|
|||||
Estado de México Sistema milpa en comunidades originarias Rocío Albino Garduño, Horacio Santiago Mejía, Diana Bailleres Landeros, Marco Antonio Lemus Ramírez y Liliana González Pérez Profesores investigadores de la Universidad Intercultural del Estado de México [email protected]
En la región noroeste del Estado de México habitan mazahuas y otomíes, dos de los cinco grupos originarios de la entidad. Para estas comunidades, el cultivo de maíz es estratégico por seguridad alimentaria. Una familia de ocho integrantes consume en promedio tres kilos de tortilla al día, además del maíz transformado en formas típicas como tamales de capulín, atole, tamales agrios y sendechjo (bebida fermentada de maíz). A la milpa se le reconoce como el espacio en que se cultiva maíz como especie principal, acompañado por haba, calabaza, chícharo, frijol, cempaxúchitl, tomate, quelites, forraje, plantas medicinales y flores. En el agrosistema milpa mazahua se han identificado hasta 74 especies vegetales. Las especies de la milpa son fuente de riqueza culinaria, que aportan carbohidratos y proteína económica a estas comunidades. La milpa se practica en superficies pequeñas que van de 0.5 a 1.5 hectáreas promedio por familia y se subdividen según el número de hijos. Es muy importante la eficiencia en el uso de la tierra. La mayoría de las parcelas están en pendientes abruptas susceptibles a la erosión del suelo. Si bien 97 por ciento de las parcelas se trabajan, su baja rentabilidad ocasiona que ésta no sea la única actividad laboral. De 103 personas entrevistadas en la región, cuyas edades oscilan entre 45 y 60 años, todas cultivan la milpa y tienen otro oficio: albañiles, taxistas, artesanos, profesores, etcétera. Los productores emigran durante la semana principalmente a la Ciudad de México, y en su ausencia el manejo de la tierra queda a cargo de la mujer, los abuelos y los niños. La disminución de la mano de obra para el deshierbe ha inducido al uso de herbicidas, lo que trae consigo el monocultivo, pues el frijol, la calabaza, el haba y los quelites no los toleran. Existen milpas diversas, que son faros agroecológicos sobre las diferentes especies que pueden usarse ante el inminente cambio climático, y que además nos conducen a reencontrarnos con la dieta saludable de la milpa, con la que hemos co-evolucionado.
Ante el problema complejo del campo, se requieren estrategias agrícolas que contribuyan a soluciones con pertinencia cultural económica y ambiental, sin dejar los cultivos básicos. El sistema Milpa Intercalada con Árboles Frutales (MIAF) es una alternativa sustentable. Ha sido desarrollado por investigadores del Colegio de Posgraduados (doctor José Isabel Cortés Flores) y del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (doctor Antonio Turrent Fernández) en los 30 años recientes. Su base es el conocimiento campesino del sistema milpa tradicional de Puebla, la experiencia en terrazas de muro vivo y los fundamentos de la productividad de agrosistemas, que permiten intensificar el uso de la tierra con principios agroecológicos; esto es, en una parcela con monocultivo puede haber de 700 a mil árboles frutales por hectárea, y en una segunda parcela, milpa. Ambas pueden estar en una única parcela de la MIAF. Se trata de un sistema de cultivo múltiple, en el cual el maíz (componente central), más plantas de baja altura (preferentemente leguminosas) y árboles frutales con demanda en el mercado, están intercalados en franjas. Los frutales plantados en alta densidad, perpendiculares a la pendiente del terreno, forman un filtro de escurrimiento que disminuye la erosión del suelo. La producción de fruta subsidia al maíz y aporta mayores ingresos a los campesinos. Por otro lado, el manejo de frutales requiere de un conocimiento especializado que no todos los campesinos tienen. Según Robertony Camas, la MIAF genera 3.3 salarios mínimos y puede incrementarse con estrategias adecuadas de manejo. El sistema ha comprobado su pertinencia, adopción y masificación con campesinos de Chiapas, Oaxaca y Puebla. Desde el 2014 se promueve en comunidades mazahuas y otomíes de la región noroeste del Estado de México, a través de la Universidad Intercultural del Estado de México (UIEM). La UIEM es una de las 11 universidades de México cuyo objetivo es formar profesionistas solidarios y comprometidos con el desarrollo económico, social y cultural de sus comunidades y del país. Este modelo integra el eje de vinculación con la comunidad como actividad articuladora entre la problemática comunitaria y la docencia.
Así, el estudiante de la UIEM es el protagonista y el puente que conecta a su comunidad con la universidad. Actualmente, un equipo interdisciplinario de investigadores, estudiantes de desarrollo sustentable y comunicación intercultural y sus familias campesinas han establecido parcelas experimentales y demostrativas en comunidades mazahuas de los municipios San Felipe del Progreso (El Ejido y San Nicolás Guadalupe), Jocotitlán (San Juan Coajomulco), El Oro (Santa Rosa de Lima) y en la comunidad otomí en Acambay (Ganzda). La experiencia ha fortalecido los lazos familiares y la formación profesional de los estudiantes. La investigación realizada en la parcela del productor ofrece resultados aplicables a nivel regional. El aporte de esta experiencia a la MIAF ha sido la utilización de especies locales para revertir el problema del monocultivo de maíz y la dependencia alimentaria. Se han identificado especies de árboles frutales nativos, criollos y mejorados para su uso en el sistema, y se han reincorporado a la milpa especies como frijol de guía, tomate de cáscara, haba, chícharo, calabaza, cempaxúchitl y los maíces nativos. El equipo de trabajo planea una estrategia de escalamiento de la MIAF, que incluya al mercado regional de sus productos y la extensión social. Para ello se han elaborado videos y está en proceso la impresión de materiales y su traducción a las lenguas originarias que favorezcan la implementación local del sistema.
|