i siquiera las amenazas de Donald Trump habían logrado unir de manera tan clara y contundente a la sociedad mexicana. La oposición a la dictatorial Ley de Seguridad Interior (análisis aquí: http://bit.ly/2AMmbE9) unió a tirios y troyanos. Tomó vuelo un histórico coro multicolor de repudio que combinaba las voces de los maestros de la CNTE y de los burócratas de la CNDH, de los intelectuales morenistas y de los pensadores del liberalismo
conservador, de la Coparmex y de las organizaciones nacionales e internacionales de derechos humanos. Hasta destacados actores de cine, como Diego Luna y Gael García Bernal, se lanzaron a las calles en protesta. Y firmaron importantes desplegados juristas que en otros momentos habían preferido hacerse de la vista gorda frente a brutales violaciones a los derechos humanos.
La respuesta del régimen fue de cerrazón absoluta. Ni un solo priísta en la Cámara de Diputados o el Senado votó en contra o siquiera se atrevió a abstenerse. Como simples levantadedos
y viles sirvientes al poder y el dinero, abdicaron su responsabilidad como representantes populares de tomar en cuenta todas las voces ciudadanas, deliberar cuidadosamente sobre los asuntos de su competencia y votar de acuerdo con su conciencia.
Pero el PRI no lo pudo haber hecho solo. Para lograr el quórum necesario en ambas cámaras, Enrique Peña Nieto requirió del apoyo de los legisladores igualmente abyectos del PAN, el PVEM y el Panal. El apoyo de los legisladores calderonistas, como Ernesto Cordero, Javier Lozano y Roberto Gil Zuarth, fue particularmente importante. Estos legisladores votaron en bloque junto con el PRI a favor de la militarización del país y la violación generalizada de los derechos humanos en toda la República.
Todo parece indicar que Calderón ha traicionado a su propia esposa, repitiendo la historia de su abandono a Josefina Vásquez Mota en 2012. Al percibir la poca tracción de la precandidatura de Margarita Zavala, el PAN ahora cierra filas con Peña Nieto alrededor del banquero José Antonio Meade. Tanto Vicente Fox como Lozano ya se han pronunciado públicamente en este sentido. Faltarían pocas semanas para que el mismo Calderón hiciera lo propio.
Son laudables los esfuerzos por convencer a Peña Nieto de devolver la Ley de Seguridad Interior al Congreso, de acuerdo con el artículo 72 de la Constitución. También tiene sentido presentar múltiples acciones de inconstitucionalidad en contra de esta ley por su evidente violación a los artículos uno, 6, 21, 29, 73 y 129 de la Carta Magna.
Sin embargo, es ingenuo e irresponsable levantar la expectativa de que estas vías eventualmente pudieran tener éxito. Las órdenes vienen de mucho más arriba, incluyendo los altos mandos de las fuerzas armadas y el mismo gobierno de Trump. Frente a esta presión, ni Peña Nieto ni la Suprema Corte de Justicia de la Nación, con su composición actual repleta de fieles calderonistas y peñistas, cuentan con dignidad o soberanía algunas.
Así que en lugar de esperar las decisiones del Presidente o de las instituciones realmente existentes, habría que actuar desde ahora para defender la democracia y los derechos de la población.
En menos de siete meses tendrá lugar una de las elecciones más importantes en la historia de México. Estará en disputa no solamente la Presidencia de la República, sino también todo el Senado, la Cámara de Diputados, la jefatura de Gobierno de Ciudad de México y más de 3 mil cargos locales en 30 entidades federativas del país.
Además, para la mayor parte de estos cargos quienes resulten electos en esta ocasión podrán ser relectos en las siguientes elecciones. El próximo primero de julio de 2018 se definirá el bloque histórico que gobernará, o malgobernará, al país por más de una década.
Se valen y son bienvenidas, desde luego, las críticas hacia Andrés Manuel López Obrador y el partido Morena. Sin embargo, cada día resulta más claro que el tabasqueño es el único aspirante presidencial que no participa en las redes de complicidad, de corrupción y de violencia que hoy tienen destruida a la nación.
Por ejemplo, López Obrador ha sido muy claro en que recibir el apoyo del Partido Encuentro Social no implica modificar un ápice el compromiso irrestricto de Morena con los derechos humanos y las libertades sociales. El proyecto de nación, los estatutos del partido y la composición del futuro gabinete hablan por sí solos al respecto.
El viernes pasado en su acto en la delegación Tlalpan, López Obrador no dejó lugar a dudas: “Sigo el pensamiento de Ignacio Ramírez, El Nigromante, quien decía: ‘Soy liberal, pero me hinco donde se hinca el pueblo’. Respeto la religión del pueblo y cuando hablo de respetar las libertades, incluyo el respeto a la diversidad, siempre vamos a ser respetuosos de las libertades individuales y colectivas. Que nadie tenga dudas ni desconfíe y que quede claro, para todos, de manera especial para la comunidad gay; no somos oportunistas, no luchamos sólo por los votos, luchamos por ideales y no tienen nada que temer, vamos a respetar la diversidad sexual”.
Twitter: @JohnMAckerman