Derechos y libertades de las mujeres: el déficit civilizatorio
os temas de género han ido creciendo y adquiriendo complejidad. Al inicio, las preocupaciones por la explotación laboral y el derecho fundamental a obtener educación fueron las banderas básicas, pero después de ciertos avances las banderas se multiplicaron: libertades políticas, derechos sociales y reiterados fenómenos de discriminación. Una primerísima libertad es el derecho de ser dueñas de su propio cuerpo, lo cual levantó la exigencia al derecho de interrumpir el embarazo (antes de las 12 semanas), pero sólo en el ex Distrito Federal se ha estipulado.
Otro tema delicado en la agenda de género es la violencia contra la mujer, la cual se refiere a todo acto de maltrato físico, simbólico o sicológico, y al feminicidio. Gracias a la acción decidida de las organizaciones de mujeres, se ha logrado avanzar en declaraciones y legislación contra todos estos tipos de violencia. Nada ha sido un regalo; se ha tratado de verdaderas conquistas.
La violencia económica manifiesta la naturaleza de todas las violencias: actos de dominación. La Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares expone que en esta entidad 60 por ciento de las casadas o unidas ha vivido algún episodio de violencia económica; 88 por ciento de las casadas, emocional, y 18 por ciento, agresiones de extrema gravedad. Los factores asociados a la violencia –donde, por tanto, están las claves para evitarla– son educación e ingresos de la mujer. La universalización de los derechos sociales para las mujeres, a fin de que obtengan formación académica a independencia, es una manera efectiva de combatir las violencias. Las organizaciones feministas y de derechos humanos, aparte de visibilizar el problema, deben activar la conciencia de toda la sociedad para obligar al Estado a generar políticas públicas que sienten las condiciones sociales que erradiquen la violencia y la dominación contra las mujeres. Mientras persistan estos trastornos, no podemos llamarnos civilizados.