19 de agosto de 2017     Número 119

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

El lado oscuro de los productos procesados de consumo

Xaviera Cabada Barrón Maestra en ciencias, investigadora del área de Salud Alimentaria de El Poder del Consumidor AC y miembro de Consumers International y de la Alianza por la Salud Alimentaria. Forma parte del equipo coordinador de IBFAN México. Actualmente labora en la dirección general de la Escuela Superior de Psicología de Ciudad Juárez


Pies que siembran camino, 2008. Pies de hermosa campesina, mientras enseñaba con amor su milpa y el fruto de su trabajo en su comunidad en Chiapas FOTOS: Xaviera Cabada

La invasión. Poco a poco los productos procesados de consumo se han ido introduciendo en la médula de nuestros núcleos, en nuestras familias, nuestras despensas, el centro de nuestra cocina. Conforme fueron cambiando los modelos económicos, la exposición a los alimentos procesados fue aumentando, hasta el surgimiento de las grandes empresas transformadoras de alimentos a productos procesados y ultraprocesados a la gran escala que conocemos hoy.

Entre las estrategias más efectivas que usan (y siguen empleando desmedidamente), está la mezcla de mentiras con verdades. Verdades populares de conocimiento común y mentiras sofisticadas difíciles de entender. Estando juntas, la tendencia de aprendizaje es asimilar ambas. Dado que la verdad popular fue asimilada inmediatamente sin cuestionar, la mentira sofisticada se cuestiona poco y se asimila. Subjetiva y discretamente, el mercado ha estado induciendo su información que ha logrado confundir, matizar y así generar mayores consumidores.

¿Qué estamos comiendo? La población se encuentra inmersa en un mundo de productos de consumo tipo chatarra disfrazados de sanos: barritas “integrales”, yogures, leches saborizadas, licuados envasados, jamón, salchichas de pavo, productos cárnicos producidos en masa, quesos tipo (aquéllos adicionados con manteca vegetal), margarinas, la mayoría de los panes integrales, cereales de caja o galletas, bebidas energéticas, jugos, tés, bebidas “hidratantes”, algunas sopas, frijoles enlatados y en bolsa, gelatinas, mayonesas, cátsup, aderezos, salsas para cocinar, alguna comida congelada, alimentos para niños pequeños, fórmulas infantiles…


El fruto de la cosecha, 2013. Estos frutos fueron sembrados y cosechados por una mujer citadina sin conocimiento alguno de siembra (la autora del texto y de las fotos), en el patio de su segundo hogar en el barrio de Santa Úrsula Coapa, Ciudad de México.

Entre los factores en común que gran parte de estos productos tienen están: rojo allura, amarillo 5 o tartrazina, amarillo 6 o amarillo ocaso, entre otros (colorantes artificiales que provocan hiperactividad y déficit de atención en niños); caramelo IV (catalogado como cancerígeno); jarabe de maíz de alta fructosa y otros azúcares químicos; aceites hidrogenados o parcialmente hidrogenados (asociados a padecimientos como diabetes, obesidad y otras enfermedades metabólicas y del corazón, aterosclerosis, por citar algunos padecimientos y complicaciones).

Además, existen endulzantes artificiales como el aspartame, asesulfame K, neotame y sucralosa, que generan gusto por los sabores intensamente dulces, inducen a consumir vorazmente y se asocian con otros padecimientos (no son recomendados en niños), y el glutamato monosódico, que es neuro y citotóxico).

Hay muchos otros ingredientes: BHT, BHA, TBQH (antioxidantes que provocan irritación, toxicidad, tumores en hígado y linfomas), dióxido de titanio (fuerte irritante que puede provocar lesión renal), carragenina (asociado con sangrado intestinal), almidón modificado de maíz (principalmente proveniente de maíz transgénico, el cual se cultiva con agroquímicos dañinos al medio ambiente, a diversas especies como las abejas y a los humanos). Y también las harinas (trigo, arroz, avena, maíz, etcétera), aceites (palma, soya), azúcares y sales, todos refinados y en cantidades elevadas.

En nuestras despensas seguramente encontraremos algún producto con uno o varios de los ingredientes mencionados. Evita en la mayor medida posible todos estos ingredientes, pues tienen algún tipo de efecto adverso en la salud. Ello revela que son componentes de mala calidad.

En gran parte de la población, el gusto por los alimentos naturales se ha visto mermado porque estamos demasiado habituados a los sabores intensos de los productos de consumo; estrategia utilizada para asegurar mayor cantidad de consumidores. Las grandes empresas que los producen viven a costa de la salud de la gente.

Asimismo se han logrado infiltrar en el sector agrícola, de tal manera que las y los agricultores y campesinos de pequeña y mediana escala de producción no tienen oportunidad.

En México el campo sobrevive. Si éste se encuentra aún de pie es por todos nuestros campesinos que salvaguardan la tierra, la historia, la cultura, las formas ancestrales, las tradiciones sanas y el amor a la siembra y a las familias. Sobrevive, pero agoniza como consecuencia de toda la transgresión que ha sufrido.

Juntos podemos lograr grandes cambios. Es importante estar sensibles a la importancia de lo que es el alimento en toda su complejidad. Jamás igualar o equiparar un producto procesado a un alimento. Hay que valorar todo lo que el alimento lleva consigo, desde la siembra de la mano del noble campesino, el trabajo y amor que involucra el cultivo de un alimento sano, libre de químicos, hasta la cultura que hay detrás, la familia, la evolución impresa en su pulpa y su savia.

Algunos mensajes claves introducidos por la industria

No existen alimentos malos o buenos, sino el equilibrio de los mismos. MENTIRA: el mercado considera alimentos a algunos productos de consumo, pero éstos son de riesgo para la salud.

Es un problema del individuo. MENTIRA: es un problema de salud pública.

Lo importante es la educación. MENTIRA: depende de qué tipo de educación y quién la proporciona. La industria promueve sus propios programas para inducir sus mensajes.

La industria puede ser parte de la solución y trabajar en conjunto con gobiernos y organizaciones civiles. MENTIRA: no se puede negociar con quien tiene fuertes conflictos de interés.

Otras acciones en que podemos revolucionar:

Cocinar. El proceso de cocinar es un hábito que se debe enseñar a las siguientes generaciones. Re-aprender a hacer tortillas, nixtamal, moler los granos (o la utilización de harinas integrales). Valorar todo el conocimiento inmerso en la cocina.

Amamantar. Defendamos todos a toda costa naturalizar el derecho a amamantar.

Sembrar. Lo que sea, pero siembra: un frijol, una semilla de tomate, un grano de maíz... Consigue una planta, cuida una flor, adopta una planta de olor. Fíjate en su crecimiento, su proceso, sus necesidades y sus tiempos.

Leer. Entérate de a quién le compras, qué compras y su procedencia. Lee los ingredientes de lo que compras, o mejor dicho, de lo que inducen a nuestras despensas sin darnos cuenta.

Recordar. Debemos recordar que nuestro alimento es nuestra medicina. Todos los alimentos naturales provenientes de fuentes sanas tienen propiedades medicinales. Absolutamente todos. También recordemos que el alimento es parte de nuestra historia, nuestra cultura, nuestra esencia como humanos.

Amar. El amor es la fuerza más científica que existe, como se ha comprobado una y otra vez a lo largo de la historia de la humanidad: una de las fuerzas más potentes que impulsan al ser humano para lograr equilibrio, salud, gozo y felicidad.

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