|
||||
Consumo y producción: compartiendo Liza Covantes Torres Colectivo Zacahuitzco [email protected] Facebook: zacahuitzco Facebook: mawiok1
En mayo de 2015, un grupo de familias nos reunimos para discutir sobre algunas dificultades que enfrentábamos para sobrevivir como habitantes de una ciudad y un país tan complejos, con desempleo, violencia, inflación y con dificultad para acceder a alimentos sanos. Se trata de un entorno que nos impide ejercer algunos de nuestros derechos humanos, entre ellos la alimentación adecuada, la salud y el medio ambiente sano. De inmediato supimos que si nos organizábamos podríamos ejercer, de motu proprio, los derechos mencionados e iniciar un camino de práctica concreta de solidaridad para enfrentar la adversidad social y económica. Nos conformamos como una cooperativa de consumo de productos sanos. El objetivo inicial fue abastecernos de alimentos básicos no transgénicos, sin venenos, hormonas ni aditivos sintéticos, adquiridos fuera de las grandes cadenas comerciales, directamente de pequeños productores o transformadores, haciendo pequeños círculos de economía solidaria al eliminar la entrega del dinero de nuestras familias a corporaciones y utilizarlo para beneficiar directamente a participantes de los pequeños círculos. En segundo término, nos planteamos el papel de productores que podemos desempeñar en un momento dado. Algunas de las familias fundadoras del grupo participaron como consumidoras y productoras. Decidimos que el eje de acción del grupo es el intercambio: de productos por dinero, de productos por otros productos, de productos por servicios o intercambio de saberes. Denominamos a nuestra cooperativa Colectivo Zacahuitzco, de consumo-producción-intercambio. El inicio fue complicado: no había cadenas de abasto. Gracias a relaciones con productores pudimos iniciar nuestra compra grupal, con la cual asumíamos ante quienes producen o transforman un alimento el compromiso de consumo frecuente en un volumen mínimo seguro, a fin de darle certeza a su proceso productivo. El abasto inició con un listado de 20 o 25 productos alimenticios, algunos frescos y otros transformados. Al año el listado se había triplicado y el número de participantes también había crecido. Sin embargo, durante el primer año no logramos el abasto de granos básicos como frijol, arroz ni maíz. Esa dificultad se debía a nuestro tamaño, que dificulta un volumen de compra atractivo o costeable para productores pequeños. Era complicado que las organizaciones campesinas amigas nos pudieran abastecer en volúmenes menores a 500 kilos. En mayo de 2016, durante una visita a campesinos agroecológicos de Tlaxcala, conversamos sobre la posibilidad de sembrar frijol para nuestro colectivo, en una cantidad apropiada para nuestra capacidad de consumo. Así, en sólo dos semanas decidimos iniciar una experiencia nueva, inédita para el productor y para nosotros como consumidores y poco practicada en México, pero de la cual ya había experiencias previas en Francia y otros países. Desde hace más de 10 años, en países como Francia y España se practica la Agricultura de Responsabilidad Compartida (ARC) o Agricultura Apoyada por la Comunidad (Community Supported Agriculture). Se trata de una agricultura que ocurre sí y solo sí una comunidad, una colectividad específica la apoya para hacerse realidad y satisfacer las necesidades de los involucrados. Una práctica totalmente alejada del mercado, materializado en unos cuantos empresarios o corporaciones que lucran con alimentos. La nueva relación implicó mucho mayor compromiso y algo difícil de comprender para la mayoría de consumidores: una compra anticipada de alimentos que no existen al momento del acuerdo, por los cuales se paga el total o un anticipo. Esto se hace asumiendo que el clima, principal elemento de incertidumbre en la agricultura, puede jugarnos mal y limitar la producción, de tal forma que, si algo falla, perdemos ambas partes y no sólo el productor y su familia.
Otra posibilidad de afectación de la producción puede ser la perdida de salud del productor o sus familiares, o simplemente, como ocurrió en septiembre pasado, la acción de un sismo que ha destruido sus viviendas e interrumpidos sus procesos productivos. Así, nuestro ejercicio de un primer Acuerdo de Responsabilidad Compartida fue con el productor Pedro Popocatl, de Tlaxcala, para producción de frijol agroecológico en 2016, en un espacio de un cuarto de hectárea (2,500 m2). El segundo acuerdo en este 2017 fue para una superficie cuatro veces mayor: una hectárea, pues familias de Tlaxcala, Texcoco y Puebla decidieron sumarse. Como efecto positivo y multiplicador del ARC en Tlaxcala, en diciembre de 2016 el compañero productor de hortalizas del Colectivo, Felipe Casas, nos planteó hacer lo mismo con su familia en San Gregorio Atlapulco, Xochimilco, a fin de tener un abasto de verduras libres de veneno de sus parcelas, producidas ex profeso para el Colectivo, a partir también de un ARC con sistema de prepago para el abasto continuo por un número de semanas determinado. El paquete se compone de productos de la chinampa, y en ocasiones se complementa o diversifica con productos de otros pequeños productores conocidos, que también han hecho un esfuerzo por eliminar venenos e incorporar técnicas agroecológicas. La experiencia del ARC en San Gregorio lleva apenas 10 meses, y a pesar de que pocas familias participan en él, son muchas las que se han beneficiado del consumo de verduras en el 2017. Hemos consumido ya cientos de lechugas, acelgas, cilantro, espinacas, kale y otras coles, perejil, verdolagas, arúgula, calabacitas, quintoniles, chayotes, chilacayotes, nopales, elotes, tomates, jitomates y chiles, entre otros. Uno de los retos sigue siendo la diversidad de verduras, para el productor y para los consumidores, un proceso de aprendizaje para ambos. El productor antes sólo sembraba ciertas verduras para el “mercado”. El consumidor come pocas verduras o desconoce cómo prepararlas. Los consumidores estamos acostumbrados a las verduras del tianguis o el supermercado, pero desconocemos que el proceso productivo puede tomar 3, 4 o hasta 5 meses, o que hay productos de temporada y que además del clima, hay otros elementos que influyen en lograr una cosecha exitosa. El sistema chinampa es altamente productivo y hemos logrado una producción que desafortunadamente es mayor a nuestra capacidad de consumo, por lo que una parte se malbarata para otros consumidores que desconocen el proceso productivo y el sostenimiento del mismo a partir de un ARC, que implica el subsidio de los involucrados en el acuerdo y trabajo no remunerado de mucha gente. El sismo del 19 de septiembre afectó las parcelas chinamperas y la producción se ha perdido en buena parte, lo que implica la acción directa de las familias consumidoras para contribuir con la familia productora al restablecimiento de la producción de nuestras verduras. Ahora el Colectivo Zacahuitzco tiene una nueva experiencia en puerta. El 14 de septiembre pasado acordamos en Jojutla, con la Unión de Arroceros de la Región Sur de Morelos, llevar a cabo un proyecto experimental para la transición agroecológica del arroz en el año 2018, bajo los principios de la ARC. El ejercicio ahora incluye a profesores de agronomía de la UAM y a otros consumidores organizados. Esta historia está por nacer, si bien con el sismo se complica el reto. Sin embargo, es una gran motivación la enorme respuesta espontánea de solidaridad de la sociedad, señal de que tenemos esperanza y somos capaces de reinventar nuestro país.
|