No hay evidencia de que rompieran los sistemas de protección de Estados Unidos
Domingo 18 de diciembre de 2016, p. 21
Moscú.
Sin pruebas cualquier acusación carece de validez, por lo cual Estados Unidos debe dejar de responsabilizar a Rusia de los ciberataques. Ello resume la invariable posición oficial expresada por el Kremlin estos días, con diferentes palabras pero un mismo sentido, al más alto nivel.
Tanto el presidente Vladimir Putin como el canciller Serguei Lavrov, sin mencionar a funcionarios de menor rango como Dimitri Peskov, vocero del Kremlin, o Yuri Ushakov, asesor de política exterior, han sido contundentes al rechazar las acusaciones lanzadas por el todavía presidente estadunidense, Barack Obama, y otros miembros de su administración.
Aquí –a juzgar por lo que comentan algunos expertos en la materia– se cree posible, pero únicamente de modo hipotético, que un grupo de hackers ruso haya podido sustraer información confidencial de los servidores del Partido Demócrata desfavorable a su candidata derrotada, Hillary Clinton.
Por su elevado grado de preparación, dicen, nada es imposible para los hackers rusos. Formados en una de las mejores escuelas de matemáticas del mundo, los especialistas rusos en criptografía, protocolos de redes y ataques, elaboración de programas antivirus y otros ámbitos de la información que circula en Internet gozan de merecida fama en el mercado.
Al mismo tiempo, agregan, no hay ninguna evidencia que pudiera demostrar que los hackers que rompieron los sistemas de protección en Estados Unidos lo hicieron por encargo del gobierno de Rusia y, mucho menos, con participación del propio titular del Kremlin, como llegó a afirmar Obama.
Para imputar una especie de “hackeo de Estado contra otro país”, estiman, es necesario tener mucho más que simples suposiciones o sospechas. Por poner un ejemplo, no basta concluir que por las horas en que se produjeron los ataques parecen corresponder a un lapso que va de las 9 de la mañana a las 5 de la tarde de… Moscú.
Insistir en acusar de los ciberataques sin presentar ninguna prueba puede llegar a ser, para usar el calificativo del vocero del Kremlin, bastante indecente
. Es necesario poner nombre y apellidos a cada uno de los apodos o alias en Internet.
Aún más difícil resulta demostrar que los hackers trabajan para un gobierno, salvo que uno de los implicados se cambie de bando, igual que en la historia del espionaje: la caída de un valioso agente casi siempre se debe a una traición.
A partir de un estudio de Eset, compañía que distribuye programas antivirus, el equipo de Hillary Clinton sufrió ataques de un grupo con probables raíces rusas
denominado Sednit, que es el mismo que Fancy Bear y también puede llamarse APT28, Sofacy, Pawn Storm y hasta Tszar Team. También se ha hablado de Cozy Bear.
Son los mismos hackers que, en los dos años recientes, vulneraron los sistemas de seguridad del Parlamento alemán, la red de televisión francesa TV5Monde o la Agencia Mundial Antidopaje.
El gobierno estadunidense hizo correr el rumor de que, por los blancos que atacan, son grupos que guardan cierta relación con el GRU, siglas en ruso de la dirección general de inteligencia militar.
Al margen de especulaciones, lo cierto es que Fancy Bear y Cozy Bear no alteraron o manipularon los sistemas de votación. El propio Obama reconoció que los sufragios se contaron de manera correcta y las máquinas de votación no se vieron afectadas
.
Los hackers, hayan sido rusos o no, sólo sacaron a la luz pública la mugre que había en las cuentas de correo del equipo de campaña de Hillary Clinton y el Kremlin, el cual, asegura, nada tuvo que ver en la elección del sucesor de Obama, aunque no oculta que prefiere tener como siguiente inquilino de la Casa Blanca –a diferencia de lo que recomienda el refrán– bueno por conocer que mala conocida
.