Sobrepastoreo, deforestación y urbanización influyen en la pérdida de áreas fértiles
Organismo de la Cámara de Diputados llama a emprender acciones de prevención y mejoramiento
Domingo 21 de junio de 2015, p. 29
Las actividades agropecuarias y agrícolas, el sobrepastoreo, la deforestación y la urbanización, son los principales factores de la degradación de los suelos del país, denunció el Centro de Estudios para el Desarrollo Rural Sustentable y la Soberanía Alimentaria (CEDRSSA) de la Cámara de Diputados.
Indicó que las entidades con mayor afectación son Tlaxcala, Yucatán, Tabasco, Chihuahua y el Distrito Federal. En menor proporción, Baja California Sur, Baja California, Coahuila, Sonora y Quintana Roo.
El CEDRSSA destacó que, en particular, las actividades agropecuarias son las responsables de casi 80 por ciento de la superficie degradada. Las labores agrícolas participan en la degradación principalmente por las prácticas inapropiadas de labranza, el monocultivo, el uso de agroquímicos, el riego con aguas de mala calidad, la quema de residuos de la cosecha o el no incorporarlos al suelo.
El sobrepastoreo participa con 38.4 por ciento. Este método radica en la introducción de un excesivo número de cabezas de ganado en los pastizales, matorrales, bosques y selvas que se utilizan para que el ganado se alimente con la vegetación natural, principalmente pastos y ramas a su alcance.
El exceso de animales, por un lado, afecta la cubierta vegetal, con lo que se facilita la erosión, y por otro, compactan el suelo con su pisada.
Por la deforestación se pierde 16.4 por ciento, pues generalmente implica la remoción de la vegetación natural en grandes extensiones, por cambiar el uso del suelo para dedicarlo a la agricultura, el establecimiento de pastizales o urbanización.
El CEDRSSA argumentó que la urbanización se ha convertido en el principal factor de la pérdida de la función productiva de los suelos en las ciudades; en principio, participa con 3.5 por ciento. La cuantía de la superficie sujeta a procesos de degradación provocada por las actividades humanas, que equivale a casi la mitad del territorio, exige a la sociedad y a los poderes públicos emprender acciones para detenerlos y restaurar el máximo posible de suelos.
El no hacerlo provocará que los beneficios que se obtienen del uso del suelo, principalmente agrícola y ganadero, se vean reducidos, lo que significa que las posibilidades de obtención de alimentos se reduzcan, y desaparezcan las funciones esenciales en el ciclo del agua y, con ello, se limite la recarga de los acuíferos.
El órgano legislativo precisó que la estrategia debe centrarse en lograr que los usuarios del suelo realicen prácticas de conservación y restauración, para lo cual es fundamental que por cada ejido, comunidad, áreas naturales protegidas, distritos de riego, cuencas hidrológicas y asociaciones agrícolas y ganaderas, se cuente con diagnósticos.
La información del Colegio de Postgraduados advierte que más de 142 millones de hectáreas se encuentran en procesos de degradación física, química y biológica de sus suelos; además, en 71 por ciento de la superficie total del país, los suelos tienen algún nivel de degradación, y anualmente se deterioraron 1.4 millones de hectáreas.
Mientras, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) y la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) reportan que en México los asentamientos humanos, las zonas urbanas y las áreas con infraestructura ocupan una superficie de 3.3 millones de hectáreas. En tanto, la acuacultura dispone de 106 mil y se estima que la agricultura abarca 32.6 millones, representando las dos últimas 16.7 por ciento del total.