Comicios ciudadanos
Corrupción y desconfianza
Cambios más que urgentes
l ejercicio político con mayor dosis de democracia en la Ciudad de México: el presupuesto participativo, por el que los ciudadanos deciden el destino de una parte del gasto del gobierno, ha sido un fracaso.
Cualquiera podría jurar que ni siquiera este trascendental asunto le importa a una ciudadanía apática que se niega a acompañar a sus gobernantes en tareas tan importantes como señalar dónde se debe invertir para aliviar carencias a veces de muchos años.
Sin embargo, esa verdad nos engaña, miente cuando culpa al ciudadano. Los factores que inhiben el voto cuentan una historia diferente: la historia de la decepción, del fraude, del razonado abandono de las urnas por el nulo valor que las autoridades dan al voto, que no garantiza que quienes ejercen el poder vayan a caminar por la ruta que indicaron las urnas.
Para el pasado ejercicio de este tipo, en la mitad de las delegaciones los funcionarios no ejercieron ni un centavo del presupuesto por el que votaron por ahí de 800 mil personas. El domingo pasado ni ese muy magro número se acercó a las urnas, y mostró cómo la ciudadanía y el poder cada vez están más alejados, y eso lleva a parir una democracia coja, discapacitada.
Y por si fuera poco, al no ejercicio del presupuesto se puede unir sin ningún problema la gran corrupción que se dio. Las denuncias fueron y vinieron, pero no hay culpables. Tarjetas para beneficiarse de programas sociales, tinacos, carne de pollo y dinero en efectivo fueron divisas que se cambiaron por el voto, y al que no le pagaban, en muchos casos no votaba.
Es más, cuando se preguntaba por las muy famosas despensas, la gente contestaba que éstas ya no compraban nada, son obligatorias; lo otro es lo que importa. Aseguraban.
Las anomalías se dieron en muchas delegaciones. La Procuraduría General de la República y las instancias de justicia electoral tienen los elementos, al parecer suficientes, para interesarse en el caso y actuar de forma congruente con la necesidad de limpiar los procesos en los que cada vez menos gente tiene confianza.
El tamaño de la corrupción que se dio el domingo pasado tal vez no se vea reflejado en las cifras que dio a conocer la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales, que informó de 592 denuncias, que se concentraron principalmente en cinco delegaciones.
Se ha defraudado a la gente y hoy, como nunca, el ciudadano ha decidido dar un valor comercial a su voto, que en términos políticos parece no representar nada. Las cifras de votación en caída libre dan idea de la muy grave crisis que padece el sistema electoral en la ciudad, sí, pero también en todo el país.
Hay quien advierte que deberá ser en la constitución de la Ciudad de México, que deberá quedar lista el próximo 31 de enero, donde se cambie el aplastante paradigma que hoy ahoga este momento de la democracia mexicana.
De pasadita
Buena parte de las calles de la ciudad están siendo sometidas a trabajos muy profundos para que funcionen de manera correcta; lo malo es que en muchas, por ejemplo en Nuevo León y Sonora, los mismos hoyos que se cavaron, y que duraron abiertos buen tiempo y no hace mucho fueron cerrados, hoy fueron reabiertos con todo lo que eso significa. No estaría mal que la Contraloría investigara qué pasa. Ojalá y no tarde.