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Bibiana Camacho explica la trama de su novela Lobo, en entrevista con La Jornada

Angustia y terror nos anclan a la realidad; esos temas me encantan, dice autora
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Bibiana Camacho, en la librería Rosario CastellanosFoto Guillermo Sologuren
 
Periódico La Jornada
Sábado 29 de abril de 2017, p. 6

El peor miedo es el que produce lo que sí puede llegar a ocurrir, el que nos ancla a la realidad y es más atemorizante que lo sobrenatural, explica la escritora Bibiana Camacho con motivo la reciente edición de su novela Lobo.

Los temas que me encantan son la angustia, el miedo y el terror, pero no necesariamente de fantasmas o sobrenaturales, sino el que te puede anclar en la realidad. Es más terrorífico lo que sí te puede llegar a ocurrir, lo más cotidiano y cercano, expresa la autora en entrevista con La Jornada efectuada en la librería Rosario Castellanos.

En torno a esa obra publicada por Almadía, destaca: Me gusta mucho el miedo, jugar con él y mostrar sus distintas caras: es mutante y puede ir cambiando de acuerdo con tus circunstancias porque tú lo traes; surge más de ti que viene de afuera.

El libro Lobo, el cuarto publicado por Bibiana Camacho (CDMX, 1974), narra la estancia de Berenice en un apartado pueblo de Aguascalientes para ayudar a una investigadora universitaria, mientras se cumple la amenaza del arribo de unos extraños individuos.

Quería hacer el contraste tanto de la Ciudad de México con Lobo, pero la confrontación de la protagonista con ella misma y su realidad. Algo tenía que cambiar en ella, porque nos ocurre a todos que nos pasan desapercibidas muchas cosas hasta que te vas de donde estás viviendo y ves cosas que no habías observado. Ya andas en el transporte público y te trasladas de un lado a otro como si nada, pero la verdad es que la violencia y la inseguridad está flotando en el aire todo el tiempo.

La violencia flota en el aire

Bibiana Camacho resume la situación de México, que prohíja la narración: “Hay una violencia que está flotando en el aire y que parece que va a estallar en cualquier momento; aparentemente no está ahí, pero nos acompaña todo el tiempo. Va al lado tuyo dondequiera que vayas. En el Metro, en el transporte público, si vas a salir a provincia, si te vas a subir en un autobús o en el aeropuerto. Pero ya nos hemos acostumbrado poco a poco a eso, porque si no, no puedes seguir con tu vida cotidiana.

“Quería plantear la situación de que en cualquier momento puede estallarte la violencia en la cara, pero no sabes de dónde va a venir. Lo más lógico, por los tiempos que vivimos, es que va a ser el narco o el crimen organizado, que ya está aquí, y explote una guerra, pero puede que no sean ellos sino el pueblo, que ya está cansado.”

Lobo se relaciona con la obra del premio Nobel J. M. Coetzee, incluso el epígrafe es del escritor: La vida en el desierto nada enseña, a no ser que todas las cosas están permitidas, y su argumento entabla un diálogo con Esperando a los bárbaros, uno los libros más conocidos del sudafricano. Coetzee me encanta, es de mis favoritos. Tenía que estar algo ahí aunque yo no quiera, dice Camacho.

En la novela es muy importante la ambigüedad, la incertidumbre de que ya vienen, ya van a llegar pero jamás los nombran, por eso Berenice se angustia porque la gente del pueblo le advierte, pero nunca dice qué tipo de amenaza está por llegar, pero ella la siente, y la gente empieza a desaparecer.

Camacho reflexiona sobre la idea de las desapariciones, lacerante fenómeno en México. “Me interesaba mucho esa cara de la moneda, porque el tema de los desaparecidos es muy doloroso y algo aparentemente incontrolable. El vacío que dejan a las personas me parece devastador.

“Que se te desaparezca alguien y jamás sepas su paradero, si murió o no, dónde está o cómo la está pasando es muy angustiante. Es lo que muchos familiares de desaparecidos dicen: ‘Si supiera que está muerto y dónde llorar sus restos estaría más tranquilo’, pero esa incertidumbre de no saber qué pasó, dónde quedó, es devastadora. Y ese vacío no lo llenas con nada.

México se está transformando todo el tiempo pero, por desgracia, no a algo bonito o mejor. No sabemos a qué.