ara todo fin burocrático se llama Eduardo Humberto del Río García, mas si empieza usted a preguntar por ahí, nadie le dará nota de su persona… ¡Ah!, pero no indague usted por Rius o, como el susodicho a veces se refiere a él mismo, “el tal Rius”, le aseguro que será raro quien no le pueda dar buenas referencias, cuantimás si su interlocutor pasa de 50 años.
Le acaban de conceder en la Ciudad de México el Reconocimiento de Caricatura Gabriel Vargas, que se entrega por primera vez. Espero que no sea necesario recordar que el dicho Vargas es el famosísimo y grácil creador de La familia Burrón, el mejor analista de la clase media baja capitalina que ha habido jamás, muy lejos de su homónimo tapatío, que le hace a la filosofía y resulta más aburrido que un discurso de Felipe Calderón.
Pero volvamos al maestro Rius, quien con tantas obras educativas seminales para la forja política de una buena ciudadanía, merecería también la medalla Altamirano, que se entrega a pedagogos esforzados.
El hombre nació en Zamora, Michoacán, tierra del primer mexicano que recibió el premio Nobel, Alfonso García Robles, pero también, para compensar, lugar de natalicio de Francisco Orozco y Jiménez, el más trabuquero de los prelados mexicanos, conocido en el gremio como El Chamula, aunque de aquellos parajes del sur salió por piernas, pues nunca entendió lo que en ellas se cocinaba.
Rius empezó a colaborar en aquella benemérita revista de chistes pícaros de los años 50 y 60 llamada Ja-já, que de chavos leíamos a escondidas en las peluquerías, aunque ahora equivaldría a una novela rosa. Pero su gran impacto sobrevino con aquella famosa serie de 100 cómics –antes llamados monitos
– que con tanta gracia hizo agudas críticas de la vida política mexicana representada en el pequeño universo de un pueblo inventado al que denominó Texmelucan
. Se llamó Los supermachos, y ayudó a despertar muchísimas conciencias en un sexenio caracterizado por la cerrazón.
Finalmente, una trapacería gubernamental a la que se prestó su socio le quitó la propiedad de los personajes que había creado y un tiempo después le dio vida a Los agachados…
A la fecha, combinando fotografías y caricaturas con textos cortos y agudos, Rius ha dado lugar a más de 10 docenas de títulos, todos ellos con intenciones pedagógicas. He de hacer aquí una confesión: para aprobar la materia de materialismo histórico, que impartía en la U de G un catedrático ilustre, más aburrido que el Vargas tapatío, recurrí a la obra de Rius titulada Marx para principiantes, y obtuve la mejor calificación…
Lo que me ha llamado la atención al revisar las listas de libros de Rius que han aparecido recientemente es la ausencia del que dio motivo a que, en 2010, gozara del inmenso honor de conocerlo personalmente y servirle de algo: se llama El maestro Narro.
Trata de la vida de José Narro, pero no del excelente rector que tuvo la Universidad Nacional Autónoma de México y magnífico secretario de Salud del gobierno federal, sino de su homónimo, el distinguidísimo ilustrador catalán que se acogió en Guadalajara y fue reconocido en su tiempo como el mejor ilustrador de Iberoamérica
. Se trata de un libro magnífico que debería tenerse más a la mano.
Todo lo anterior, para decir tan sólo que estoy feliz de que se le haya hecho a Rius un reconocimiento de tal categoría…