l dólar es la reserva de valor dinerario privilegiada. Ante las fluctuaciones reales o esperadas de las monedas es el refugio elegido por los inversionistas y especuladores. El peso mexicano sucumbe periódicamente ante la atracción del dólar.
En los años recientes la relación del peso frente al dólar estuvo marcada por la gran afluencia de capitales que buscaban un mejor rendimiento ante la bajada de las tasas de interés –a un nivel prácticamente de cero– en Estados Unidos tras la crisis de 2008, establecida para prevenir una recesión productiva aún más fuerte que la que se registró.
Esta corriente de dólares se invirtió en bonos de la deuda del gobierno y fue un elemento decisivo de la política de estabilización financiera aplicada por el Banco de México; contribuyó a mantener bajas la inflación –medida oficialmente– y las tasas de interés interbancarias. La estabilidad, sin embargo, no respaldó un crecimiento más alto y sostenido de la actividad económica y el empleo. Y esos dólares se deben.
El dólar costaba 9.97 pesos en agosto de 2008 y ahora cuesta más de 16 pesos. La depreciación más reciente, que ha sido abrupta, es motivo de discusión en el marco de las condiciones externas e internas que repercuten sobre el tipo de cambio.
Desde hace varios meses se argumenta que la esperada subida de las tasas de interés en Estados Unidos provocará una salida de capitales con un efecto negativo en el valor del peso. Hasta ahora tal medida no ocurre y no hay aún una fecha señalada por la Reserva Federal para normalizar
su política monetaria para llevar los intereses a niveles similares a los prevalecientes hace ya seis años.
Hay una interpretación que se ofrece recurrentemente por los expertos cuando se da un movimiento en algún precio financiero de relevancia y más aún, cuando no lo hay en el sentido esperado. Se dice, entonces, que el mercado ha descontado
ya el efecto de dicha alteración del precio.
De esta forma y ante la expectativa cada vez más clara del alza de los intereses en dólares, debería esperarse que el mercado lo habría ya descontado y que no tendría por qué haber una depreciación del peso como la que se observa. Eso no significa que cuando se aproxime el alza de las tasas en Estados Unidos no haya otra ronda de depreciación cambiaria, pero no ahora.
De la misma manera se sostuvo que la crisis griega generaba distorsiones en los mercados que impactaban al peso por su papel como moneda en que se saldan transacciones internacionales. Pero ahora la crisis griega está en un punto en el que no debería provocar tampoco la depreciación del peso, cosa que aún puede ocurrir en caso de que no se entienda el gobierno griego con sus acreedores.
El fenómeno externo que sí impacta de modo severo sobre el tipo de cambio es el bajo precio del petróleo, puesto que la exportación de crudo genera el ingreso de menos cantidad de dólares. Pero, entonces, qué función cumplen las abultadas reservas internacionales. Además de que el nivel de la demanda interna es reducido y no hay una presión adicional sobre las importaciones que devalúen al peso.
Internamente no se advierten presiones de demanda excedente de dólares que lo encarezcan. En este punto hay quien propone que los resultados económicos por debajo de lo esperado que se han acumulado desde el inicio de este gobierno han modificado de tal manera las expectativas que provocan la salida de dólares del país. Faltaría explicar por qué ocurre en este momento y calificar más ese cambio en las expectativas. El desempeño económico no es una sorpresa ya para nadie y este no parece un argumento relevante.
Hay un motivo que estaría afectando la paridad peso-dólar y que tiene que ver con la situación fiscal, que es provocada por el agujero de los ingresos petroleros y su posible agravamiento en 2016, ya que la tendencia parece ser a que se mantengan los bajos precios del crudo. Pemex transfiere una gran parte de su excedente al gobierno y es financieramente cada vez más frágil.
Desde julio de 2014 se inició la caída de los precios internacionales del crudo desde casi 100 dólares por barril hasta la mitad en la que hoy se encuentra y, al mismo tiempo, empezó la depreciación progresiva del peso de un nivel en torno a 13 a más de 16 por dólar. La relación inversa se advierte perfectamente.
Otro elemento es que la enorme importación de gasolina que se hace de Estados Unidos se ha ido abaratando en el mismo periodo, mientras los precios internos fueron subiendo mes con mes. La diferencia representa una significativa ganancia fiscal. Bancomer estimaba en febrero de este año que tan sólo esta diferencia compensaba el faltante de ingresos públicos por la caída de las entradas por exportación de crudo. Esos aumentos de precio han terminado, por ahora.
Pero a esto hay que sumarle el efecto de la depreciación del peso, pues las entradas de dólares representan una mayor cantidad de pesos para compensar las pérdidas del erario. La depreciación es un recurso para allegarse de más pesos sin echar a andar la máquina de imprimir billetes, lo que conforme a la ley no puede hacer el banco central. No hay una explicación clara de las decisiones que ha tomado la Comisión de Cambios sobre la política de tipo de cambio y no parece ser que el peso se debilite por la oferta y la demanda en un régimen flexible de tipo de cambio. Así pues, un peso débil se habría convertido en un componente clave de la política fiscal.