o veo por qué no puede suspenderse eso que ha hecho la Secretaría de Educación Pública (SEP) y que llama el gobierno reforma educativa
. No para darle gusto a la CNTE –que ha dejado dos meses sin clases a los niños de cuatro de los estados más pobres del país, abriendo algo más la brecha educativa con el resto del país–, sino para revisar todo lo mal que se ha hecho en términos políticos y educativos y enderezarlo. Árbol que crece torcido jamás su rama endereza
, decían ya los abuelos de nuestros abuelos.
Aprovechando el criterio de Nuño de que es preciso aprender de la experiencia, ahora es cuando. Lo primero que se hizo fue el manotazo sobre la mesa, diciendo a las fuerzas sindicales que la dirección educativa pública la maneja el Estado. La situación era una, creo, que ameritaba el manotazo. El manotazo
consistía en establecer que las contrataciones se harían por concurso de oposición, y en lanzar a la basura las vergonzosas prácticas de la venta y la herencia de las plazas; también, en terminar con la subdesarrollada práctica de entregar plazas políticas y de gestión educativa a los miembros del sindicato por el solo hecho de ser tales.
Pero lo siguiente fueron las mil caras de la evaluación y ahí estamos varados. La evaluación, a su vez, derivó de un conjunto de leyes ilegítimas; ilegítimas por su total falta de un consenso que no fuera el construido entre los miembros de los partidos en el Congreso, que padecen también de una alta ilegitimidad entre la población.
Podría, sí, haberse acordado una evaluación de los profesores del país, con un propósito puramente diagnóstico y poder así contar con un mapa del deplorable estado en que se encuentra la formación de los profesores, incluyendo las profundas diferencias regionales. Ésta hubiera sido una información muy valiosa para el diseño de la reforma educativa. Pero habrían sido necesarios igualmente muchos otros diagnósticos: el atroz estado en el que se encuentran las escuelas; los procesos de gestión de las autoridades federales y estatales; los contenidos educativos proporcionados a los niños en las diversas regiones del país. Estos diagnósticos podrían haber sido enriquecidos con las miles de investigaciones educativas que han elaborado el significativo número de investigadores en educación con los que ya cuenta el país.
Habría sido necesario elaborar un procedimiento para crear un amplio consenso cuyo propósito fuera, a su vez, construir una agenda de discusión y formulaciones para crear una ley de reforma de la educación básica. Esto debía contar con un calendario de actividades: probablemente un año.
La ley de reforma debería dar respuesta a todos los problemas señalados por los diagnósticos. Es claro que esta ley tendría que abarcar a todas las escuelas de nivel básico y a las escuelas normales. Decididos los contenidos educativos y los modelos pedagógicos, con sus variantes regionales, se habría tenido la materia prima para la reforma de las normales. De otra parte la planeación de la formación de los profesores debe tener presente que hace muchos años que la tasa de fecundidad viene disminuyendo en el país, y con ella la tasa de crecimiento del grupo de edad del nivel escolar básico. Esto no es ninguna novedad, en todo el país, y significativamente en la zona metropolitana del valle de México, han cerrado, por falta de alumnos, probablemente la mayoría de los turnos vespertinos de primaria y secundaria. Sólo hay que ver cómo en 2010 el grupo 0-10 años de edad, ya era menor, en números absolutos, que el grupo 10-20 años.
La evaluación continua de los profesores es una necesidad ineludible; no de otra forma puede desarrollarse un programa de actualización permanente de los mismos. Y esto mismo afecta los contenidos educativos que se adquieren en las escuelas normales. ¿Alguien oyó a alguna autoridad educativa hablar de todos estos temas mientras la reforma educativa
avanzaba?
En mi contribución de la semana pasada recogí un conjunto de propuestas de carácter educativo que puso sobre la mesa la SEP. Hice lo mismo con las propuestas, más bien del interés laboral de los profesores –asunto legítimo, desde luego–, que puso sobre la mesa la CNTE. Celebré que, por fin, oíamos ideas relacionadas con la reforma de la educación.
No necesariamente es la mejor manera de enderezar una reforma educativa que nunca ha sido tal. Porque requeriríamos oír una propuesta para crear el camino de la reforma educativa de la A a la Z. Requeriríamos oír cómo serán creados los consensos mínimos necesarios para que una reforma de las leyes emitidas, diera un resultado racional. Deberíamos oír algo acerca de una agenda y un calendario de actividades. Agenda y calendario podrían incluir la suspensión temporal de unos trabajos cuyos resultados no han sido muy felices. Durante la suspensión puede evaluarse lo hecho y lo mal hecho. Podría la SEP construir la entera ruta de cinco, ocho, o 10 años, los que fueran necesarios, para que México tuviera un mejor futuro, por contar con una sociedad más y mejor educada, mediante un proceso que empieza en la escuela básica o, mejor aún, en el nivel prescolar.
La SEP parece creer que una suspensión equivale a otorgarle una victoria política a la CNTE. De ninguna manera es así: el tema es ¿qué va a hacerse durante el periodo en que la no-reforma en curso quedara en suspenso?