ara seguir hablando de la identidad, pienso en la religión. Como mis cuatro abuelos nacieron en Líbano, de origen religioso mixto, yo heredé dos religiones, la judía por el lado paterno, y la cristiana (maronita derivada en católica) por el materno. Pero, aún cuando los primeros años seguí la práctica de los principios católicos en el colegio, cuando dejé atrás la práctica y me quedé con los principios, lo que me seguí sintiendo fue, simplemente, una persona formada con buenos principios, por más que no volviera nunca a declarar que profesaba la fe católica. Por otra parte, aún cuando en ningún momento en aquel tiempo entré en contacto con el judaísmo, pues mi papá, de quien lo heredé, no siguió su práctica ni me la impuso, como no fuera cuando actos sociales lo hubieran ameritado, nunca negaría mi origen judío, por más que nunca, tampoco lo hubiera o lo habría consignado en el renglón correspondiente de ningún papel que me lo solicitara.
Así, me pregunto cuál es mi identidad por lo que hace a religión, si judía o católica. Y cada vez más informada, sé que ninguna de las dos y que las dos, pues, cada vez más informada, sé que los principios básicos de cada una de estas dos religiones, si no son idénticos, al menos se parecen en lo fundamental, así como se parecen, en lo fundamental, a los principios de las otras religiones cristianas y aún a los del Islam, como se parecen, además, a los del sentido común y a los que la filosofía ha alcanzado hasta conformar lo que finalmente conocemos como civilización.
Soy lo que soy, o soy lo que doy la impresión de ser.
En pocas palabras, judía o católica, lo que siempre me he sentido, más que en particular por el ambiente familiar en el que nací y en el que en definitiva me formé antes, durante y después de haber aprendido los principios de la religión determinada que conocí. Es decir, lo que siento es que soy una persona de principios y con principios, independientemente de cuáles religiones heredé, así las hubiera seguido o no, o como quiera que las hubiera seguido, o comoquiera que, por las razones que hubiera sido, hubiera abandonado su práctica. Soy lo que soy con naturalidad, sin mayores reflexiones en cuanto a qué grado o de qué manera hubieran podido influir estas religiones heredadas en mi identidad.
Sin embargo, y a lo largo ya de siete décadas, me he encontrado en un sinnúmero de situaciones diferentes en las que, para los demás, he sido identificada, sin mayor averiguación, a simple golpe de vista, como judía, para bien o para mal.
He pensado que en parte el hecho ha respondido a mis rasgos y, cuando ha sido el caso, a mi nombre, y me he acostumbrado a que esta circunstancia sea así, y a que esta verdad a medias forme parte intrínseca de mi identidad. Pero confieso que reconozco que la cuestión de los rasgos tampoco explica por qué paso más por judía que por cristiana, pues se trata de rasgos que aunque, por lo que hace a la identidad por vía de la nacionalidad, también son heredados, lo que son es libaneses, aunque concedo que, por lo que hace a la identidad por vía de la religión, lo que son es mixtos, ni judíos o cristianos, sino eso, mixtos, judíos y cristianos.
Aclarar a los demás, cuando son judíos o católicos practicantes, dogmáticos, que en realidad mi origen es mixto por lo que hace a la religión (como lo es por lo que hace a la nacionalidad), ya sea que me cause serios problemas de diferentes tipos o bien, lo que quizás sea peor, ya sea que no me sirva de nada cuando de lo que se tratara fuera de salir de un aprieto debido a la impresión que doy de ser judía, practicante o no.
Dos experiencias en este sentido hablan por sí mismas. Una se refiere a cuando, tras un accidente de tránsito que sufrí, dos señoras pegaron la cara a la ventanilla de la portezuela de mi coche y una de ellas, con sólo verme, le dijo a la otra: Ayudémosla; es paisana
, y me pasaron a su casa. Y fue cuando, al ver la estrella de David en el muro a la entrada, entendí el peligro que corría si les explicaba que, si bien sí era su paisana judía, también era cristiana.
La otra experiencia representativa sucedió en la estación de tren de Munich, cuando pedí a la empleada que me buscara un hotel y ella, con sólo verme, me hizo a un lado y dio mi turno al viajero siguiente.
Así, mi conclusión, es que como te ven te tratan, herencias, principios y explicaciones aparte.