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“De maíz su carne y su corazón”
Jesús Ramírez Cuevas Las milpas hacen comunidad y dan sustento a los pueblos indígenas y campesinos. Las semillas heredadas de sus antepasados por miles de años y el modo de sembrarlo a través de la milpa, son bienes comunes imprescindibles para el sustento material y espiritual de la nación. La milpa ayuda a mantener la integridad de los territorios y comunidades campesinas, y promueve la diversidad biológica, agrícola y cultural de México. Es una propuesta para un futuro sostenible y a la mano. El trabajo en milpa es el camino comunitario hacia la reconstrucción nacional. En 2016 hice el documental “Corazones de maíz, la milpa nahuat y totunakú” (producido por las Cooperativa Tosepan Titataniske y Monopie), un acercamiento a esas culturas. El documental aborda el origen mítico del maíz y la relación de los nahuats y totonakús con el grano y su modo de hacer la milpa. Estas notas son resultado de ese encuentro con nahuats de la sierra nororiental de Puebla, “los que hablan la lengua de sonido agradable” y con totonakús, “la gente de tres corazones” de una región del Totonacapan. La hormiga roja y el Niño Dios Maíz Cuentan los sabios nahuats de la Sierra Nororiental de Puebla que el maíz nació en una cueva de la montaña, donde lo pusieron los dioses. La hormiga arriera encontró el grano y se lo mostró a los primeros mexicanos y los guió hasta la cueva. Según la tradición, el primer maíz fue rojo, los nahuas lo llaman tsikataol, tsika-t, que significa hormiga arriera y taol. Hay un héroe mítico entre los nahuats, Sentiopil, el “Niño Dios Maíz”, que nació de un maíz rojo. Sentiopil enseñó a los primeros hombres a sembrar y a cocinar el grano, los adiestró en la agricultura y les dio la danza y la música para celebrar la vida y venerar a los ancestros. En relatos, cantares y leyendas nahuats y totonakús, el maíz es deidad, es la materia con que los dioses hicieron a los primeros humanos, es la razón del calendario agrícola y festivo. Del teocintle al maíz; de la recolección y la caza a la agricultura Del teocintle nació el maíz, gracias a la sabiduría y el trabajo campesino milenario. La selección de semillas se hizo año, con año, por generaciones. Mejorando la planta, haciendo que el grano se fortaleciera y la mazorca se hiciera más grande hasta crear el maíz.
México es centro de origen del maíz; su cultivo permitió el sustento de poblaciones más grandes y el surgimiento de las civilizaciones de Mesoamérica. Desde su origen mítico, maíz y pueblos indios de México forman parte de la misma historia. Según la tradición, el hombre y el maíz fueron creados juntos. Con la agricultura el hombre creó el maíz y el maíz hizo al hombre mesomericano, a través de la milpa. En la intrincada orografía de México, la diversidad biológica coincide con la diversidad cultural. Hay maíces de tan distintos tipos, colores y tamaño, como pueblos y culturas indígenas. En todo el territorio han evolucionado 64 razas y cientos de variantes, que se han adaptado a variados climas y geografías. “Nuestro sustento, que genera movimiento” Al maíz en nahuat se le llama “tlaolli”, “nuestro sustento”, “que genera movimiento”. La vida campesina gira y se mueve en torno al cultivo y aprovechamiento del tlaolli, de la milpa y otros cultivos. Según los nahuats “nuestra carne está hecha de maíz, frijol, chile y de todo lo que da la tierra”. Es tan profunda la relación de los totonakús con la madre tierra que al cuerpo le llaman tiyat liway, “tierra-carne”. Tiyat, significa tierra, nuestra madre que nos alimenta; y liway, nuestra carne. En el ciclo de la vida, al morir regresa el cuerpo a ella para alimentarla y nacer de nuevo en el maíz y las plantas de la milpa. La milpa del sol y la milpa del agua Los nahuas y totonakús son hijos de la tierra y de la milpa. La palabra milpa deriva del náhuatl milli, que significa “parcela sembrada”. La milpa tradicional encierra infinidad de saberes antiguos que se transmiten de generación en generación y continúan vigentes hasta el presente. El trabajo en la milpa contribuye a la biodiversidad y al sostenimiento de la comunidad. La ayuda mutua entre las plantas se extiende a la ayuda mutua entre la gente. El maíz nació para toda la humanidad El trabajo en la milpa generó prácticas comunitarias: la mano vuelta, el apoyo entre campesinos, el yo te ayudo y tú me ayudas… La reciprocidad. La milpa para los totonakús es la extensión del monte. Antes de sembrar piden permiso al dueño del monte y a la serpiente Kuxi luwa que cuida el cultivo.
Los nahuats dejan que las mazacuatas cuiden la milpa. Celebran una ceremonia en la que con humo de copal bendicen las semillas y luego riegan con agua bendita en las cuatro esquinas del terreno en donde colocan cruces de palma para proteger la siembra de plagas y tempestades o heladas. La forma de cultivar el maíz está condicionada por la orografía: la mayoría de los campesinos de la región siembra en laderas y pequeñas planicies. En la vida campesina los ciclos temporales y parte de las actividades religiosas y sociales giran alrededor de los tiempos marcados por la agricultura. La producción de maíz se fundamenta en la mano de obra familiar y el uso de tecnologías tradicionales, la producción es de autoconsumo y normalmente no alcanza para todo el año. El calendario agrícola de nahuats y totonakús marca dos siembras por año, el Tonamile y el Chopamile. El Tonamile o milpa del sol, se siembra en invierno –el 12 de diciembre, día de Tonaltsin, nuestra madre tierra– y se cosecha en verano. El Chopamile o milpa del agua se siembra en verano y se cosecha en invierno, de julio a diciembre, de la época de lluvias y el otoño a los fríos invernales. Se prepara la tierra. Se seleccionan las semillas. Se siembra con coa. Tres meses después viene la doblada de las plantas para evitar que el viento y la lluvia las tumben y pueda seguir creciendo el maíz. Luego se cosecha y se guardan ya secas las mazorcas. Por eso decimos: las milpas hacen comunidad y dan sustento a los pueblos indígenas y campesinos.
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