yer se produjo el naufragio de una de las embarcaciones en que miles de migrantes africanos buscan llegar a las costas de Italia partiendo del norte de África. Se calcula que el barco transportaba 700 personas y, de acuerdo con Médicos sin Fronteras, tras cuatro horas de labores de salvamento habían sido rescatadas cerca de 400 pasajeros y se habían encontrado 25 cuerpos, pero la cifra podría incrementarse. Un día antes, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) dio a conocer que hasta el fin de semana pasado habían muerto 2 mil personas intentando llegar a Europa a través del Mediterráneo.
Dicha cifra supera la registrada durante igual periodo de 2014, año en que fallecieron 3 mil 279 personas, la mayoría en la ruta de Libia a Italia, pero también en el trayecto de Turquía a Grecia. La OIM calcula que de enero a julio de este año más de 90 mil personas han llegado a Italia cruzando el Mediterráneo –el área fronteriza más mortífera del mundo–, mientras de 2013 a 2014 el número de individuos que intentaron esa travesía pasó de 60 mil a 170 mil, debido principalmente a los conflictos armados en curso en Siria y en Libia.
El repunte es percibido por líderes europeos y amplios sectores de la población del continente como una crisis que debe superarse frenando el flujo migratorio. Este enfoque, azuzado por medios de comunicación conservadores, pretende ignorar las causas subyacentes del fenómeno y pasa por alto que la migración no es un problema, sino, en última instancia, la solución a la abismal asimetría económica entre ambos lados del Mediterráneo. Es innegable que, de no existir esta desigualdad, los flujos migratorios serían meramente anecdóticos y no cobrarían la forma de éxodos trágicos provocados por la perspectiva de emigrar o permanecer en condiciones de miseria.
Es de lamentarse que México asuma una posición igualmente desafortunada ante la migración centroamericana que atraviesa su territorio. En este sentido, la desaparición de la Coordinación para la Atención Integral de la Migración en la Frontera Sur, anunciada ayer, refleja la incapacidad de las autoridades nacionales para concebir de manera integral y apegada a los derechos humanos la situación de los miles de centroamericanos que año con año llegan al país, en su gran mayoría con la intención de emigrar hacia Estados Unidos.
No se puede pasar por alto, además, que dichos migrantes enfrentan condiciones especialmente adversas debido al control de amplias porciones del territorio mexicano por parte de bandas delictivas, las cuales los amenazan con la pérdida de sus pertenencias, su libertad e incluso su vida. Por ello, es de lamentarse que el hasta ahora titular de dicha dependencia, Humberto Mayans Canabal, se congratule por una medida como el incremento en la velocidad del tren conocido como La Bestia, con lo cual los migrantes no podrán abordar los convoyes en movimiento y quedarán varados en una zona de alto riesgo.
Es urgente que tanto las naciones europeas como el propio Estado mexicano rectifiquen esta actitud cerrada e incluso mezquina hacia las personas que ponen en riesgo su vida para mejorar sus condiciones económicas o ponerse a salvo de conflictos armados y persecución política. Ante todo, debe reconocerse que si hoy en día los movimientos migratorios son un fenómeno masivo es debido al sistema económico impuesto por Occidente al resto del mundo, por lo que ninguna frontera detendrá las migraciones en tanto dicho sistema no se transforme.