19 de agosto de 2017     Número 119

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Cadenas cortas agroalimentarias
en México y América Latina

Eduardo Quintanar y Ana Ximena Pérez Desarrollo y Gestión Interculturales, UNAM 
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FOTOS: Eduardo Quintanar

En los años recientes los consumidores han perdido la capacidad de saber quién, dónde y cómo se producen sus alimentos, ante la imposición del mercado global, que dicta las formas de producción y consumo mediante el uso de poderes políticos y económicos que manipulan a la ciudadanía mediáticamente y dejan a los productores en desventaja para competir. Sin embargo, cada vez existe mayor preocupación por los potenciales daños a la salud derivados del uso de químicos e intervención genética en la producción de los alimentos, por las afectaciones a la biodiversidad y la erosión de los suelos resultante de los monocultivos y por el empobrecimiento campesino causado por las industrias alimentarias.

Como respuesta a la problemática alimentaria se han constituido las cadenas cortas agroalimentarias, sistemas de producción y comercialización de alimentos con diversos objetivos: producción mediante métodos agroecológicos; disminución o eliminación de intermediarios comerciales; mejora de la dieta alimenticia de la población; generación de nuevos mercados, y revaloración de productos que han ido perdiendo importancia en el consumo y generación de identidad en los productos por su carácter de local, tradicional y de pequeño productor.

Las cadenas cortas agroalimentarias incentivan la creación de lazos de comunicación, intercambio y compromiso entre productores y consumidores. Los temas alrededor de comercio justo, responsable y solidario son la base para que las cadenas cortas tengan éxito en el mediano y largo plazos. En los años recientes han tenido gran aceptación y cada vez se abren más espacios para su creación, ya que gracias a estos sistemas de comercialización los consumidores pueden obtener productos locales, sustentables y de temporada. Y pasan de ser consumidores pasivos a agentes activos de su propia alimentación. Por su parte, los productores aumentan la valoración de su producción, disminuyen sus gastos de transporte, obtienen mayor ganancia al vender directamente al público y contribuyen a la conservación y transmisión de conocimientos tradicionales que, a su vez, aportan al cuidado del medio ambiente y sus recursos naturales.

Existen distintas formas de desarrollar las cadenas cortas, adaptándose a variados conceptos y mercados, entre ellas: venta directa en zona de producción, en eventos locales, en mercados y ferias; venta en tiendas de los productores; reparto a domicilio; venta de sobrantes de autoconsumo (huerto urbano, milpa), y venta por internet o por convenio entre productores y organizaciones privadas o públicas.

Las cadenas cortas agroalimentarias se presentan en diferentes espacios en México y América Latina, con iniciativas surgidas desde la sociedad civil, académicos y sectores gubernamentales: La participación de los diversos actores sociales es importante a fin de que estas iniciativas funcionen para productores y oferentes de alimentos.

Experiencias en América Latina. La opción de venta directa en mercados resulta ser una de las más eficaces de estas cadenas de comercialización debido a que se fortalece la relación campo-ciudad de forma directa. La posibilidad de que los consumidores conozcan en persona a quienes se dedican a producir sus alimentos, productos esenciales de vida, genera en ambos la sensibilidad para adquirir los derechos y las responsabilidades que propone la ciudadanía alimentaria.

En Bogotá, Colombia, a principios de siglo la organización no gubernamental Instituto Latinoamericano para una Sociedad y un Derecho Alternativos (ILSA) trabajó en conjunto con el distrito capital para desarrollar una política pública distrital de ruralidad, a fin de coordinar el proyecto Mercados Campesinos, realizado con recursos financieros de la Unión Europea, mediante la gestión de Oxfam Gran Bretaña y con aportes de la Secretaría Distrital de Desarrollo Económico de la Alcaldía Mayor de Bogotá.

Los Mercados Campesinos en Colombia en todos los casos hacen uso de plazas y parques públicos, donde consumidores de todas las clases sociales pueden adquirir productos frescos y de temporada directamente de manos del productor. En la dinámica se calcula la participación de ocho millones de consumidores potenciales y más de tres mil familias campesinas de la región central del país.

Otro caso es Brasil, donde la agroecología es política pública y tiene una gran tradición de modelos alternativos y de consumo. En Porto Alegro existe el mercado orgánico más grande de Latinoamérica, y en la actualidad se están construyendo nuevos modelos para la comercialización y el abasto en todo el estado de Río Grande do Sul. Allí la distribución se realiza por varias ciudades por medio de rutas establecidas en las que se van dejando productos a los consumidores.

En el caso de México existen desde hace años mercados alternativos en varias ciudades del país como Bosque de Agua, que comenzó en Metepec, Estado de México, y ha ido generando un modelo que se está expandiendo a varios puntos de la Ciudad de México y Querétaro. Este mercado busca ofrecer productos orgánicos y agroecológicos dentro de un sistema de participación de garantía, en el que productores, consumidores y otros actores sociales se involucran para revisar que los procesos de producción cumplan con criterios de calidad e inocuidad para ofrecer certeza a los consumidores. De esta forma, se fortalece la confianza en las cadenas cortas de comercialización. Existen mercados de cadenas cortas en San Cristóbal de las Casas, Guadalajara, San Luis Potosí, Xalapa, Coatepec y Oaxaca entre otros. En México también existen grupos de consumidores que se organizan para hacer compras a productores y organizaciones con esquemas de comercio justo y solidario.

Otro canal de cadena corta es el de huerto urbano, donde se genera autoconsumo y comercialización. En la ciudad de Rosario, Argentina, comenzó como una iniciativa de la sociedad civil y académica para mejorar la calidad alimentaria de sectores sociales marginales. Se empezó a trabajar en los huertos y pronto se escaló la producción. Lograron el interés de las autoridades municipales, que creó espacios para la comercialización de los excedentes.

A manera de conclusión, las cadenas cortas de comercialización tienen muchas ventajas sociales, ambientales y económicas:

  • Intervienen menos intermediarios, por lo que las ganancias son directas al productor.

  • Se incentivan modos de producción que preserven al medio ambiente.

  • El consumidor adquiere poder al conocer quién, dónde y cómo se producen sus alimentos.

  • Y se valorizan productos que han jugado un papel esencial en la dieta de las poblaciones como los maíces, los amarantos, las quinoas y las papas, por mencionar algunos ejemplos.

El trabajo en conjunto de sociedad civil, instituciones y productores resulta esencial para el funcionamiento efectivo y justo de las cadenas cortas agroalimentarias, pues así los actores adquieren derechos, deberes y participación para que se dé el derecho social a una alimentación suficiente, saludable y de calidad.

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