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Hidalgo Huixcazdhá, lugar entre Liliana Mendoza Máfara Co-coordinadora Utopía Huixcazdhá, AC [email protected]
Lugar entre huizaches, en otomí Huixcazdhá, es una comunidad que forma parte del municipio de Huichapan, en el estado de Hidalgo; en 1936 llegaron los primeros habitantes, trabajadores que, junto con sus familias, huyeron de la hacienda Huixcazdhá en busca de una vida más digna y de tierras propias para producir sus propios alimentos. Al paso de los años, los esfuerzos de estos primeros habitantes de Huixcazdhá se unieron a los de un hombre que llegó al pueblo, Benito Manrique de Lara, un joven médico, idealista y con una clara visión de contribuir a la generación de una utopía concreta. Así, desde el año 1986, los habitantes de Huixcazdhá, el doctor Benito y San Miguel de Proyectos Agropecuarios (San Miguel) han caminado juntos “entre huizaches y amaranto” con la firme convicción de hacer de Huixcazdhá el lugar más bonito del planeta y con la visión de contribuir a erradicar el hambre y la pobreza en el mundo a partir de los valores del amaranto. https://www.youtube.com/watch?v=v9UqvhqYNDU&feature=youtu.be
“Cuando llegamos a Huixcazdhá, las casas que se construían eran de piedra, de techo de pasto, no había escuelas, luz, ni agua potable, tomábamos el agua del bordo, de donde tomaban agua los animales. Ahora (2010) cuento con 73 años, he visto crecer la comunidad, las casitas son diferentes, hay calles empedradas y la comunidad está muy contenta”, cuenta Santos Yáñez Uribe, hijo de los primeros pobladores de Huixcazdhá. Aunado a ello, en 1986, un 67 por ciento de la población infantil se encontraba en estado de desnutrición. Veinte años después, gracias a que la población consumió los productos de amaranto elaborados por San Miguel y a la vigilancia nutricional llevada a cabo por La Pequeña Tribu (organización de niños y jóvenes del pueblo que trabajan para hacer de su comunidad, la más bonita del mundo), se logró erradicar la desnutrición. https://www.youtube.com/watch?v=OgyHJ1yoIU0
Esta es prueba y claro ejemplo de cómo el amaranto se volvió parte fundamental de la comunidad, no sólo por ser el lugar en que se encuentra la planta transformadora de amaranto de San Miguel, en la que generaciones de familias del pueblo han trabajado, siendo esta su principal fuente de empleo, sino también porque, a partir del aprovechamiento y la transformación del amaranto, han encontrado juntos la forma de generar los recursos necesarios para el mejoramiento de sus condiciones de vida en términos de salud, nutrición, educación, infraestructura comunitaria y desarrollo humano en general. Asimismo, han compartido con otros pueblos mexicanos los múltiples valores del amaranto y sus amplias posibilidades para el combate al hambre y la pobreza, para la soberanía alimentaria y para la salud y nutrición. Así lo cuenta Rosario Martínez Yáñez, originaria y habitante de Huixcazdhá, quien fue integrante de la primera generación de La Pequeña Tribu, y que a los 15 años de edad, junto con sus compañeras, emprendió camino por buena parte de la República Mexicana realizando talleres de capacitación con familias de comunidades rurales en las que el amaranto era desconocido o apenas recordado. Desde el año 1997 y hasta el 2005 este equipo de jóvenes desarrolló numerosos talleres en Guerrero, Chiapas, Durango, Oaxaca, Morelos, Campeche, Veracruz, Jalisco, San Luis Potosí, Estado de México, Nayarit e Hidalgo, con el objetivo de despertar en las familias del campo el interés por la reintroducción del amaranto en la milpa y, por tanto, en la dieta cotidiana. Asimismo, motivar y sumar esfuerzos con organizaciones civiles, instancias de gobierno y otros actores, a introducir el amaranto en sus líneas de acción como una estrategia con enorme potencial para el desarrollo comunitario, regional, estatal y nacional.
Rosario recuerda y comparte: “el doctor Benito nos capacitó durante mucho tiempo acerca del valor nutricional del amaranto y su importancia en la salud y nos habló de por qué era necesario e importante compartirlo con las comunidades a las que fuimos […] primero tuvimos que practicar cómo dar el taller, tuvimos que sembrar el amaranto, probamos las variedades nutrisol, revancha y Huixcazdhá, que eran las variedades que en aquel tiempo existían […] practicamos cómo hacer alegrías hasta que desarrollamos la fórmula adecuada, que es la que llevamos a compartir”, comenta Rosario con orgullo. Reconoce: “en ese proceso de capacitación aprendí a valorar mucho más al amaranto y lo mucho que podía ayudar a mejorar la nutrición… yo sé que en muchos de esos lugares en que estuvimos no continuaron sembrándolo o comiéndolo, pero sí sé que la información que les compartimos se les quedó y que ahora saben que es una alternativa más para producir sus alimentos”.
De sus 36 años de vida, Rosario Martínez Yáñez ha estado vinculada 21 años al amaranto. “Cuando era niña-joven y jugaba a hacer de Huixcazdhá el lugar más bonito del mundo, realmente me lo creí y todavía lo sigo creyendo”, dice entre risas de alegría y emoción. “Esa enseñanza nos la metimos bien adentro y todos los que estuvimos en ese grupo seguimos haciendo algo, de una manera o de otra, porque este pueblo sea el más bonito del mundo… sí se puede y se ha hecho”. Actualmente Rosario es parte fundamental de la planta transformadora de amaranto de San Miguel, es co-coordinadora de Utopía Huixcazdhá, AC y es madre de tres niños, lideresa con gran reconocimiento en la comunidad y la región. Continúa trabajando con mucha motivación para hacer realidad su sueño y contagiar a otras personas de hacer lo mismo en Huixcazdhá y en cualquier rincón del país y el mundo. Concluye esta entrevista diciendo: “para mí el amaranto es todo, es parte de mi vida personal, laboral, es parte del contexto de esta comunidad, con el amaranto aprendí y crecí y ahora con él crecen mis hijos”.
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