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En Bellas Artes pronunció su discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua

La violencia en el país nos estalla en la cara, afirma Rosa Beltrán

Colgados en la Revolución de entonces y colgados de los puentes peatonales ahora, dice

Nuestros muertos son, todos, desaparecidos, responde Gonzalo Celorio a la nueva colegiada

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Rosa Beltrán, en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, durante la incorporación de la escritora a la Academia Mexicana de la Lengua, donde ocupa la silla 36Foto José Antonio López
 
Periódico La Jornada
Sábado 30 de enero de 2016, p. 3

En su discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua (AML), la noche del jueves, Rosa Beltrán se refirió a la realidad imperante en el país, donde la violencia nos estalla en la cara.

Comparó el actual acontecer nacional con lo referido por su colega Nellie Campobello, en su novela Cartucho, para demostrar la vigencia y la proximidad de la escritura de esa autora nacida en 1900, quien de modo inexplicable desapareció en 1986.

Como han dicho muchos de sus críticos, se trata de 56 estampas como 56 balazos: súbitos, brutales, lacónicos, acordes con un tono con el que identificamos el México violento que hoy vivimos. Una razón más por la que los lectores de ahora se acercan a una obra que encarna una realidad atroz y las formas en que ésta se narra, sustentó.

Colgados en la Revolución de entonces y colgados de los puentes peatonales de ahora. Desaparecidos con causa aparente entonces, y desaparecidos sin causa y sin explicación ahora.

La literatura, último baluarte

Rosa Beltrán abordó la necesidad de replantear el canon respecto de qué es un clásico en la literatura y de abrirse a géneros considerados menores, como la crónica y el testimonio.

Haber descubierto en el siglo XX que no existe nada esencial nos ha hecho repensar el canon y mirar las obras de un modo diverso. Un clásico es algo aún más misterioso que lo que imaginábamos porque es, ante todo, un mecanismo, dijo.

Clásico no es el libro que conforme a su etimología contiene un orden, sino aquel que las generaciones deciden leer como si todo en él estuviera escrito con deliberación, para sus ojos cambiantes, infinitos.

Afirmó que la obra de Campobello posee todos los méritos para ser un clásico, aunque ha permanecido en vida latente, sujeta de ser reanimada cada determinado tiempo sin llegar a ser leída más que por especialistas.

Aunque se trata de un relato testimonial sobre la Revolución Mexicana, contada por la mirada de una niña, señaló –en relación con Cartucho–, que es una novela cuyas estructuras inauguraron una nueva manera de contar que la colocan al margen de la llamada novela de la Revolución.

De acuerdo con la académica, “la violencia es la carne de la prosa de Cartucho que nos estalla en la cara.

¿No es acaso esta narrativa más cercana y más capaz de representar el absurdo de la violencia insensata que vivimos todos los días?, inquirió. ¿No es cierto que la violencia sin explicaciones de Campobello responde más fielmente a esta otra violencia todoabarcadora que quiere convencernos de que ella es lo único que existe?

En ese relato, agregó, no hay nada más que lo que hay: una violencia permanente con la que se conmueve y se convive todos los días. Esa naturalización, sostuvo, es responsable de que los lectores de la escritora duranguense sientan hoy su obra muy cercana.

Una época capaz de entender lo que en el momento de su publicación y hasta hace muy poco había sido inconcebible, que hoy, en cambio, marcan nuestros días: que el mundo puede ser narrado desde la total falta de certidumbre porque cuando ya no queda nada, se puede partir de cero y cuando no queda nada, nos queda la literatura.

Luego de que el poeta Jaime Labastida, director de la AML, impuso a Rosa Beltrán las insignias que la acreditan como miembro de número de ese cuerpo colegiado, en el que ocupará la silla 36, correspondió a Gonzalo Celorio responder el discurso de ingreso.

¿Cómo nombrar, tras la lectura del espléndido discurso de Rosa Beltrán, a los miles, las decenas de miles de nuestros muertos de hoy, así sea para que se reintegren después a la masa informe de donde procedían? ¿Acaso no hay literatura capaz de arrostrar empresa semejante? Nuestros muertos no son muertos. Son, todos, desaparecidos, señaló Celorio.

El escritor celebró que con la incorporación de Rosa Beltrán la AML se renueva, se rejuvenece, amplia el espectro de sus saberes y fortalece su vinculación con otras lenguas y otras tradiciones literarias. También, por qué no decirlo, se embellece.

Indicó que en el trabajo intelectual de Rosa Beltrán convergen creación literaria e investigación, así como la docencia y la difusión de la cultura.