Sábado 23 de diciembre de 2017, p. a12
En los estantes de novedades discográficas esplende un torrente de luz, un géiser dorado.
El sax tenor de John Coltrane es el Grial.
Para demostrarlo, basta con escuchar los tres discos que forman el álbum titulado the hidden world of John Coltrane.
Antes de entrar en materia, conviene recordar que esta serie, the hidden world
, no solamente destaca por sus precios accesibles, sino se trata de una colección pensada para el melómano enterado como el villamelón (categoría favorita y donde se ubica el Disquero).
Estos trípticos repiten una fórmula ganadora: el primer volumen siempre trae los inicios del antologado en turno y por lo general se trata de inéditos y materiales que sorprenderán a todos.
Los tomos dos siempre son los mejores, resultado de una curaduría de esplendor.
Los terceros volúmenes de la serie son grabaciones en vivo.
El mundo oculto queda así revelado.
No es casual que la vida de John Coltrane consistió en una búsqueda incesante.
Buscó el sonido perfecto, buscó el amor, buscó el instrumento ideal, buscó a Dios. Se buscó a sí mismo.
Se encontró.
Nos dejó su esencia en su música.
Lo diré de una buena vez: su música es una inmensidad de emoción erizada por la perspectiva analítica de un científico.
Así lo considera, palabras más, palabras menos, Ted Gioia, quien con los días se consolida como el mejor pensador de jazz de nuestra historia.
La música de John Coltrane resulta siempre indefinible. Cuando uno queda expuesto frente a ella, está indefenso, manso, valiente, armado hasta los dientes, cómodo, risueño, en calma, enfebrecido, pensante, victorioso. Siempre victorioso.
La música de John Coltrane es sinónimo de victoria.
Cada vez que suena un disco de Coltrane, la locomotora impele a vuelo.
La varia invención del tren de Coltrane incluye energía despiadada, concentración absoluta, un estado siempre meditativo, acordes extremadamente complicados, progresiones insólitas, acordes llegados de alguna otra dimensión, una bendita obsesión por encontrar lo perfecto, lo que yace más allá de la proporción áurea, de las nociones de virtud y pecado, carne y espíritu, prosa o verso, contenido o continente. Alfa y omega.
Al escuchar en orden progresivo estos tres discos, vemos al muchacho de 19 años comenzar una carrera que lo llevará hasta el cielo, con estaciones prolongadas en el infierno. Sí, a lo Rimbaud. Poeta maldito del sax tenor, prometeico del sax soprano porque ese artefacto había sido abandonado en un rincón hasta que llegó alguien, Coltrane, y lo puso en órbita.
No es casual que este muchacho haya sido bautizado como John William y hubiera nacido en Hamlet, ciudad del condado de Richmond, en Carolina del Norte.
La combinación de su primer nombre y el de su ciudad natal nos conduce a Shakespeare.
He leído las crónicas más asombradas cuando de Coltrane se habla, sea de quienes lo escucharon en vivo, ora reseñistas de sus discos.
Nadie se ha atrevido a juntar William con Hamlet para decir: Shakespeare.
¿Qué sino shakespeareano es esa convulsión frenética de las emociones, la cavilación honda de los pensamientos, el tremolar incesante de las ideas, es lo que se mueve cuando suena el sax tenor de John Coltrane, sino una expresión profundamente shakespereana?
Y ya que me atreví, diré que los momentos idílicos de las composiciones largas de Coltrane suenan a Romeo y Julieta, porque no se trata de caramelos, bombones o linduritas. Para nada. Es la más pura expresión del amor verdadero, el amor supremo. Es decir, William Shakespeare citado sin citar por John Coltrane.
La cultura de Coltrane era magnífica. Su curiosidad lo llevó a territorios insondables. Desde conseguir los libros más extraños sobre religiones, todas las religiones del mundo, hasta los clásicos más evidentes, como el ya mencionado William Shakespeare.
Siempre en búsqueda.
Escribió: Mi objetivo es vivir la verdadera vida religiosa y expresarla en mi música. Si vives de esa manera, en la verdadera vida religiosa, todo fluye y cuando haces música todo emerge porque la música es parte del todo. Y fluye. Mi música es la expresión espiritual de lo que soy: mi fe, mis conocimientos. Mi ser
.
Después de estudiar durante muchos años, escribió: El cambio es inevitable en la música. Las cosas cambian
.
Obviamente había estudiado budismo.
Los músicos estamos siempre en búsqueda de la verdad.
Es por eso que cuando escuchamos la música de John Coltrane, nos encontramos.
Es una música de gran complejidad intelectual, es cierto. Lo interesante es que, a diferencia de muchos músicos cuyo sonido siempre está preñado de ideas y exige gran actividad cerebral su escucha, la de Coltrane no es una música extraña a la masa.
Es, por tanto, una música mágica.
Porque solamente las hadas pueden besarnos sin que las veamos.
El sonido Coltrane es un fluir salvaje y manso al mismo tiempo. Luego de escucharlo incesantemente durante tres semanas, tengo esta certeza: John Coltrane es uno de los grandes pioneros de la física cuántica.
¿Cómo un sonido puede nacer aquí, en el bajo vientre y al mismo tiempo emerger del cerebelo y de manera simultánea del corazón y también de la epidermis?
Física cuántica.
También me resulta claro que su sonido es resultado de una suma de estados de conciencia.
Un estado del alma. A eso también nos conduce.
Es una música flor, germen, mariposa, sirena. Géiser.
Ah, a los historiadores del jazz no les gusta correr riesgos. Se conforman con decir que John Coltrane es bebop y free jazz.
Eso a mí no me significa nada.
Es más, a nadie le significa nada.
A mí me significa haber recibido como regalo un ejemplar de My favourite things en disco compacto, luego de que en formato casete me acompañó durante mis años de estudiante.
Me significa lo inefable porque cuando pongo a sonar el álbum A love supreme, el ambiente se llena de luz radiante.
Porque cuando suena la música de John Coltrane todo cobra sentido, se ilumina y las flores hablan, las sirenas cantan, las mariposas danzan y los géiseres sonríen.
Habría que inventar una manera de nombrar la música de John Coltrane.
Atrevido como soy, en este instante la bautizo: Esplendor.
Con ustedes, el Esplendor de John Coltrane.