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Paisaje alimentario como Julieta Ponce-Sánchez Nutricionista de COA Nutrición [email protected]
Más vale malo por conocido, que bueno por conocer Asegurar la ingestión de alimentos sanos en México es un reto frente a las preferencias de los consumidores. Según Zygmund Bauman, “la comida entra por la cabeza, no por la boca”, entonces lo comestible a la vista forma un paisaje alimentario cuyas imágenes marcan lo conocido en la mente. Por lo tanto, lo invisible –aunque sea saludable– estará en el terreno de lo desconocido, en la desconfianza primaria. Durante la formación de hábitos, las personas inclinan su consumo de acuerdo con la confianza en la experiencia por vivir; en buena medida la publicidad dentro del hogar, así como la alacena, el refrigerador, la estufa y la mesa, son el paisaje alimentario más próximo a la intimidad. De acuerdo con la Encuesta de Salud y Nutrición de Medio Camino, son pocos escolares los que consumen alimentos recomendables de forma regular y la tercera parte de ellos (33.2 por ciento) vive con sobrepeso u obesidad. Ni siquiera la mitad (45.7 por ciento) de los escolares consume fruta, pero la mayoría (ocho de cada diez) toma refresco o bebidas azucaradas, mientras dos millones viven sin consumir agua. Sólo uno de cada cinco escolares mexicanos acostumbra verduras, esto es aproximadamente diez millones de niños dejan de comer vegetales como parte de su dieta. De forma contraria, los cereales de caja son cada vez más comunes tanto en zonas rurales como urbanas. Uno de cada dos escolares incluye este tipo de cereales procesados. Las tendencias del mercado de cereales para desayuno en México reportan que ocho de cada diez niños de entre tres y 12 años los consume de dos a siete veces por semana. Preocupa además cómo las botanas, dulces y postres han penetrado de igual manera la ciudad y el campo mexicanos, y cuentan con una preferencia de consumo de 61.9 por ciento por parte de escolares. Por otra parte, las tortillas de maíz y el frijol cayeron a la mitad en la predilección de la población en tan sólo tres décadas. Suman casi cinco millones los escolares que nunca consumen leguminosas. Cuando se habla de bebidas peligrosas para la salud, pensamos en el refresco. Pero también las bebidas derivadas de lácteos con azúcar añadida deben controlarse porque cuatro de cada diez escolares toman yogures y leches saborizadas de manera habitual. Dentro de los productos menos recomendables, los embutidos como salchicha y jamón, son consumidos por la tercera parte de la población infantil mexicana. Además las salchichas mantienen los precios más bajos durante el año, y su consumo entre los sectores menos ricos reporta jugosas ganancias a los industriales. En suma, si los productos industrializados con sustancias potencialmente peligrosas se publicitan entre públicos infantiles, y además forman parte del paisaje alimentario del hogar, seguirán en la base de las preferencias alimentarias de las nuevas generaciones. Si la política alimentaria y nutricional necesaria para México se orienta solamente en la producción de una dieta sana sin desarrollar un plan estratégico de consumo, corremos el riesgo de tener excedentes de producción destinados a exportarlos con pobres beneficios para una visión prospectiva de gobernanza. En cambio, si la apuesta es por colocar los alimentos estratégicos mexicanos dentro o lo más próximos a los hogares, sería posible desatar innumerables procesos vanguardistas donde el gobierno implemente la estructura de disponibilidad y accesibilidad a los alimentos saludables, y la ciudadanía participe en la preferencia de consumo como parte de la autonomía en el cuidado propio de la salud.
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