En junio cumplirá 70 años y el sello Almadía lo celebra con la publicación de Odioso caballo
Domingo 22 de mayo de 2016, p. 6
Reconocido como una de las voces poéticas contemporáneas más relevantes del país, Francisco Hernández (San Andrés Tuxtla, Veracruz, 1946) cumplirá 70 años el 20 de junio.
Para celebrarlo, el sello Almadía publica su poemario más reciente, Odioso caballo, especie de juego de palabras de uno de sus textos que da nombre al libro y en el que cuestiona: ¿O Dios o caballo? Odioso caballo
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El autor se dedicó durante más de 20 años a la publicidad, trabajo que abandonó para entregarse a la poesía.
Sus primeros poemarios fueron ediciones de autor; me pagué mis primeros cuatro libros. Luego la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) me publicó uno, en el que se reunían esos cuatro libros
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Francisco Hernández no es un poeta religioso. Al respecto, explica: Mi padre no era para nada religioso, era casi agnóstico. Mi madre, al contrario, sí era religiosa. Le gustaba ir a misa, a los rosarios. Me mandaban a misa todos los domingos, pero jamás entendí nada, tampoco me lo explicaron. Total que nunca creí y hasta la fecha sigo en un estira y afloja
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Como poeta, añade, creo en la escritura. No en la mía en particular, sino en la de los demás, en la que ya está hecha. Creo en el tiempo. Eso que curiosamente no vemos, pero que todos los días sentimos y experimentamos. Sobre todo cuando cumples 70 años, crees en el tiempo
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Para el autor de Mar de fondo, aunque cree que a los 70 uno ya pasó lo mejor de la vida, es también un gusto llegar a esa edad y decir: me siento tranquilo
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De la muerte, indica Francisco Hernández, es indudable que se empieza a ver y sentir que ya no se trata de una cuestión filosófica o literaria, sino que es algo que se aprecia de otra manera
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Mi madre, comparte, “que acaba de fallecer, murió a los 100 años, casi a los 101. Y la escuché decir más de una vez: ‘ya estoy cansada, harta, ya me quiero morir’”. Entonces, dice el poeta, “uno se puede cansar de vivir. Eso es lo que yo le escuchaba a ella. En mi caso, llegue a una edad que jamás pensé iba a cumplir. De joven no se piensa en eso.
“De pronto, me pregunto: ¿qué pasó con los 35 años, dónde quedaron? o ¿dónde quedaron los 40? ¿Cuando empecé a usar lentes y me sentí viejo por usar ‘viejocales’, por los lentes bifocales?”, bromea. Y los 50. Ese número tan redondito, ¿qué le pasó?
Con la edad, agrega, “uno se vuelve selectivo en distintos aspectos. Por ejemplo, con las lecturas. Leo todo lo que puedo, diario, pero libro que no me gusta, lo dejo; ya no ando esforzándome por terminarlo. No soy bueno para leer novelas, con sus excepciones, pero sí leo mucha poesía.
“Me gustaría mucho –prosigue– ir a Perú, conocer ese país, a ver si para septiembre. Que sea uno de mis últimos viajes. Siempre recuerdo una frase del escritor cubano Lezama Lima, quien salió únicamente en dos ocasiones de la isla: una a México y otra a Jamaica, quien decía: ‘Yo no viajo, por eso resucito’”.
Aunque Hernández ha efectuado varios viajes, señala: Creo que ya llegué a esa frase de Lezama: ya no viajo, pero sí quiero ir a Lima
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En busca de la propia voz
De su experiencia de publicista y su quehacer poético, explica: La publicidad me ayudó para escribir poesía y viceversa. Esa concreción, esa búsqueda de la palabra exacta, ese escribir para tratar de convencer a alguien en 20 segundos, para comprar algo que no necesita, requiere de una precisión y una brillantez del lenguaje para que sea convincente y en la poesía ocurre algo similar, aunque ésta tiene que ver con un impacto que está más cerca del misterio que de las promesas publicitarias. El lenguaje de la poesía tiene que ser convincente, misterioso, jugoso y muy poderoso
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Con 25 libros escritos, expresa: No pienso en hacer libros, sino en escribir poesía
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En el pasado, recuerda, “en cierta ocasión envié unos poemas a una revista y me contestaron que no había espacio para publicarlos, pero me dijeron: ‘sigue escribiendo hasta que encuentres tu voz’.
Eso nunca se me olvidó y hasta la fecha me sigo preguntando si ya encontré mi voz. ¿Cuál es la voz de un poeta? ¿Cómo es?, no sé
, cuestiona.
¿Tiene que ver con un estilo? ¿Cómo se reconoce la voz de un poeta? Me dijeron que debía encontrar mi voz, pero seguiré haciendo poesía en tanto me sea posible y a ver si un día de ´stos lo que escribo me habla y a ver si así suena una voz reconocible.
Odioso caballo tiene varios apartados. La primera parte, formada por 11 poemas, trata de un hombre (que soy yo
, dice Hernández) y la relación con su caballo, que se llama Dios. “Hoy amanecí montado en Dios”, es el primer verso del libro. A partir de ahí comienza una relación conflictiva
, afirma el poeta.
“Básicamente hay un reclamo en torno a la cuestión de, si existes, ¿por qué permites tanta violencia?, ¿por qué no te dejas ver?, ¿por qué eres invisible? Al caballo lo nombré Dios para tratar de domesticarlo. Hacerlo caminar o correr al paso que yo quiera, pero el caballo hace lo que un dios haría: ejerce su fuerza y acaba por tirarme, arrastrarme y domesticarme. Y debo aceptar que aunque lo odie y no lo vea, ahí está.”
Francisco Hernández ha sido reconocido con los premios de Poesía Aguascalientes 1982, Xavier Villaurrutia 1994, el Internacional de Poesía Jaime Sabines 2005, el Iberoamericano de Poesía Ramón López Velarde 2008, Mazatlán de Poesía 2010 y el Nacional de Ciencias y Artes en el campo de Lingüística y Literatura 2012.