Unas 3 mil personas se conmovieron con Pagliacci, dramática obra del Ruggero Leoncavallo
En ambiente de romería, Fernando de la Mora, Genaro Sulvarán y la soprano italiana Paola Antonucci protagonizaron la pieza, musicalizada por la Orquesta Sinfónica Mexicana
Lunes 5 de septiembre de 2016, p. 8
Ni elitista, ni aburrida, ni mucho menos que requiera saber de música para disfrutarla. Todos los estigmas y prejuicios que pesan sobre la ópera quedaron derrumbados la noche del sábado, durante la función masiva y gratuita de Pagliacci, en la explanada principal de la delegación Iztapalapa.
Unas 3 mil personas –según estimaciones de Protección Civil– disfrutaron y se conmovieron con esta dramática obra del italiano Ruggero Leoncavallo (1858-1919), uno de los títulos operísticos más representados y gustados en el mundo, protagonizado en esta ocasión por el tenor mexicano Fernando de la Mora y la soprano italiana Paola Antonucci.
La hora y 15 minutos del montaje estuvo marcada por un ambiente de romería que nada tiene que ver con la solemnidad ni los atavismos que se imponen en los teatros y salas adonde ha sido confinado casi de forma exclusiva este apasionante género.
Fue, de cierta forma, un regreso a su esencia popular, un rencuentro con la gente de a pie. Un público variopinto, en cuanto a edad y condición social, que se entregó sin reservas a los artistas y reconoció sin tacañerías ni falsas poses el quehacer de los mismos.
Aplausos, silbidos y gritos entusiastas irrumpieron de forma continua y ensordecedora en cuanto alguno de los cantantes culminaba una de las arias, duetos o demás partes de esta emblemática pieza, como si se tratase de un espectáculo de música popular.
Tal era la libertad durante la función que entre las centenas de sillas dispuestas en esa amplia explanada se veía a muchas personas comer cuanta botana y antojo pueda uno imaginarse. Desde elotes y esquites hasta pepitas, patitas de pollo, papas fritas y chicharrones de harina preparados con cueritos y crema, una estridente pirotecnia de tufos para el olfato.
También se les veía hablar de vez en cuando o irse y regresar poco tiempo después. Pero fue un público siempre respetuoso y atento a lo que ocurría sobre el escenario, que se metió hasta las cachas en esa trágica historia de un payaso que debe continuar divirtiendo a los demás a pesar de descubrir la traición de su mujer. Todo un culebrón.
Un público inmutable al que no lograron distraer ni el escándalo de un puesto de discos compactos piratas que reproducía los éxitos de Juan Gabriel, ni los bocinazos de los automóviles, ni los agudos silbatos de los policías que trataban de agilizar el tráfico de la zona, ni los esporádicos aunque persistentes ladridos y aullidos de los perros.
Esta singular función fue organizada por la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, en coordinación con el proyecto Ópera para Todos, la delegación Iztapalapa y la Cámara de Diputados.
Propuesta de alta calidad
El propósito de este proyecto, que ha tenido presentaciones previas de la misma ópera en de Querétaro, Ecatepec, Xochimilco y el Zócalo de la capital del país, es descentralizar la oferta artística y acercar al gran público un género que pocas veces tiene lugar en espacios públicos, según información de la Secretaría de Cultura.
Aunque la puesta en escena se realizó al aire libre, sobre un escenario profesional, en nada desmereció lo que se haría en un teatro en forma. Desde la escenografía, el vestuario y el diseño de iluminación hasta el desempeño del elenco artístico, cantantes y orquesta, todo está cuidadosamente trabajado, para ofrecer una propuesta de alta calidad.
Fernando de la Mora luce imponente en su doble papel de Canio y Pierrot, el payaso que será traicionado por su mujer. Lo mismo ocurre con la Antonucci, en su encarnación de Nedda y Colombina, la adúltera que ve frustrado, ante su violenta muerte, el deseo de escapar con su amante.
Ambos intérpretes lograron momentos de gran estremecimiento, conmovedores y electrizantes merced a su desempeño vocal, como también lo hizo el barítono mexicano Genaro Sulvarán en todas sus intervenciones como Tonio, el cínico payaso jorobado cuyas intrigas desatarán toda la tragedia.
En ese mismo nivel de calidad se mantuvo asimismo la Orquesta Sinfónica Mexicana, bajo la dirección concertadora de Rodrigo Macías. La dirección escénica, en tanto, estuvo a cargo de José Medina.