La última palabra tiene temporada los lunes, hasta el 26 de septiembre, en el Milán
Lamentable, tener que abordar en escena un problema que va en aumento: los feminicidios, afirma Angélica Aragón, quien dirige el montaje
La sociedad necesita repensar actitudes, dice
Miércoles 17 de agosto de 2016, p. a12
Los feminicidios han aumentado en México y son hombres los que deciden cuál es el límite de la violencia de género, expresó en entrevista Angélica Aragón, directora de la obra de teatro La última palabra, que se escenifica en el teatro Milán.
En el segundo de los ocho lunes que permanecerá en cartelera esta pieza, del argentino Luis Agustoni, ocurrió un hecho para reflexionar: una pareja llamó la atención por sus comentarios. Él, un hombre maduro, dijo a su esposa en tono de reclamo: ¡Ahí vienen esas!
, refiriéndose a unas invitadas especiales, activistas sociales sudamericanas contra la violencia de género, que asisten a un foro de análisis sobre los feminicidios en el estado de México.
¡Tú te portas así y ya sabes cómo te va!
, amenazó el hombre a la mujer, a quien tomada de la mano llevó fuera del teatro. ¿Que historia quería ver?
El hecho fue narrado por Aragón, pendiente de las reacciones del público respecto de la historia. A una esposa o compañera se le ama, se le toca para amarla. ¿Cómo se vuelve a amar un cuerpo, un ser, después de golpearlo, de ejercer un poder que avasalla o mata?, preguntó.
La obra es un restreno. Antes estuvo en el Helénico. Es actuada por Roberto D’Amico, que encarna a Jorge Castelli, doctor en derecho y juez; Adriana Llabrés, quien interpreta a Marcela Araujo, doctora en derecho y secretaria de sala; Víctor Hugo Martín, quien hace el papel de Luciano Sarmiento, doctor en derecho y juez, y Pablo Perroni, que desarrolla el personaje de Andrés Vidal, abogado sin doctorado y juez. Toda la acción ocurre en el despacho del Tribunal Superior de Justicia, en la Ciudad de México.
No toleran la denuncia
Una bandera de México luce en el escenario. Tiempo actual.
No es una comedia sutil, aunque los diálogos entre abstracciones legales pueden causar regocijo, risas y hasta carcajadas.
Angélica Aragón señaló: “Presentar y dirigir una historia como ésta es lamentable y afortunado. Lo primero porque trata un problema vigente y en aumento: los feminicidios, la violencia de género, y lo segundo porque es pertinente hablar de eso, llevarlo al teatro.
Acordémonos de que en España una mujer acudió a la policía a denunciar violencia, ésta invitó al victimario a declarar y cuando regresó a su casa mató a su esposa por considerarla chismosa. Hay un altísimo índice de asesinatos de estos, porque los hombres no toleran que ellas se atrevan a denunciar el comportamiento violento de ellos.
Agregó: “El estreno de esta obra en mayo pasado fue oportuno, porque las mujeres protestaban en la calle, no sólo contra la violencia, sino contra el hecho de que los hombres se defiendan en las redes sociales, se digan inocentes y ofendidos. Es complicado porque se ha vuelto un tema que genera sinsabores. Creo que tenemos mal entendido el concepto del feminismo. Escuché en una entrevista de radio que afortunadamente esta obra no era feminista, como si el feminismo fuera un estigma, una actitud nociva.
“Considero, como muchas personas, que el feminismo fue la revolución más importante del siglo XX, porque fue lo que liberó a más de la mitad de la población del planeta, en términos de las oportunidades que les habían sido negadas a las mujeres simplemente por demostrar su capacidad de trabajo, de estudio, su capacidad de acción.
“La humanidad entera ganó cuando la mujer se integró a la vida pública. Creo que hay mucho que ganar en el momento en el que el hombre, particularmente el mexicano, se integra al espacio de lo privado, que es lo doméstico, el hogar. He estado en pláticas sobre violencia de género con gobernadores, ministros de justicia, y les he preguntado si son conscientes de lo que contiene el refrigerador de su casa. Me miran sorprendidos. Les pregunto si ellos no son los que contribuyen al gasto para que se surta ese refrigerador, si no son los que consumen la comida que contiene. ¿Cómo es posible que les resulte indigno poner un pie en la cocina y abrir el refrigerador para servirse un vaso de leche? O ¿sacar lo necesario para hacerse un sándwich?
El mexicano, hasta donde he podido observar, considera que esa incursión al terreno de lo privado, de lo doméstico, significa una merma en su potencial de hombre, en su control de las situaciones, en su hegemonía, en su poder, y nada tiene que ver una cosa con la otra.
Aragón señaló: “Esta obra invita a reflexionar, a que cada persona confronte sus puntos de vista. En la puesta hay tres, pero en cada uno hay un prejuicio. Están fundados en una norma aprendida. La sociedad necesita repensar actitudes y modos de pensar, que son aprendidos. Finalmente, siento, la sociedad va encaminada a la equidad. La inequidad de salarios entre los sexos no se resolverá en todo el siglo XXI. Seguirán las resistencias.
Se sigue dudando en la capacidad de la mujer para ser taxista o piloto de un avión.
Golpear a una persona, a un cuerpo que se ama, se toca, con el cual se tiene sexo, es enfermizo. La violencia no sólo se hereda, se aprende, se repite. En el Metro de la Ciudad de México se ha reportado el aumento de suicidios, particularmente de hombres en edad productiva, que sienten que la responsabilidad de mantenerse y de mantener a su familia es demasiado grande. Optan por una solución muy radical por frustración. A la mujer se le ha considerado tradicionalmente el sexo débil y el hombre siente que se vuelve una especie de dueño de ella y que tiene derecho a corregirla, a golpearla... por si acaso, para que no lo engañe. Usa el miedo, la violencia.
La última palabra se escenifica en el teatro Milán, sito en Lucerna 84, esquina Milán, colonia Juárez.
Funciones los lunes a las 18 y 20 horas, hasta el 26 de septiembre. Boletos en taquillas del inmueble y en Ticketmaster, 5325- 9000.