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Las Nuevas Cuatro Estaciones de Vivaldi
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Periódico La Jornada
Sábado 30 de enero de 2016, p. a12

Sobre nuestras cabezas zumban lanzas, flechas, gruesos hilos de lluvia helada. Son los instrumentos de cuerda de la Orquesta de la Vida los que emiten tales ensoñaciones en vendaval.

Los músicos están como poseídos, los ataques de sus arcos sobre el puente de sus instrumentos asemeja el ritual de un concierto de heavy metal.

Al sobrevuelo de las notas fieras se suma el espectáculo de las crines de los arcos que vuelan por los aires, hechas pedazos.

Y por encima de todo ese maremágnum, un violín Stradivarius asciende cual Zeus en su carruaje en el Olimpo.

Todo eso que suena produce asombro, emoción, adrenalina.

Estamos frente a una nueva obra maestra: The New Four Seasons (Sony Classical), el nuevo disco del enfant terrible del pacato mundo de la música de concierto: Nigel Kennedy.

El título del álbum obedece a varias lógicas: nuevas cuatro estaciones porque hace un cuarto de siglo ocurrió un campanazo de esos que cambian el curso de la historia: Nigel Kennedy grabó Las Cuatro Estaciones de Vivaldi con su estilo único y alucinante: fiero, fuerte, con acentos asombrosos y un manierismo espléndido, imaginación, creatividad, osadía, es decir, todo aquello que no había en el mundo de las salas de concierto.

También, una inteligente, creativa campaña de marketing, para completar el envoltorio de un producto fenomenal: Nigel Kennedy y sus atuendos de payaso, de paria, de chavo alivianado, de hipster, de punk, con tenis y playera de un equipo de rugby, gorra. Y sobre todo un desenfado a toda prueba.

El resultado no se hizo esperar: más de 2 millones de copias vendidas y su ingreso a los Records Guinness.

Desde entonces, Nigel Kennedy es odiado y amado. Más amado que odiado, pues el mundo sigue girando gracias a que existe la cantidad necesaria y suficiente de cronopios que equilibran los mohines de los famas y esperanzas.

Todos los discos de Nigel Kennedy son un jolgorio. Lo mismo Beethoven que Jimi Hendrix, Mozart que blues, Bach que música tradicional de distintos rincones del mundo.

Sus Nuevas Cuatro Estaciones son oasis en el desierto.

Consta de 21 movimientos, nueve más de los originales que escribió Vivaldi: cuatro conciertos para violín y orquesta cada uno de ellos de tres movimientos = 12.

Los otros nueve son creaciones de Nigel Kennedy que juguetean con los materiales vivaldianos para crear, he aquí otro de los sentidos del título del álbum, una versión nueva de estas obras campeonas del hit parade (es una de las obras que más amamos muchos melómanos).

En el cuadernillo del disco, Nigel se divierte de lo lindo. Se inventa una autoentrevista donde dice explicar los motivos de esta grabación. El reportero imaginario le pregunta por la versión primera, que grabó en 1989, y él responde que gracias a ella logró salirse del gueto de la música de concierto.

Reflexionar fuera del recipiente es el arte mayor de Nigel Kennedy. En este nuevo disco hay interjecciones, humanos que ladran, pasos sobre la nieve, sonidos electrónicos, secuencias de percusiones diseñadas por uno de los integrantes del grupo Massive Attack: Damon Reece, guitarras de rock, sesiones de jazz, músicos invitados provenientes de territorios ajenos al concertismo estilo pingüinos (Z-Star, Orphy Robinson), mucha irreverencia y mucho amor a la música.

Se trata de un disco sumamente disfrutable, divertido, enjundioso, lleno de energía vital. Lleva el disfrute que produce la escucha de Las Cuatro Estaciones a niveles exultantes.

Los contrabajos chicotean, los violonchelos gimen, las violas vuelan, los violines guturan, todo a velocidades extraordinarias en el Verano y con quietud poética en el Invierno, tormenta sinestésica en la Primavera y poesía pura en el Otoño.

La característica central del disco: el arte de la improvisación.

El punto de partida para este logro es el tino de Kennedy para apoyarse en la dosis natural de improvisación en la música barroca para aumentar esa dosis y lograr creaciones nuevas.

Otro apoyo fundamental son los versos que Vivaldi imprimió en su obra, considerada la primera gran obra exitosamente programática, para titular sus pasajes transitorios y los originales de Vivaldi: El pastor duerme con su perro fiel a su lado, Su miedo es la única verdad, El campesino celebra la cosecha exitosa, El placer de los más dulces sueños, La lluvia allá afuera.

Zumban las gotas de lluvia convertidas en flechas sobrevolando nuestras cabezas. Gimen los violonchelos. Cantan los contrabajos. Esplende el mundo en sus cuatro estaciones y Nigel Kennedy sonríe con su nueva travesura, su cabello en afeite punk y sus ideas libertarias (esta obra la estrenó con una orquesta de jóvenes palestinos y él se declara socialista), y su personalidad tan creativa que ha cambiado el curso de la historia y gracias a él la música se disfruta más y quienes no acudían a las salas de concierto con el pretexto de que la música clásica es aburrida, ahora son devotos.

Gracias, maese Kennedy por tanto. Gracias por estas deliciosas y Nuevas Cuatro Estaciones.

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