|
|||||
Sor Juana, Huitzilopochtli y el amaranto El ídolo que mis propias manos Durante el Teocualo, la figura de Huitzilopochtli moldeada con semillas maceradas y amasadas de huauhtli (amaranto) era comida por los aztecas en un rito semejante al de la eucaristía cristiana y los de otros cultos de raíz agraria. Y es que para ellos, como para muchos pueblos mesoamericanos, el amaranto –como el maíz– era la carne de los dioses y de los hombres. Con la llegada de los españoles los rituales de los pueblos autóctonos fueron satanizados, y perseguidos sus celebrantes por considerarlos idólatras. Y también los cultivos originarios del continente fueron subestimados si no es que hostilizados. Aunque algunos como el maíz, el frijol, el tomate y el aguacate fueron finalmente admitidos y hasta adoptados por Europa, otros que para la civilización mesoamericana eran muy importantes tanto alimentaria como simbólicamente, fueron arrinconados y casi erradicados. Tal es el caso del amaranto. El huauhtli fue domesticado hace cinco mil o siete mil años al mismo tiempo que el maíz y antes que el frijol, el chile, el tomate, el nopal o el maguey, de modo que es uno de los socios fundadores de la institución biocultural mesoamericana que llamamos milpa. Los aztecas lo comían como atole –tzoalli– en tamales –huauquil– y de otras muchas maneras, pues es un excelente alimento comparable en carbohidratos con los cereales, superior a ellos en grasas y proteínas y con un mejor equilibrio en aminoácidos. Pese a que los bledos originales son una quenopodiácea, y no una amarantácea, los españoles llamaron bledo o bledo cimarrón al huauhtli, término con el que también designaban al huauhzontle y a la quinua andino amazónica. Ciertamente, entre el bledo (blitum virgalum) y el amaranto (amarantthus leocarpus) hay semejanzas morfológicas y esto explica que los conquistadores le pusieran ese nombre a la planta americana. Pero no deja de ser simbólicamente llamativo el que bledo en griego signifique insignificante, despreciable, como se evidencia en expresiones como “Me importa un bledo”. Y el hecho es que, degradado a bledo, el amaranto perdió relevancia. Aunque por fortuna en muchas comunidades sobrevivió metamorfoseado en alegría y hoy empezamos a recuperarlo en escala nacional. La reivindicación del amaranto –junto que la del maíz y de la milpa– es la defensa de un cultivo pero también de una cultura. Defensa silenciosa y subterránea que han sostenido y sostienen las comunidades campesinas, pero también algunas de las voces más relevantes de la cultura mestiza que se va formando desde la Colonia. Sor Juana Inés de la Cruz es un personaje sorprendente no sólo por su penetración intelectual y calidad literaria, sino también porque, a contracorriente, hace suyas causas justas pero difíciles de sostener en su momento, tanto más en su condición de monja. Así, Juana Inés se solidariza con los pobres al tiempo que reivindica a las mujeres, a las putas, a los negros y a los indios. La dificultad que tiene para un católico como ella defender el derecho de los pueblos originarios de este continente a conservar sus creencias, saberes y costumbres, la salva Juana Inés por la vía de ver en la religión de los autóctonos una forma de la fe tan legítima como el catolicismo europeo e inspirada por el mismo Dios cristiano, aunque aquí se presente con otros atributos y otros nombres. Argumento que antes habían esbozado otros, como su amigo Carlos de Sigüenza y Góngora, quien sostenía que los pueblos americanos ya habían sido evangelizados por el mismísimo Santo Tomás, de modo que siendo cristianos antiguos los españoles no tenían ningún derecho a adoctrinarlos. Pero detrás del retorcido argumento, lo que hay es una real empatía de Juana Inés con los pueblos originarios y sus costumbres, que había conocido cuando vivió con su abuelo en la alquería de Panoayan. Adhesión que se constata en la Loa que precede al auto sacramental El divino Narciso. Un celebrable alegato en el que se confrontan por una parte El Occidente y La América, y por otra El Celo y La Religión, los primeros reivindicando sus creencias y los segundos declarándoles la guerra por idólatras. Y el rito que Sor Juana legitima es nada menos que el Teocualo, ceremonia en que los aztecas rinden culto a Huitzilopochtli comiendo su efigie amasada con semillas maceradas de huauhtli, con lo que Juana Inés resulta ser una de las primeras defensoras del amaranto y su valor simbólico. Por razonable precaución, la monja evita hablar de Huichilobos, como le decían los españoles a la deidad azteca de la guerra, y se refiere al “Dios de las semillas”, lo que para nuestro tema es aún mejor. A continuación una apretada edición de la Loa: ESCENA I Sale el OCCIDENTE, Indio galán, con corona, y la AMÉRICA, a su lado de India bizarra: con mantas y cupiles, al modo que se canta el Tocotín. Siéntanse en dos sillas; y por una parte y otra bailan Indios e Indias con plumas y sonajas en las manos, como se hace de ordinario esta danza […] MÚSICA Nobles mexicanos,/ cuya estirpe antigua,/ de las claras luces/ del Sol se origina:/ pues hoy es del año/ el dichoso día/ en que se consagra/ la mayor reliquia,/ ¡venid adornados/ de vuestras divisas,/ y a la devoción/ se une la alegría:/ y en pompa festiva,/ celebrad al gran Dios de las Semillas! [...] Y pues la abundancia/ de nuestras provincias/ se le debe al que es/ quien las fertiliza [...] ESCENA II Éntranse bailando; y salen la RELIGIÓN CRISTIANA, de Dama Española, y el CELO, de Capitán General, armado; y detrás, SOLDADOS españoles RELIGIÓN Occidente poderoso,/ América bella y rica,/ que vivís tan miserables/ entre las riquezas mismas; dejad el culto profano/ a que el Demonio os incita[...] AMÉRICA ¿Qué naciones nunca vistas/ quieren oponerse al fuero/ de mi potestad antigua? [...] RELIGIÓN Soy la Religión Cristiana,/ que intento que tus provincias/ se reduzcan a mi culto [...] AMÉRICA Sin duda es loca; ¡dejadla/ y que nuestros cultos prosigan!/ ¡Y en pompa festiva,/ celebrad al Gran Dios de las Semillas! CELO ¿Cómo, bárbaro Occidente:/ cómo, ciega idolatría,/ a la religión desprecias? [...] OCCIDENTE ¿Qué Dios, que error, que torpeza,/ o que castigos me intimas?/ Que no entiendo tus razones [...] AMÉRICA (a OCCIDENTE) Negad el oído y vista/ a sus razones, no haciendo/ caso de sus fantasías;/ y proseguid vuestros cultos/ sin dejar que advenedizas/ naciones, osadas quieran/ intentar interrumpirlos [...] ¡Y en pompa festiva/ celebrad al Gran Dios de las Semillas! [...] CELO Pues la primera propuesta/ de paz desprecias altiva,/ la segunda de la guerra,/ será preciso que admitas./ ¡Toca al arma! ¡Guerra, guerra! [...] AMÉRICA ¿Qué rayos el cielo vibra/ contra mí? ¿Qué fieros globos/de plomo ardiente graniza?/ ¿Qué centauros monstruosos/contra mis gentes militan? CELO ¡Arma, arma! ¡Guerra, guerra! ESCENA III RELIGIÓN ¡Ríndete, altivo Occidente! CELO ¡Muere, América atrevida! RELIGIÓN ¡Espera, no le des muerte,/ que la necesito viva! [...] Cese tu justicia, Celo:/ no les des muerte:/ que no quiere mi benigna/ condición, que mueran, sino/ que se conviertan y vivan [...] AMÉRICA Si el pedir que yo no muera,/ y al mostrarte compasiva,/ es porque esperas de mí/ que me vencerás, altiva,/ como antes con corporales,/ después con intelectivas/ armas, estás engañada;/ pues aunque lloro cautiva/ mi libertad, ¡mi albedrío/ con libertad más crecida/ adorará mis deidades! [...] OCCIDENTE [...] que no hay fuerza ni violencia/ que a la voluntad impida/ sus libres operaciones:/ y así, aunque cautivo gima,/ ¡no me podrás impedir/ que acá, en mi corazón, diga/ que venero al Gran Dios de las Semillas [...] RELIGIÓN ¡Válgame Dios! ¿Qué dibujos,/ qué remedos o qué cifras/ de nuestras sacras Verdades/ quieren ser estas mentiras? [...] ¿Hasta dónde tu malicia/ quiere remedar de Dios/ las sagradas maravillas?... Esos milagros que cuentas,/ esos prodigios que intimas,/ esos visos, esos rasgos,/ que debajo de cortinas/ supersticiosas asoman;/ esos portentos que vicias/ atribuyendo su efecto/ a tus deidades mentidas,/ obras del Dios verdadero/ y de su sabiduría son efectos. Pues si el prado/ se fertiliza/ y los campos se fecundan [...] /todo es obra de su diestra [...] AMÉRICA Cuando esto así sea,/ dime: ¿será tan propicia/ esa deidad, que se deje/ tocar de mis manos mismas,/ como el ídolo que aquí/ mis propias manos fabrican/ de semillas y de sangre/ inocente que vertida/ es solo para este efecto? [...]¿Será esta deidad que pintas,/ tan amorosa que quiera ofrecérseme en comida,/ como aquesta que yo adoro? [...] ¿Y no veré yo a este Dios,/ para quedar convencida? [...] RELIGIÓN Sí verás, como te laves/ en la fuente cristalina/ del bautismo [...] AMÉRICA Como me das las noticias/ tan por mayor, no te acabo de entender; y así, querría/ recibirlas por extenso [...] OCCIDENTE Así es; que más quiero verlo,/ que no que tú me lo digas [...] RELIGIÓN Vamos, pues [...] Aunque la Loa de Sor Juana termina con un happy end en el que todos cantan a coro que el Dios cristiano de los europeos es la verdad del Gran Dios de las Semillas de los americanos, lo cierto es que en su dramaturgia alegórica la monja ha tomado partido: está con Occidente, con América y con sus dioses agrarios que ni la guerra del Celo doblega ni la retórica de la Religión convence. Mujer sabia, a Juana Inés se le da la el razonamiento científico y la especulación teológica pero como buena cocinera convive mejor con un dios tangible, alimenticio y hecho a mano. Y en el caso del culto a Huitzilopochtli, las semillas que se amasan con sangre para formar al dios son de huauhtli. El alimento sagrado es el amaranto. Pero en verdad el amaranto no necesita adalides como Sor Juana para salir adelante. Pariente relegado de la gran familia milpera, de la que el maíz, el frijol, la calabaza, el chile y otros han corrido con mejor suerte, el huauhtli es un terco y correoso sobreviviente. La planta puede crecer en suelos pobres y salinos, soporta calores, sobrevive el estrés hídrico y es resistente a los patógenos. Hecha a la mala vida es la última en retirarse cuando disturbios severos diezman a la biota y la primera en reaparecer en cuanto mejoran un poco las condiciones, razón por la que la llaman pionera. Su hazaña más reciente es haber resistido al pernicioso glifosato, el herbicida Rundup con el que Monsanto aniquila toda forma de vida en el entorno de sus cultivos transgénicos. Con extensas plantaciones de maíz, soya, algodón y otros cultivos genéticamente alterados, en Estados Unidos consideran una plaga al amaranto, al que llaman pigweed, hierba de cerdo. Así el huauhtli hace honor a su nombre en griego: amaraintos, el que no se marchita, el que no muere…
|