También es aquello divertido que acontece en la vida cotidiana, asegura el académico
En su obra, el sociólogo y narrador mexicano ha buscado mostrar la parte lúdica del pasado
Como investigador ha participado en documentales como Tabasco entre el agua y el fuego
La historia no solamente es la vida de los héroes, de los grandes personajes protagónicos, sino de la gente común y corriente, la que llena las calles, sostiene el sociólogo, académico y narrador mexicano Carlos Martínez AssadFoto Cristina Rodríguez
Martes 30 de agosto de 2016, p. 4
El cine llegó a México hace 120 años. Es un momento importante para hablar de cine, de todo lo que ha dejado y de las enormes capacidades que tiene todavía
, subraya el sociólogo, académico y narrador mexicano Carlos Martínez Assad, quien en su trabajo de historiador e investigador ha recurrido a las imágenes para reconstruir y mostrar el pasado del país con su participación en documentales como Tabasco entre el agua y el fuego, Testimonios fílmicos de la Revolución Mexicana, Los libaneses en el cine mexicano o La historia en la mirada.
La historia que llena las calles
“Creo que con La historia en la mirada queda, por ejemplo, una versión de la historia de México, que es la que he construido, donde no solamente es la vida de los héroes, de los grandes personajes protagónicos, sino de la gente común y corriente, la que llena las calles, la que sale a vitorear a Madero o a dar el pésame por el fusilamiento del padre Pro, pero al rato está fascinada con la llegada de Lindbergh. Los estados de ánimo se ven muy claramente en el pueblo: somos esa sociedad que sale por cualquier motivo. Hay un dicho guanajuatense, que es muy mite –que quiere decir muy mitotera–, que siempre sale por cualquier motivo a la calle. Ese aspecto es muy interesante”, dice en entrevista Martínez Assad, que en 2013 recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes y es investigador emérito del Sistema Nacional de Investigadores.
Así es como el autor de numerosos ensayos, las novelas La casa de las once puertas y En el verano, la tierra, además de artículos y antologías, entre otros, ha buscado mostrar la parte cotidiana y lúdica de la historia. “Realmente a mí me gusta mucho esa idea en la que la historia es algo muy serio, por supuesto, pero también algo donde acontece la vida cotidiana, donde a veces la gente se puede divertir. En otra película que hice para la Filmoteca (de la UNAM), que se llama Los libaneses en el cine mexicano, intenté mostrar que la migración a veces puede ser algo divertido, algo que permitía salir a la gente de su situación tan difícil, (y) finalmente asume la vida también con cierta alegría; la esperanza es eso, son las ganas de vivir. Y entonces vemos que a los libaneses lo que les interesa es más la canción, el baile, la comedia, divertirse, así es en ese sentido.”
Esto también está presente en Tabasco entre el agua y el fuego. “También me pareció que era muy importante en Tabasco entre el agua y el fuego presentar la parte lúdica de la sociedad, porque finalmente somos todo eso; no somos sólo el lado serio, oscuro”, señala en referencia al documental que presenta la vida política, económica, social y cultural de ese estado entre 1922 y 1975, con un capítulo dedicado al político y militar Tomás Garrido Canabal, quien gobernó Tabasco y puso en marcha sendas campañas antirreligiosas y antialcohólicas, además de promover la educación nacionalista y la creación de organizaciones como las Camisas Rojas.
Lázaro Cárdenas en Tabasco
El documental de la Filmoteca de la UNAM se presentó en 2004 y tuvo una redición en 2009. “Todo comenzó cuando en 1979 publiqué El laboratorio de la revolución. Hice contacto con la familia Garrido Canabal, cuyos hijos vivían en Costa Rica, donde se había exiliado Garrido Canabal. Fui allá a insistir en que me permitieran usar los archivos de don Tomás, como le decían, y ahí me entrevisté y tuve una relación muy cercana con su hijo Lenin.
Fui a buscar los archivos y me prestaron documentos; los seleccionaron bastante, pero yo comencé a insistir en que esos archivos deberían estar en México. Lo que hacen muchos de los hijos descendientes de los protagonistas de la historia de México es que quieren mantener el control sobre los documentos y archivos, que no se vaya a transmitir algo que pueda poner en peligro la imagen o algo así. No es un caso aislado el de los descendientes de Tomás Garrido Canabal, pero tenían muchas dudas respecto de donar los archivos, y finalmente los dieron al Archivo General de la Nación. Es un archivo estupendo.
Una vez que el acervo llegó a México, comenzó su revisión. Muchas de las fotografías se incluyen en el libro Tabasco, más agua que tierra. Son fotografías realmente estupendas. Encontramos latas de películas, pero de nitrato, de esas que no se pueden ni abrir y además suelen ser muy peligrosas. Se dieron a restauración en la UNAM y en la Cineteca (Nacional): eran películas del periodo de Tomás Garrido Canabal, algo muy excepcional, porque el señor se hizo fotografiar haciendo toda la obra pública o aquello que resultó entre lo más controvertido en México: hay escenas filmadas de quemas de santos, de toda la propaganda antirreligiosa y la campaña antialcohólica, rompiendo todas las botellas de licor y de vinos que encontraban por ahí.
Es importante que no le temamos a la vida cotidiana, a las representaciones de la sociedad que no necesariamente pasan por la batalla, por los problemas de extrema gravedad, aseguró Carlos Martínez AssadFoto Cristina Rodríguez
También puede verse a Lázaro Cardenas en una visita que realizó a Tabasco durante su campaña para presidente de la República, “bailando con una chica guapa de Tabasco, él que era tan hierático y no le gustaba que lo captaran en situaciones de ese tipo. Cárdenas aparece bailando en una secuencia que dura un buen rato, se ve que está muy divertido el asunto. Además tiene que ver con el carácter que uno imagina de los tabasqueños, en el trópico, pero al mismo tiempo él está muy impresionado por la organización de los Camisas Rojas y las ligas de resistencia de Tabasco, y tan es así que en su gira como candidato, cuando desfilan los Camisas Rojas –lo dicen varios de los presentes en ese momento–, lloró de la emoción que le dio ver a todos esos jóvenes con esa disciplina”.
La historia no es sólo lo que está en los libros o lo académico, añade, “porque la vida cotidiana está adaptada académicamente, pero dándole su lugar, su espacio, y veo que mucha gente dice ‘no es serio. Si vas a hablar de que bailaban, no es tan serio’. No creo. Pienso que eso es posible. En La historia en la mirada hay también muchos momentos en que están las batallas y de pronto sorprendes a la gente que está riéndose, o sea, que pese a todo, la gente logra librarse de los momentos rudos, conflictivos, complicados, y asume esas actitudes mucho más comunes, que todos en algún momento nos reímos, gozamos de algo.
“Ahí lo que seleccioné siempre fue la mirada, los fotógrafos: los niños que desafían a la cámara, los adultos que cuando son sorprendidos por una cámara reaccionan: algunos se ríen, otros se enfadan. Era muy claro que a Zapata, por ejemplo, no le gustaba, bajaba el sombrero para taparse la cara: esto se nota en varias de las secuencias seleccionadas para el filme.
“En la historia creo que también es todo eso, lo que ha hecho el revisionismo –como me han ubicado en la historiografía mexicana–; también ha buscado todo eso. El libro de La ciudad de México que el cine nos dejó es también un poco eso, es un documento por la época en que se filmaron determinadas películas, pero al mismo tiempo es un documento de cómo era la ciudad y cómo veía el cine a esa ciudad, en constante transformación, sobre todo a partir de los años 40, de la Época de Oro, cuando la ciudad está tan retratada por el cine”.
Para Carlos Martínez Assad es importante que nos relacionemos con todo eso, que no le temamos a la vida cotidiana, a todas estas expresiones o representaciones de la sociedad en la historia que no necesariamente pasan siempre por la batalla, por los problemas de extrema gravedad
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Ahora todo eso va a cambiar con la tecnología y la llegada de los videos que desaparecen en 24 horas, como Periscope o las cámaras de los teléfonos, y el hecho de que ya no se imprimen las fotografías, como se hacía antes, para llevar un registro, por ejemplo familiar, que luego se convertía en un documento histórico.
“Yo creo que la fotografía siempre captó lo efímero, siempre captó un momento, pero al ser tu familia, tus abuelos, tus padres, etcétera, los conservabas y los atesorabas como algo muy importante. Ahora no es el caso; con el teléfono fotografías absolutamente todo y todo adquiere un nivel como plano, y quién sabe de eso qué se va a poder conservar. Probablemente lo que quede en alguna exposición en algún álbum.
Yo como historiador lo defiendo mucho; en mis clases uso mucho la imagen y eso le gusta a mis alumnos: se les olvida menos
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