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Misael Rodríguez no le debe a nadie su triunfo, dijo el entrenador

La medalla en boxeo salvó el cuello a Contreras: Beristáin

Para el renacimiento del pugilismo debe entrar una barredora

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Ignacio Beristáin felicitó a Misael Rodríguez porque ganó la presea de bronce completamente solo; nadie le puede discutir ese triunfoFoto Afp
 
Periódico La Jornada
Martes 30 de agosto de 2016, p. a14

La medalla de bronce que ganó el mexicano Misael Rodríguez en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro fue un triunfo solitario. Ninguna institución puede jactarse de esa conquista, considera el entrenador Ignacio Beristáin, responsable en la década de los 60 y 70 de equipos de boxeo que lograron preseas olímpicas.

Esa medalla no se la debe a nadie, porque la ganó completamente solo, dice Beristáin. Por eso felicito a Misael, porque ese triunfo nadie se lo puede discutir, lo ganó de manera limpia.

El camino a esa medalla fue tortuoso para los púgiles. Una disputa entre la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade) y la Federación Mexicana de Boxeo los dejó en medio y, en un momento de máxima tensión, los jóvenes peleadores salieron a la calle a pedir cooperación en el transporte público. Fue un solo día en el que apenas recolectaron 250 pesos, más como una jugada mediática que un mecanismo para financiar una competencia en puerta en Qatar, según reconoce uno de los participantes en aquel boteo.

Esa medalla le salvó el cuello al presidente de la federación (Ricardo Contreras), quien no ha hecho nada por su deporte, asegura Beristáin.

Más allá de esa medalla de bronce que devolvió a los peleadores mexicanos al podio tras 16 años de ausencia –desde que Christian Bejarano lo hizo en Sydney 2000–, el entrenador, que también ha formado a decenas de campeones mundiales en el profesionalismo, miró con desencanto el estado del boxeo amateur en el país.

Sentí tristeza de ver cómo el boxeo olímpico mexicano tiene un retroceso, como si hubiera regresado al estado en el que estaba hace 30 años, lamenta.

Para que haya un renacimiento debe entrar una barredora, como ocurrió en 1964, cuando se invitó a entrenadores polacos, que junto a nosotros los mexicanos trabajamos para preparar a los peleadores para los juegos de 1968, donde ganamos cuatro medallas en boxeo, la mayor cosecha en nuestra historia.

Beristáin comparó su experiencia olímpica con programas en los que entrenaban contra los mejores equipos del momento y aquella anécdota de los peleadores subidos a microbuses.

Después de la medalla, el presidente de la federación debe pensar que ya la hizo, que se fortaleció, pero es aparente. Pidió que no se colgaran de esa medalla y el primero en colgarse fue él mismo, concluye.