ebo haber tenido 12 años cuando leí la frase Beau geste (Bello gesto). Era el título de una novela inglesa escrita por Percival Christopher Wren en 1924. La encontré en los libreros de mi abuelo materno en Ciudad Juárez, Chihuahua. La narración gira alrededor de la Legión extranjera francesa, donde se alistan los Geste, tres hermanos británicos.
El primero en enrolarse es Michael, apodado Beau, con el objeto de atraer hacia él las sospechas de robo de una joya de familia y salvar de la infamia a su prima Isabel, amor platónico y trovadoresco. La fascinación que ejerce en el espíritu inglés la Legión extranjera, así como en jóvenes de otros lugares, se debe sin duda al heroísmo de soldados de una institución que acepta a todos los hombres, cualquiera que sea su nacionalidad o su pasado. Al ingresar en ella, todo se borra, excepto el ideal.
Si ya había caído en el vicio de la lectura, Beau geste me inoculó un anhelo de búsqueda de absoluto que daba un sentido más elevado a la existencia. No soy la única lectora, o lector, a quien esta novela, aunque lejos de ser una obra maestra, infundió la obsesionante pasión que es la búsqueda de un ideal.
Beau Geste Press, aventura editorial premonitoria y colectiva, situada entre 1972 y 1976, obedece a las aspiraciones, a veces utópicas, de jóvenes del mundo entero que, durante 1968, escogieron el lema: Sed realistas, pedid lo imposible
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Después de la matanza del 2 de octubre en Tlatelolco, el dibujante y pintor Felipe Ehrenberg, acompañado por la artista y editora Marthe Hellion, se instaló en Inglaterra. Después de Londres, la pareja decidió escapar a la trepidante vida urbana y vivir en el campo. Un cottage tranquilo en Davon, donde recibieron visitantes de variados países, Japón o Estados Unidos, México o Francia.
La aventura de Beau Geste Press no sólo fue antecesora del actual sistema de comunicación y distribución de las redes sociales existentes en Internet, al escapar a los monopolios distributivos gracias al sistema postal, también recuperó métodos artesanales de edición, al lado de las técnicas más modernas, para abaratar costos y personalizar experimentos conceptuales de los artistas que colaboraron en 75 publicaciones.
Testimonios verídicos, colectivos o personales de artistas reunidos en Davon alrededor de Felipe Ehrenberg y Marthe Hellion, como el historiador y matemático David Mayor, poseídos por un ideal. Por desgracia, los utopistas no ganan a menudo la batalla, aunque nunca pierdan la guerra. Frente a publicaciones como las de Beau Geste Press aparecieron libros más falsos unos que otros sobre mayo 68 o Tlatelolco. Los vampiros carnívoros de papel son voraces y no esperan a que la sangre de sus víctimas seque para satisfacer su deseo de vender libros repletos de errores o mentiras tan ruidosos, unos y otras, a semejanza de los gritos de indignación que lanzan para mejor engañar a lectores crédulos.
Tal es una de las razones para felicitar a Alice Motard, comisaria del Museo de Arte Contemporáneo de Burdeos, con motivo de la exposición concebida por ella a propósito de Beau Geste Press, donde se exhiben, en las salas del recinto, las ediciones que van de hojas mimeografiadas y engrapadas al lado de libros de arte, epístolas venidas de lugares remotos por personas deseosas de reflexionar sobre la creación artística, libros-objeto, fotografías. La sala dedicada a éstas muestra la rica evolución de este proyecto colectivo.
Felipe Ehrenberg, aparte de ser un artista original, es un gran viajero. Su conocimiento de varias lenguas le permite emprender el verdadero viaje, ése que lleva a conocer y a identificarse con espíritus distintos. Sao Paulo, Davon, Londres, Berlín, pero también la geografía recóndita de las ciudades, como Tepito en México, donde se dedicó a ayudar a las víctimas del temblor de 1985.
Acaso como él, esta exposición en Burdeos sobre Beau Geste Press debería viajar y exhibirse ahora en México.
