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La música y su hermana gemela, la poesía
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La cantante Nana Bryndis Hilmarsdóttir y Ólafur Arnalds
 
Periódico La Jornada
Sábado 25 de febrero de 2017, p. a16

Paz interior.

¿cómo poner en música el siguiente paisaje?:

una línea blanca es el horizonte. Islandia. Radiante luz. Blanco sobre blanco. El horizonte se pierde en una sólida traza nívea.

Ólafur Arnalds pone en música ese paisaje con tríadas, acordes lentos, melodías de encantamiento, gazas sonoras, velos blancos, pocas notas, tintinnábuli. Una música desnuda.

Y esa música nos ubica en el paisaje. Somos parte de esa sólida traza nívea. Y se suaviza. Se convierte en nuestra piel. En nuestra entraña.

El disco se titula Island Songs y es hermoso en extremo.

Escuchamos, al inicio, al poeta islandés Einar Georg Einarsson en su cantilación de ensueño. Lee, con hermosa sencillez y musicalidad, uno de sus poemas.

No necesitamos hablar islandés, porque nuestro corazón lo comprende: los versos de Einar nos proporcionan paz, mucha paz interior.

Y nos dice: todo estará bien.

Algunas palabras en islandés se parecen a vocablos en alemán. De manera que podemos dibujar el paisaje entero con apenas los pétalos de las flores (blumen), gotas de agua y la neblina/bruma apenas visible que estalla en el contraste de la luz radiante como un hermoso géiser.

El poeta Einar Georg Einarsson, quien ejerce como maestro rural, a la manera del músico campesino austriaco Anton Bruckner, puebla su poesía con su paisaje, el de su infancia, el que nos pertenece a todos. El poema que lee en el track inicial del disco Island Songs, de Ólafur Arnalds, pinta el paisaje también.

Al músico islandés Ólafur Arnalds lo dio a conocer el Disquero con uno de sus trabajos anteriores, en colaboración con la pianista japonesa/alemana Alice Sara Ott. He aquí el vínculo hacia aquella reseña:

https://goo.gl/BkY1sU

Este disco es un viaje. Con todo y los significados del vocablo viaje. Nos ubica en el paisaje, en Islandia. Nos transporta a universos paralelos. Nos hace volar, sin movernos de nuestro asiento. Y está grabado durante un viaje, el que emprendió Ólafur Arnalds el verano pasado durante siete semanas por siete pueblos de su natal Islandia, con una idea muy precisa en su cabeza: poner en música el paisaje de Islandia.

Y lo logró.

El resultado es uno de los discos más bellos de manufactura reciente.

Y es un proyecto redondo; incluye un filme, ideado por el propio compositor en complicidad con el cineasta Baldvin Z.

El filme está trazado en siete fragmentos, cada uno correspondiente a la música de cada track, la que hizo Ólafur en cada población islandesa con músicos que viven en esos lugares y cada uno de esos breves filmes está trazado en una sola toma. Tenemos, así, una deliciosa serie de siete planos secuencias que nos transportan, nos llevan, nos elevan.

Es entonces un álbum doble: el primero es un cedé con la música, tan bella, tan prístina, tan en estado de pureza y serenidad extrema; el segundo es un devedé con el filme, tan bello, tan poético, tan preñado de belleza.

Tan poblado de poesía.

El track seis, Particles, también es bello. Es un poema que coescribieron Einar Georg Einarsson y Ólafur Arnalds:

Here I am, floating in emerald sea.
Keep me dense,
Keep me still as can be.

Esos versos los entona Nana Bryndis Hilmarsdóttir, vocalista de la estupenda banda indie islandesa Monsters and Men.

Por cierto, quizá ese dato confundió a la colega del periódico británico The Guardian, que reseñó este disco, Island Songs, de Ólafur Arnalds, refiriéndose al autor como un indie-classical composer. Y más linduras: dice la colega que el disco vibra en melancolía hipster y arreglos azucarados. Como dicen en Veracruz: pasu. En fin, cada quien.

Al Disquero, humildemente, le parece un disco fuera de serie.

Pocos compositores pueden lograr que el escucha flote en estado de gracia, pleno de paz interior, de serenidad sonriente.

Sin compararlo con Arvo Pärt, pues ni falta le hace, Ólafur consigue la belleza extrema con pocas, muy pocas notas.

Su pieza titulada Dalur, por ejemplo, incluye dos cornos franceses y un trombón ubicados en el jardín de una casa en cuyo interior suena el piano activado por Ólafur. Y la delicadeza extrema de esta música recuerda inevitablemente los momentos sublimes de los movimientos lentos de las sinfonías de Mahler, la Novena en específico.

Un coro místico (válgase el guiño a Goethe) entona, en la pieza titulada Minning, una melodía celestial sin palabras, en el interior de una capilla blanca, blanquísima y como nacida de un sueño.

En el filme (otra vez, colegas de medios europeos se refieren a esta obra maestra del arte del cine, como videos) figuran elementos elegantes a manera de leitmotiv, gozne y recursos narrativos, en todas y cada una de las escenas filmadas siempre en lunes, en los lunes de la felicidad: los emplazamientos de cámara por igual rinden homenaje a Ingmar Bergman que tejen un relato poético donde las ventanas fungen de goznes, umbrales a otras dimensiones: adentro, afuera, adentro, afuera, adentro, afuera.

La belleza del sonido de la viola, el fulgor de un armonio de capilla antigua, la magia de una moviola (a lo Conlon Nancarrow), el asombro de los niños que juegan bajo la leve lluvia, el sonido flotante de una camerata en un templo, los efectos acusmáticos de los instrumentos diseminados en la escalinata interior de un faro de mar (otra vez Bergman) y a la manera de Meredith Monk, quien hizo un disco entero con esos experimentos sonoros. El asombro. La belleza. La poesía, como en los siguientes versos que escribieron juntos Einar Georg Einarsson y Ólafur Arnalds:

Throug the ice
Walking in each pad of snow
we find a gentile flowing scape
binded in love
held with an admiration of
gentleness
This land is lonely
but we find love in the
quietest of places

Este lugar parece solitario. Pero sirve porque hallamos el amor enlazado en los lugares más apacibles.

Como en tu corazón.

Por eso podemos entender, recibir y cultivar la belleza en estado puro que habita en esta música, la de Ólafur Arnalds, en este disco imprescindible.

Por eso podemos entender perfectamente, sin conocer el idioma islandés, todo lo que dice el poeta Einar Georg Einarsson. Porque nos da paz interior.

Y por eso tu corazón lo comprende.

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