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Bahía del Tóbari, Sonora Los pescadores ribereños festejan al mar Milton Gabriel Hernández García Profesor-investigador del INAH
Para Doña Bello Moroyoqui, En muchas costas del mundo iberoamericano el mes de julio es de fiesta, pues se suele festejar a la Virgen del Carmen, la patrona de los pescadores. A lo largo de muchos litorales podemos observar procesiones y verdaderas romerías marítimas en las que se porta la imagen de la “patrona del mar”, con el objetivo de bendecir las aguas pero sobre todo, de solicitar abundantes capturas. Hay quienes señalan que el origen de este culto se remonta a la Edad Media, pues se consideraba a la Virgen como una estrella de mar que guiaba a pescadores y marinos hacia puerto seguro. En el siglo XVIII, la marina española adoptó a la Virgen del Carmen como su santa patrona. Se sabe poco sobre la forma en que los pescadores adoptaron este culto a lo largo de las costas latinoamericanas, aunque hay evidencia histórica de que la virgen llegó precisamente con la orden carmelita. Por ejemplo, en Campeche, Ciudad del Carmen, lleva precisamente ese nombre en su honor. En la memoria colectiva de sus habitantes se resguarda aun la historia que señala que un 16 de julio, al invocar su protección, los pobladores lograron expulsar a unos piratas que asolaban al puerto. A partir de ese momento empezó una devoción a la Virgen que ha crecido hasta nuestros días y que se ha extendido a otros sectores, pues también se le considera milagrosa entre los petroleros, ya que gracias a ella se han encontrado nuevos pozos en la zona. Algo similar ocurre en cientos de comunidades costeras tanto del lado del Atlántico como del Pacífico. En la Bahía del Tóbari, en el sur del estado de Sonora, la tribu mayo o yoreme que se asienta en las comunidades pesqueras de Paredón Colorado, Paredoncito y Aceitunitas, se ha apropiado del culto carmelita desde hace más o menos tres décadas. Cada 16 de julio se festeja a la Virgen del Carmen, considerada la Patrona de los Pescadores y la Reina del Mar. A ella se le agradecen las capturas. En esa fecha, alrededor de cincuenta pangas de las tres comunidades se unen en un camino de música y alegría, desde Paredón o Paredoncito. Van encabezadas por la embarcación de la familia a la que ese año le haya tocado llevar el altar de la Virgen. Después de navegar por la bahía, la procesión marítima llega hasta la Isla Huivulai, en donde los peregrinos bajan de sus embarcaciones para celebrar a la patrona, mientras los danzantes de pascola ejecutan alguna pieza: “en esa fiesta se le festeja a todo el pescador, nos vamos y nos reunimos ahí en la isla, en una parte que le decimos Los Dátiles. Ahí se lleva a la virgen y se le hace música y todo. Y ya de aquí de Paredón y Paredoncito nos juntamos todas las bandas y la paseamos toda la bahía, ahí nos vamos todas las familias, hijos, mujeres, nietos. Le pide pues el pescador que haiga producción a la Virgencita del Carmen. Todos le pedimos, más el pescador, es la tradición de los yoremes”. Para los pescadores indígenas, sobre todo para los viejos yoreme, la Virgen del Carmen es una advocación de Bawe am iola, que en la mitología mayo es la deidad o dueña del mar, “la que guarda los pescados, la dueña de la pesca”. Es una entidad de mucho respeto: “siempre que salgo al mar a pescar, le pido a Dios y también le pido permiso a Bawe am iola. Tenemos que pedir permiso para entrar. Nosotros le agradecemos al mar cuando nos va bien, prendemos y ofrecemos veladoras”. Es ella la que protege a los pescadores y con quien deben rendir cuentas después de la zafra o alta temporada de pesca, pues es dueña de todo lo que hay en el ecosistema marino: “Bawe am iola es la Virgen, el pescador le dice: Baawe am iola, ahora este día me irás a dar, solamente tú sabes, pero aquí estoy, aquí vengo a pescar. Eso es lo que el pescador hacía, pedirle a la Bawe am iola, que es la madre de Dios, es una viejita. Los pescadores así le pedían. Ella cuida al mar, en eso creen los pescadores. A la Virgen se le baña, la suben a la panga, la llevan a la orilla del mar y le empiezan a rezar, le rezamos todos”. Tal es la importancia de esta fiesta, que incluso llega a operar como un dispositivo social en el que se disuelven temporal y simbólicamente las asimetrías y tensiones entre yoris (mestizos) y yoremes, pues ambos participan de manera más o menos igualitaria en la organización del ceremonial. A pesar de que la productividad de las pesquerías ha decrecido dramáticamente en años recientes, producto de la contaminación y la sobrepesca de las embarcaciones de gran calado, los ribereños confían en que la patrona del mar está de su lado y en que guardándole el debido respeto, sabrá ser generosa con quienes han hecho de la vida marítima, su modo de vida.
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