Puede ser su último acto como presidenta del país sudamericano
Pese a la crisis política, pidió paz y garantizó una justa exitosa
Miércoles 4 de mayo de 2016, p. a11
Brasilia.
Dilma Rousseff encendió ayer la antorcha olímpica. Quizá fue su último gran acto como presidenta de Brasil y la simbólica primera escala de un viaje que durante tres meses llevará la llama por el país hasta la apertura de los Juegos en Río de Janeiro.
En una ceremonia pletórica de mensajes de doble lectura, la mandataria pidió paz para los brasileños y garantizó que la justa será exitosa pese a la crisis política que sacude a la nación y que la ha dejado al borde de la destitución.
“Aunque estamos pasando un periodo verdaderamente crítico en la historia de nuestra democracia, Brasil sabrá cómo ofrecer a los atletas y visitantes la mejor bienvenida a los Juegos Olímpicos.
Tengo la certeza de que un país cuyo pueblo sabe luchar por sus derechos y proteger su democracia es un país donde los juegos tendrán el mejor éxito
, dijo convencida Roussef.
La presidenta, de 68 años, fue la encargada de pasar el fuego olímpico a Fabiana Claudino, bicampeona olímpica de volibol, que descendió la rampa del Palacio de Planalto para comenzar a correr con la antorcha en alto por las calles de Brasilia ante miles de personas que la alentaban.
Con rituales indígenas, a bordo de una canoa suspendida de un helicóptero, a pie, a nado o a caballo, la llama recorrerá 329 ciudades brasileñas y será transportada por 12 mil personas hasta llegar al estadio Maracaná el 5 de agosto.
Una de los 10 primeros encargados de cargar la antorcha fue la refugiada siria Hanan Daqqah, de 12 años, quien llegó con su familia a Sao Paulo en 2015.
La primera mujer en presidir Brasil podría tener que abandonar la próxima semana el Palacio de Planalto si el Senado la suspende 180 días para juzgarla por irregularidades en las cuentas públicas.
De ser así, Rousseff será impedida de ser la jefa de Estado durante los primeros Juegos Olímpicos en Sudamérica y enfrentará su juicio político en la residencia presidencial, mientras el vicepresidente Michel Temer, a quien Rousseff acusa de golpista
, entrará en funciones de forma interina.
Manifestantes a favor y en contra del proceso contra la mandataria aprovecharon el paso de la antorcha olímpica para protestar frente a las cámaras de televisión.
La antorcha aterrizó en un Brasil polarizado, inestable y que deriva en un mar de dudas.
Con las competencias ya en el horizonte y la infraestructura casi totalmente lista, aunque afectada por recortes de presupuesto debido a la peor recesión económica en décadas, los Juegos empiezan a entremezclarse con los titulares del sismo político.
La antesala no fue precisamente un catálogo de buenas noticias en un Rio de Janeiro donde empeoran los índices de violencia y 11 trabajadores han perdido la vida en las obras olímpicas.
A los numerosos casos de dengue en Brasil se sumó un brote inusitado de virus del zika, dolencia también transmitida por mosquitos y que encendió alarmas. El país combate asimismo el virus H1N1, que ya dejó 230 muertes este año, y la chikungunya.
Rousseff habló durante unos 20 minutos, y prometió que Río estará listo para la justa, con instalaciones terminadas y máxima seguridad. Brasil ya está completamente listo para proteger a los atletas, el personal técnico, los jefes de las delegaciones, turistas y periodistas, a todos nuestros visitantes
, dijo, y enfatizó: La llama iluminará a un país hospitalario y responsable
.