites ornamentadas con frutos y flores en relieve. Cada portada costó 275 pesos.
En la contraesquina se encuentra la cantina El Gallo de Oro, que data de 1874. Sirve buenas carnes al carbón y los sábados ofrece un suculento bufet de cazuelas: chicharrón guisado, moles, albóndigas caldositas y su famosa pata en salsa verde, entre otros. Abundante y económico.