Científicos someten plantaciones a más dióxido de carbono
Jueves 10 de septiembre de 2015, p. 41
Geisenheim, Alemania.
El aumento global de la temperatura propicia que las uvas maduren más rápido. Algunos viticultores creen que este incremento calórico podría ser uno de los beneficios del cambio climático, pero es probable que cometan un error de cálculo.
Eso es lo que pretende averiguar un equipo de investigadores alemanes, que ha dedicado un año al estudio de cómo afecta el dióxido de carbono a las vides.
La Universidad de Geisenheim, referencia en Alemania como centro de investigación vinícola, se propuso analizar las consecuencias del aumento de dióxido de carbono. Para ello, expone artificialmente a las vides a una mayor concentración de este dañino gas, que se reparte por la plantación de forma equitativa gracias a unos ventiladores. El aire cuenta con 20 por ciento más del contaminante, lo que simula las condiciones a las que se expondrán las uvas en un futuro.
Queremos saber cómo sabrá el vino dentro de 35 años
, explica Claudia Kammann, coordinadora del proyecto. Hasta entonces, la proporción de dióxido de carbono en el aire podría elevarse a entre 480-500 partes por millón (ppm), frente a las 400 ppm actuales, lo que supone 20 por ciento más.
Cuando el ser humano comenzó a practicar la agricultura, la concentración de dióxido de carbono en el aire era de sólo 280 ppm.
Efecto acelerador
Según los expertos, los gases causantes del efecto invernadero (dióxido de carbono, metano y óxido de nitrógeno, entre otros) inciden también en el aumento global de las temperaturas. Esto propicia que el crecimiento, floración y cosecha de las vides se adelante mucho.
Así, el peso del mosto de la uva, un importante indicador de su madurez, también se ha incrementado notablemente. Y todo ello tiene como consecuencia que ahora en los viñedos alemanes pueda haber variedades como cabernet sauvignon o merlot, que son en realidad autóctonas de los países mediterráneos.
Sin embargo, la influencia directa del dióxido de carbono en las vides apenas se había investigado. El proyecto Face2Face (Free air carbon dioxide enrichment) pretende averiguar si el aumento de la proporción de ese gas en el aire afecta al crecimiento, la cosecha y la calidad de la uva o provoca que las vides sean más vulnerables a las plagas.
La hipótesis es la siguiente: aunque el gas adicional puede resultar conveniente para el crecimiento de las vides –mediante la fotosíntesis, aumenta su biomasa, como sucede con los tomates en los invernaderos–, esto puede cambiar la concentración de nutrientes en la uva. Con frecuencia, disminuye el contenido de nitrógeno, señala Kammann.
Al mismo tiempo, se investiga cómo las uvas reaccionan a plagas como la polilla de la vid. Para ello, el trabajo es minucioso: cada planta está marcada, por todas partes hay sensores que miden continuamente la humedad del suelo y las cepas. La plantación se distribuye en seis anillos, tres de los cuales son sometidos a un extra de dióxido de carbono. Las variedades plantadas son en todos riesling y carbernet sauvignon, de las que se obtienen 12 caldos distintos, unos 20 litros por anillo.
Las elevadas temperaturas de los pasados meses han provocado que la cosecha de riesling vaya a arrancar ya a mediados de septiembre.
Pero aunque el aumento del peso del mosto haga creer a algunos que los viticultores podrían beneficiarse del cambio climático, lo cierto es que los veranos serán cada vez más secos –2015 es un claro ejemplo–, lo que generará estrés en el equilibrio hídrico de las vides.
Esto conllevaría pérdidas cuantitativas y, posiblemente, también cualitativas: si escasean el agua y las noches frescas, el riesling acabaría perdiendo su característica acidez y nivel de afrutamiento. Algo que podría suceder en esta cosecha, como ya ocurrió en la de 2003.
Además, la rápida maduración de la uva hace que precisamente el riesling, la famosa variedad blanca de la región del Rin, sea más propensa a los hongos en caso de humedades. Así, por miedo al botrytis cinerea, los viticultores se ven obligados a acelerar sus cosechas, informa la asociación de productores de la región alemana.
Aún no sabemos lo suficiente sobre cuáles son las consecuencias del cambio climático sobre la vid
, apunta la investigadora Kammann. Pero sí hay algo seguro: dentro de unas décadas el vino sabrá diferente.