20 de enero de 2018     Número 124

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Santa Ana Hueytlalpan, Tulancingo, Hidalgo

Ofrendar a los ancestros: ciclo agrícola
y ciclo ritual entre los otomíes

Lourdes Báez Cubero


El bädi, sabio en otomí, es el encargado de disponer las ofrendas en el altar FOTO: Archivo Digital MNA

Los eventos rituales que conforman el ciclo de los ancestros son cinco celebraciones en las que el elemento en común es rendir culto a los difuntos familiares. Tres de ellos constituyen lo que los otomíes denominan como “costumbre”, que son prácticas rituales propias de su tradición en las que no hay injerencia de la religiosidad católica. Las otras dos son Todos Santos, que todos los grupos domésticos celebran en la intimidad de sus hogares y en el panteón, y el Carnaval, una verdadera fiesta comunitaria.

Entre los otomíes orientales de Santa Ana Hueytlalpan, pueblo que pertenece al municipio de Tulancingo de Bravo, Hidalgo, se aprecia un sistema ritual dirigido a mantener un conjunto de acciones que tienen como una primera finalidad rendir culto a los ancestros, pero lo que en el fondo prevalece y se persigue es asegurar su propia subsistencia, en la que es fundamental que el trabajo agrícola siga los ritmos adecuados.

El conjunto de celebraciones rituales que enmarcamos en este ciclo se ubica dentro de un periodo que mantiene como lógica el ciclo estacional de secas, durante el cual las lluvias están ausentes y la tierra reposa; por tanto, los rituales tienen como objetivos ofrendar a los ancestros para que intervengan en la fertilización de las semillas que están bajo su resguardo.

El ciclo ritual que tiene lugar durante todos los meses del periodo de secas del ciclo agrícola y que da inicio en octubre, poco después de que concluyó el periodo de recolección de las cosechas es cuando se abre el tiempo de los ancestros, para concluir con el cierre del ciclo en el mes de mayo con el inicio del periodo de lluvias y el del crecimiento de las plantas alimenticias. Al situarse este ciclo en el tiempo de secas, nos permite inferir que en esta temporada en la que la tierra reposa, ésta necesita el poder energizante y fertilizador para que durante el tiempo de lluvias las semillas, que adquirieron esa fuerza gracias a la acción benévola de los ancestros, germinen y proporcionen en el tiempo adecuado sus frutos a la tierra.


Los cargueros entrantes en el momento de sacar las cruces. Foto del libro “Los pueblos indígenas de la Huasteca y el Semidesierto Queretano” FOTO: INAH

Debido a que Santa Ana Hueytlalpan se ubica en un valle, es difícil mantener los cultivos de temporal porque las lluvias no son tan frecuentes como en las poblaciones vecinas serranas, así que alrededor del pueblo se encuentran varios pozos de agua para regar las tierras cultivadas; estos pozos son particulares y por lo general son compartidos por varias familias. Aún con los pozos, los rituales del ciclo tienen como objetivo la fertilidad de la tierra y la llegada de las lluvias, ya que cada pozo se comparte entre unos 50 ejidatarios y la frecuencia de utilización para cada ejido es generalmente dos veces al mes en turnos cortos que pueden ser a cualquier hora del día o de la noche.

La serie de eventos rituales que conforman el ciclo de los ancestros son cinco celebraciones en las que el elemento en común es rendir culto a los difuntos familiares. Tres de ellos constituyen lo que los otomíes de toda la región oriental denominan como “costumbre”, que son prácticas rituales propias de su tradición en las que por lo general no hay injerencia de la religiosidad católica. Las otras dos son Todos Santos, que todos los grupos domésticos celebran en la intimidad de sus hogares y en el panteón, y el Carnaval, una verdadera fiesta comunitaria.


El calendario de festividades católicas de los otomíes maneja un ciclo ritual coincidente con fenómenos solares. Foto del libro “Los pueblos indígenas de la Huasteca y el Semidesierto Queretano” FOTO: INAH

A las tres costumbres: yuti, xoxtu y pondi, les anteceden y preceden varias sesiones chamánicas de adivinación y contacto con el difunto causante de la aflicción, porque el origen de estas costumbres se debe a un hecho inesperado y que llega de forma imprevista afectando la salud de un miembro de la familia: la enfermedad provocada por el difunto familiar. Cuando esto ocurre la familia del enfermo busca distintas alternativas terapéuticas, desde ir con un médico alópata, hasta acudir con un adivino, quien determinará en sueños la causa de la enfermedad; si se trata de una enfermedad enviada por un difunto, lo más seguro es que éste solicite sus tres costumbres que cumplen una doble finalidad: la recuperación del enfermo si esto es posible de acuerdo con los deseos del “difunto”, lo que le permitirá pasar a otro nivel del mundo de los muertos convirtiéndose en ancestro; coadyuvar en la buena marcha del ciclo agrícola, proveyendo de agua de lluvia suficiente para regar los cultivos y brindando la fertilidad necesaria para su maduración.

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