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Prodigioso minigrano Martha Elena García y Guillermo Bermúdez A pesar de que a finales de la década de 1970 las propiedades nutricionales del amaranto –nativo de tierras mexicanas– fueron develadas por la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), en nuestro país aún continuamos sin aprovechar los múltiples beneficios de este prodigioso minigrano. En el escenario actual –que cada vez se torna más nebuloso por la pérdida de seguridad y soberanía alimentarias, el abandono del campo, el incremento de la pobreza, la desnutrición y la emergencia epidemiológica por diabetes mellitus y obesidad–, nuestro sistema alimentario está en manos del mercado. Lejos de garantizar nuestro derecho al abasto de alimentos suficientes, nutritivos, de calidad e inocuos, por medio de un desarrollo rural integral y sustentable, privilegia tanto la voracidad de la industria de alimentos procesados como la de las empresas agropecuarias. No obstante, en medio de esta oscuridad cegadora se encienden algunas iniciativas alentadoras, como la impulsada por el Grupo de Enlace para la Promoción del Amaranto en México –conformado por productores primarios, instituciones de educación, centros públicos de investigación, organizaciones civiles, así como dependencias gubernamentales específicas–, que pugna porque en todos los niveles de gobierno se reconozca al amaranto “como un alimento y cultivo estratégico que puede contribuir a mejorar las condiciones agrícolas, alimentarias y de salud por las que atraviesa el país”. Los esfuerzos por reivindicar los beneficios nutricionales de este prodigioso minigrano datan de las dos últimas décadas del siglo pasado, fundamentalmente el emprendido por el doctor Benito Manrique de Lara, quien a mediados de los años 80’s, desde el terreno de la economía solidaria empezó a abonar el desarrollo comunitario integral de Huixcazdhá –una pequeña localidad del municipio de Huichapan, Hidalgo– y a sembrar la semilla de un proyecto agroindustrial en torno al amaranto: San Miguel de Proyectos Agropecuarios Sociedad de Producción Rural (SPR). Para ese entonces, Huixcazdhá vivía en pobreza extrema: sus habitantes, que no llegaban a 500, carecían de un camino pavimentado, luz eléctrica, agua potable y padecían una gran desnutrición infantil. Diego Manrique, hermano mayor de Benito y copartícipe de esta utopía encaminada a lograr la armonía entre producción, calidad y desarrollo de la empresa con su entorno social y ecológico, en la que invirtieron su esfuerzo e incluso su herencia familiar, nos habla de cómo se inició todo: “Es un lugar chiquito en una zona árida. Ahí crece bien el nopal y las milpas clásicas de autoconsumo, cultivan su maicito, su calabaza, su frijol, etcétera. El proyecto empezó con mermelada de nopal y cápsulas de nopal deshidratado, luego nos metimos al amaranto. Empezamos tratando de cultivarlo en esta zona, es muy difícil, todavía estamos en proceso de enraizar el amaranto bajo estas condiciones climatológicas y la falta de agua”. La sinergia entre las aspiraciones de los hermanos Manrique de elevar la calidad de vida de los habitantes de Huixcazdhá y la investigación del doctor Alfredo Sánchez Marroquí, plasmada en sus concentrados de proteína de amaranto, fructificó en el exterminio de la desnutrición infantil en la comunidad. “En esa época había entre 65 y 70 por ciento de desnutrición infantil. A través de los años, logramos controlar y erradicar el problema. La comunidad de Huixcazdhá fue la primera en ser declarada libre de desnutrición infantil en el estado en 2007”, explica Diego Manrique. Incluso desde 1993 dejó de haber mortalidad infantil por esa causa y los niños fueron ganando una estatura mayor a la media nacional. Para ello se instrumentó un sistema de vigilancia nutricional con asesoría del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición “Salvador Zubirán”, desarrollado por los doctores Abelardo Ávila y Teresa Shama, a fin de diagnosticar y recuperar a los niños utilizando los suplementos alimenticios a base de amaranto. Asimismo, los Servicios de Salud de San Luis Potosí desarrollaron una serie de programas y acciones tendientes a evaluar la utilidad del amaranto en la disminución de la desnutrición infantil en el medio rural. Entre 2006 y 2012 Hidalgo redujo la prevalencia de desnutrición crónica de 20.2 por ciento a 12.9 y de anemia de 32.8 a 18.5 por ciento, según el el ranking elaborado por la asociación Un Kilo de Ayuda, con base en la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2012, lo que en ambos casos colocó al estado por debajo del promedio nacional (13.6 y 23.3 por ciento, respectivamente). Sin duda, estos datos estadísticos demuestran claramente la efectividad del amaranto en general y de los productos patentados por San Miguel, Concentrado de Proteína de Amaranto (Copram) y una parte de los almidones en el Concentrado de Aminoproteico de Amaranto (Copramyl). A partir de entonces, esta SPR se ha dedicado a promover el uso del amaranto en talleres de cultivo y autoconsumo en el estado de Hidalgo y a compartir su experiencia sembrando, literalmente, amaranto en comunidades de distintos estados del país a las que les transfiere el germoplasma y les enseña a cultivarlo. Estas acciones de capacitación y transferencia tecnológica se han realizado en colaboración con numerosas instituciones de gobiernos estatales y municipales, así como con organizaciones no gubernamentales en varios estados de la República. Con el fin de elaborar sus concentrados proteicos, suplementos nutricionales y una amplia gama de productos a base de amaranto, San Miguel se abastece del grano con productores del Estado de México y Puebla, entre otros. Asimismo, ha logrado distribuir sus productos en organizaciones sociales e instancias gubernamentales como el Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF). Sin embargo, Benito Manrique –en entrevista publicada en 2014 por el diario Reforma, poco antes de su deceso– cuestionó la falta de visión de los políticos para impulsar una nueva cadena agroalimentaria de valor a partir del amaranto: “a pesar de que Hidalgo ha tenido el primer y segundo lugares nacionales de recuperación en anemia y desnutrición crónica, según el Ranking Nacional de Nutrición Infantil, [las autoridades] cambiaron las medidas de intervención por una pasta de cacahuate con aislado de soya”. De igual manera, alertó sobre la tendencia del gobierno federal de fomentar el desarrollo agropecuario en otros países al gastar alrededor de diez mil millones de pesos en la compra de alimentos para atender la desnutrición, con ingredientes principalmente de origen extranjero, en lugar de detonar una nueva cadena de valor en México a partir del amaranto. Ilustró el caso de la papilla Nutrisano, destinada a los niños de cero a cinco años, cuyo contenido incorpora como único componente nacional cinco por ciento de azúcar, aunado a maltodextrinas de Anderson Clayton and Co; leche en polvo de Nueva Zelanda; una premezcla vitamínica de la farmacéutica Roche, con sede en Suiza, y saborizantes de Takasago, una corporación de origen japonés. Las evidencias de que el amaranto debe considerarse como un cultivo y un alimento estratégico saltan a la vista en Huixcazdhá, donde el amaranto no sólo ha extinguido la desnutrición, sino que ha sido el detonador del desarrollo comunitario, en el que niños, mujeres y hombres de la comunidad han trabajado para contar con servicios públicos, tener su plaza central, sus calles empedradas, su centro de salud, canchas deportivas y un centro comunitario de aprendizaje, así como por echar a andar proyectos de producción de huevos orgánicos y hortalizas en invernadero. San Miguel ha logrado conjuntar desarrollo comunitario, economía solidaria y soberanía alimentaria en torno al amaranto. Actualmente, el proyecto principal de San Miguel es una mini reventadora, que posibilite al pequeño productor de amaranto consumirlo y transformarlo a escala local, a fin de mejorar su dieta y su ingreso, al igual que la alimentación y el consumo de su entorno. Los usos y aplicaciones de este prodigioso minigrano son muy diversos y hace falta investigación e innovación, explica Diego Manrique y añade: “estamos convencidos de que el amaranto puede representar un auténtico escudo metabólico que nos proteja contra la hipertensión, la diabetes y los altos niveles de colesterol y se requiere dedicar mayores recursos en inversión, esfuerzo y apoyo político para desarrollar esta cadena productiva que posee una enorme proyección”.
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