n las pasadas semanas el gobierno de México comenzó una estrategia de diversificación comercial en respuesta a las amenazas proteccionistas del presidente Donald Trump en Estados Unidos, porque finalmente parece que se han dado cuenta de la gran concentración y la elevada dependencia que la economía mexicana tiene respecto de la estadunidense. El éxito de esta nueva política delpaís dependerá en mucho del alcance y el contenido de los acuerdos que pueda suscribir la administración de Enrique Peña Nieto con otras naciones.
A manera de ejemplo, esta semana se realiza una serie de reuniones y negociaciones en Bruselas, Bélgica, para renovar y actualizar el Acuerdo de Libre Comercio entre la Unión Europea y México (Alcuem). Estos pactos o compromisos que puede adquirir el gobierno de México son muy importantes para el futuro de la actividad económica y política de los mexicanos, y para romper la elevada dependencia comercial respecto del vecino del norte. Las autoridades deberán abrir y compartir los avances y compromisos adquiridos en estas negociaciones y someterlos a consulta y aprobación de la sociedad, antes de que los firmen.
Lo que podría estar en juego es el respeto al control y la soberanía nacionales con relación a las industrias fundamentales, como las extractivas, incluidas energía y minas, las de tecnología avanzada en computación electrónica y control de procesos productivos, la producción agrícola y de materias primas, la propiedad intelectual, los servicios, el transporte o las adquisiciones en los sectores público y privado. En todas estas actividades, los países europeos tienen un gran interés e incluso inversiones que ya han sido desarrolladas en territorio nacional. Ninguna empresa multinacional de Europa se diferenciará mucho en ambiciones de las estadunidenses o las de cualquier otra parte del planeta.
Por eso es muy importante analizar con detalle con quién nos asociamos, con qué objetivos y propósitos, y calcular muy bien cuáles son las oportunidades y los beneficios esperados para los habitantes mexicanos. Además, debemos exigir que los acuerdos firmados sean transparentes y con respeto a los derechos laborales y humanos en todas sus operaciones.
Hace poco tiempo Canadá tuvo un fuerte debate interno durante su reciente negociación e intercambio con Europa para celebrar un Acuerdo de Libre Comercio. La presión de las organizaciones civiles, políticas y sindicales obligó a efectur cambios importantes en ese convenio, dado que es un país democrático con elevados niveles de transparencia, reglas claras contra la corrupción y una legislación que protege los derechos de trabajadores, los humanos y los del medio ambiente. Aun con estas bases jurídicas y de transparencia, el pacto se quedó cerca de ser aprobado y todavía se va a requerir que sea ratificado por las naciones europeas.
México por su lado, es un país muy deficiente en estas materias, por lo cual no está garantizado que se firme el acuerdo de libre comercio con Europa y menos si no se incluye un capítulo clave en materia de respeto a los derechos humanos y laborales de todos los mexicanos. Sería un grave error pasar de una dependencia comercial, como la que tenemos ahora, a otra diferente pero con el mismo fondo de explotación abierta o indiscriminada de los recursos naturales y de la mano de obra de México. Así que esta es la oportunidad para proteger a nuestras industrias, al campo y a todas las actividades económicas del país. No debemos permitir ni ahora ni en el futuro que la desigualdad y la pobreza aumenten sin que antes podamos sentar las bases sólidas de un crecimiento sano y equilibrado que fortalezca la economía nacional, la igualdad, la democracia y la prosperidad de los mexicanos.
Por otro lado, la situación en Europa, el enfriamiento de las relaciones comerciales con Estados Unidos y el interés de esos países por expandir sus actividades han planteado la posibilidad para ellos de abrir otros mercados como México, Mercosur o Japón, que contribuyan también a compensar la salida del Reino Unido de la Comunidad Económica Europea debido al famoso Brexit, el cual ya se inició de manera formal, aunque este proceso de separación tomará dos años para concluir el 29 de marzo de 2019. Inglaterra, por su parte, recientemente ha declarado que de ahora en adelante México tendrá prioridad y que buscarán ampliar y profundizar aún más las relaciones entre ambos países.
Esta situación se da en el contexto de una serie de amenazas del gobierno de Trump contra las políticas comerciales y los intereses de México. Sin embargo, los dirigentes políticos de nuestro país deben resistir las presiones del norte, desarrollar una política económica interna diferente, más eficiente, nacionalista y equitativa para aprovechar la coyuntura de esta guerra comercial mundial que está por desatarse y que en muchos lugares ya comenzó.
Tal vez es una buena señal que la administración de Trump haya compartido con su Congreso que buscará hacer cambios menores y modestos al Tratado de Libre Comercio entre Canadá, Estados Unidos y México, permitiendo imponer tarifas a las tres naciones cuando la apertura indiscriminada de las importaciones establezca una amenaza contra las industrias nacionales. ¿Será el principio de un cambio en la relación comercial deteriorada o una salida provisional a la nueva situación de la economía global? ¿Podrá el gobierno mexicano aprovechar esta aparente nueva estrategia, o repetirá los errores del pasado? Ya lo veremos pronto.