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Los temas de la LIJ, cada vez más cercanos a la realidad

Hay que hablar a los niños sin herirlos ni negarles lo que pasa

El ex director del grupo SM comparte en entrevista sus ideas sobre la literatura para niños y adolescentes. Entre otros temas, reprocha que en los colegios se obligue a leer, porque se rompe con la idea de la lectura como experiencia agradable, y destaca el papel de los ilustradores en la difusión del género

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Juan de Isasa estuvo durante muchos años al frente del grupo SM, entre cuyas funciones editoriales se encuentran la publicación de libros para niños y jóvenes, y entrega, entre otros, los premios Gran Angular, Barco de Vapor y el Iberoamericano de Literatura Infantil y JuvenilFoto José Antonio López
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Para el editor español la literatura no se reduce a “mirarse a sí mismo y decirse: ‘Qué lindos somos’. Hay que salir a la calle”
 
Periódico La Jornada
Domingo 30 de agosto de 2015, p. 2

La literatura tiene que darle cariño a los niños y adolescentes. Eso no significa decirles a todo. “Es decirles ‘no’ a algunas cosas; a veces es mostrarles una cara difícil y complicada, pero que les puede ayudar”, porque ahora los temas de la literatura infantil y juvenil (LIJ) tienen que ver con la realidad en la que viven, considera Juan de Isasa.

El especialista español estuvo muchos años al frente del grupo SM, que tiene entre sus funciones editoriales la publicación de libros para niños y jóvenes, y entrega, entre otros, los premios Gran Angular, Barco de Vapor y el Iberoamericano de Literatura Infantil y Juvenil.

Es precisamente por el anuncio del ganador de ese último premio que De Isasa se encuentra en México. El ganador se dará a conocer mañana en una conferencia de prensa en Guadalajara, Jalisco, y se entregará en el contexto de la Feria Internacional del Libro, que comienza el próximo 28 de noviembre.

De Isasa, jurado de ese premio, habla con La Jornada acerca de la situación de la literatura infantil y juvenil, de la necesidad de crear cariño por la lectura desde la infancia, del error que se comete en las escuelas al hacerla obligatoria y de esas campañas basadas en imperativos. Sin ir más lejos, México tiene una de ellas que puede verse en distintos anuncios, kioscos de revistas y espectaculares: Lee 20 Minutos.

“Siempre he pensado que la literatura infantil es literatura. Lo de infantil es un adjetivo. A los niños no les gusta nada lo que escriben los niños, claro, porque los niños no son tontos, y no saben escribir, como es lógico. La literatura, si gusta a los niños, la llamamos infantil, y tiene el problema que casi no tiene acceso a los medios de comunicación.

–Menciona que lo de infantil es un adjetivo; todavía se tiene esa preconcepción hacia ese género literario.

–Sí. Curiosamente hay muchos autores de literatura infantil que venden muchísimo más que otros muy famosos que escriben, digamos, para adultos. Por ejemplo, en la colección Barco de Vapor hay más de un centenar que ha pasado de 100 mil ejemplares, eso no lo encuentras fácilmente en un autor de literatura para adultos. Si un escritor para adultos vende esa cantidad, le hacen un monumento.

“¿Qué pasa? Que los niños no tienen acceso a los medios de comunicación, bueno no es que no les interese, entiendo que un diario no haga mucha publicidad de una cosa que no interesa a sus lectores y a los padres, pues se fían de lo que les dicen las editoriales o los libreros, no se meten en más líos, o si no acuden a lo que ellos recuerdan como su literatura o lo que les gustaba, pero no se toman un especial interés en buscar la literatura para sus hijos, que les pueda gustar, ni a compartirla con ellos ni nada.

–Hablamos de un género que hace mucho dejó de ser complaciente: ya los temas son reales; los noruegos están hablando, por ejemplo, de masturbación en libros para jóvenes; en México sobre la violencia, las drogas y las nuevas formas de integrar una familia.

–Claro, es que la sociedad ha evolucionado mucho y, lógicamente, los niños ahora mismo tienen acceso a información que antes no les llegaba. ¿Hasta dónde debe abarcar la literatura infantil? Es un debate que nunca se va a cerrar, porque siempre habrá opiniones de todo tipo: moral, pedagógico, pero es cierto que hay temas que antes no tocaba la literatura infantil.

“Costó mucho introducir temas, por ejemplo, el de la separación de los padres, pero es un tópico que preocupa a los niños y que por desgracia ocurre, o el tema de la adopción. Entonces, por qué no hablar a los niños procurando no herirles, sin complicarles la vida más de lo que ya la tienen, pero sin negarles ni ocultarles la realidad, y la realidad es es esa.

Se ha avanzado bastante en ese debate en nuestro ámbito en castellano. América Latina ha superado mucho esa primera fase, pero todavía nos falta.

–¿Existe alguna diferencia entre la literatura infantil y juvenil de Europa y la de América Latina?

–Cada vez menos. Siempre que una cosa empieza tiene momentos muy difíciles, hasta que supera una especie de tics y de cosas raras que surgen al empezar y dices: bueno, ya dejo estas tonterías y ya voy a una cierta normalidad. Creo que a eso se ha llegado en América y ahora mismo la literatura infantil en castellano, tanto en España como en América puede competir con la de cualquier país de occidente. Sobre China y otros países no me atrevo a opinar.

“Es muy curioso, pero quien ha ayudado mucho y ha roto muchas lanzas en favor de esto han sido los ilustradores, porque, claro, el ilustrador no tiene lengua y la imagen se entiende y se lee en cualquier sitio, entonces los ilustradores de estos países han conseguido primero trabajar fuera y ser muy cotizados y muy valorados en todo el ámbito en Europa y en América.

“También han sido los que han abierto el paso a que llegara después la literatura de los países de estos ilustradores. No hemos sido justos en reconocer que ellos han abierto un camino importante a la literatura infantil, y que gracias a ellos se han conseguido muchas cosas.

–Es que recientemente se les está reconociendo como autores.

–Claro, pero aparte de eso, que está muy bien, creo que todavía no se ha analizado ese papel que han jugado en abrir caminos, porque ha habido muchos ilustradores que han trabajado en Japón, Corea, Alemania, Francia, lo cual les ha abierto puertas a los escritores, para quienes siempre es más complicado y difícil, porque necesitan ser bien traducidos.

–Los libros de ahora para niños y adultos ya no son blandos, no son temas que hablen de una Caperucita que se salva del lobo, aunque en las leyendas originales terminaba en pedacitos en la panza del lobo.

–No, no, hay muchos estudios sobre literatura infantil clásica que demuestran que a veces eran perversos. Aquella era una sociedad en la que al niño se le ponía a trabajar en cuanto se ponía de pie, se le explotaba, se le daba caña hasta en sus cuentos.

“Me encanta un libro de Daniel Pennac, profesor francés que ha escrito bastantes libros sobre literatura, y tiene uno que se llama Como una novela, donde dice que la experiencia del niño respecto de la literatura es siempre positiva y agradable, porque es tu madre leyendo un cuento cuando te vas a la cama. Entonces te duermes con esa sensación agradable de que te están contando una historia. Pero cuando ese niño crece, llega al colegio, le enseñan a leer y como no lee bien ya se la carga, y comienza a tener una imagen de la literatura y lectura muy distinta de la que había adquirido; llega un momento en que al final hay que reconstruir la buena imagen de la literatura. Es que la educación o la enseñanza se la ha cargado.

–¿Es donde estamos fallando?

–Eso es verdad. Deberíamos buscar una fórmula o una manera que tuviera una sucesión razonable y positiva, que no implicara la ruptura esa en la que es un castigo leer, porque a partir de ahí es muy difícil rehacer lectores.

–¿Sirven las campañas oficiales de promoción de la lectura?

–Si se plantean bien sí pueden servir, porque ayudan, crean un clima, facilitan a autores, editores e ilustradores que puedan trabajar. También es verdad que a veces se utilizan únicamente de forma política, por ganar votos, y son un desastre.

–Le pregunto esto porque en México hay una campaña que está por todos lados con anuncios que dicen: Lee 20 minutos al día. Ahí ya es una orden.

–¡Claro! Me parece que hay ciertos verbos que no deberían tener imperativo, por ejemplo amar y leer.

(Idea con la que Daniel Pennac abre su libro Como una novela.)

Y continúa: Deben ser acciones absolutamente asumidas, no impuestas. Nadie te puede obligar a amar a alguien y al final nadie te puede obligar a leer. Si lo hacen, se convierte en algo mecánico, no te enteras y no disfrutas, esa lectura obligada no es una lectura de disfrute. El objetivo debería ser ese, gozar cuando lees, porque es un gozo, es un camino para disfrutar.

–¿Cuáles serían entonces los desafíos para la literatura infantil y juvenil?

–No perder el ritmo de la sociedad ni de la historia, ni de los niños, que en el fondo son los que interesan; es decir, acompañarlos como en otras cosas; que la literatura infantil sea capaz de acompañar a los niños, pero sobre todo a los adolescentes, cuyas preocupaciones cambian de manera constante.

“Es más difícil hacer literatura para adolescentes que para niños, porque cambian continuamente de intereses y de temáticas, así como se va modificando el mundo; además, ellos mismos no se entienden, dependen mucho de las modas, pero hay que intentar acompañarlos y estar cerca de ellos; con los niños es lo mismo.

“La literatura no puede quedarse en una especie de mirarse a sí mismo y decirse: ‘Qué lindos somos’. Hay que salir a la calle. He pasado muchos años en colegios, como profesor y director, aunque siempre he dado clases a mayores, pero he tenido mucho contacto con los pequeños, aunque no en clases.

Un colegio es un mundo y por los pasillos aprendes lo que no te enseñan en las clases. En colegios de 2 mil alumnos, como en el que yo estaba, se encuentran las cosas más increíbles, más divertidas, disparatadas, geniales, lo que quieras. Te das cuenta de que los niños son muy fáciles de llevar en cuanto les das algo tan sencillo como cariño. Entonces ellos perciben perfectamente cuando una persona les da afecto.

Lo mismo pasa con la literatura.